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MIRANDO AL SUR - augusto alvarado


LA "DIVINA" GABRIELA EN MAGALLANES

<hr><h2><u>LA &quot;DIVINA&quot; GABRIELA EN MAGALLANES</h2></u> Gabriela Mistral (doña Lucía Godoy Alcayaga) llegó a Punta Arenas el 18 de mayo de 1918 con el amargo recuerdo de la ingratitud y la injusticia: Muy niña fue acusada injustamente de robo y de retardada mental; se rechazó su ingreso a la Escuela Normal por oposición del Pbro. Manuel Munizaga, quien la acusó de tener ideas disolventes y, por si fuera poco, se la despidió de la Inspección del Liceo de Niñas de La Serena porque no hizo distinción entre niñas ricas y pobres y las matriculó por igual. Reparó injusticias un ministro de educación, que luego sería Presidente Pedro Aguirre Cerda. La nombró directora del Liceo de Niñas de Punta Arenas. Y fue directora ejemplar. Propuso que las vacaciones escolares se hicieran en invierno. Su idea perdió por la implacable mayoría de votos pedagógicos y por oposición de diversos sectores de la comunidad, "porque los niños necesitaban el tiempo bueno para trabajar en el campo y ayudar así económicamente a sus familiares". Frente a su liceo plantó -junto a sus alumnas- árboles que denominó "árboles-hijos". Pero se lamentará: "éramos pocas, nuestro tiempo breve, la indiferencia densa y el mal infinito". Cobija los cursos nocturnos de la Sociedad de Instrucción Popular y hace clases en ellos. Escribe en la revista "Mireya", esfuerzo literario en colaboración con el poeta Julio Munizaga Ossandón. Aquí escribió "Desolación", cuyo capítulo "Paisajes de la Patagonia" dedicó a don Juan Contardi. A su partida dirá: "En estos tiempos, ser franca y ser maestra moderna es peligroso". Su despedida de Magallanes es casi solitaria. Pide a la prensa: "digan que el liceo que más he querido es este liceo mío de Punta Arenas, mi única ternura de dos años". Tiempo después, al recordar Magallanes, expresa: "aquel territorio dichosamente vasto, que fatiga la mirada, pero haciéndole bien, como hace bien la vista desenfrenada del mar"…

Desolación

La bruma espesa, eterna, para que olvide dónde
me ha arrojado la mar en su ola de salmuera
la tierra a la que vine no tiene primavera:
tiene su noche larga que cual madre me esconde.

El viento hace de mi casa su ronda de sollozos
y de alarido, y quiebra, como un cristal, mi grito
y en la llanura blanca, de horizonte infinito,
miro morir inmensos ocasos dolorosos.

¿A quién podrá llamar la que hasta aquí ha venido
si más lejos que ella sólo fueron los muertos?
¡Tan sólo ellos contemplan un mar callado y yerto
crecer entre sus brazos y los brazos queridos!

Los barcos cuyas velas blanquean en el puerto
vienen de tierras donde no están los que son míos;
y traen frutos pálidos, sin la luz de mis huertos,
sus hombres de ojos claros no conocen mis ríos.

Y la interrogación que sube a mi garganta
al mirarlos pasar, me desciende, vencida:
hablan extrañas lenguas y no la conmovida
lengua que en tierras de oro mi vieja madre canta.

Miro bajar la nieve como el polvo en la huesa;
miro crecer la niebla como el agonizante,
y por no enloquecer no cuento los instantes,
porque la "noche larga" ahora tan sólo empieza.

Miro el llano extasiado y recojo su duelo,
que vine para ver los paisajes mortales.
la nieve es el semblante que asoma a mis cristales;
¡siempre será su albura bajando de los cielos!

Siempre ella, silenciosa, como la gran mirada
de Dios sobre mí; siempre su azahar sobre mi casa;
siempre, como el destino que ni mengua ni pasa,
descenderá a cubrirme, terrible y extasiada.

Tres árboles

Tres árboles caídos quedaron a la orilla del sendero.
el leñador los olvidó, y conversan,
apretados de amor, como tres ciegos.

El sol de ocaso pone su sangre
viva en los hendidos leños,
¡y se llevan los vientos la fragancia
de su costado abierto!

Uno, torcido, tiende
su brazo inmenso y follaje trémulo
hacia otro, y sus heridas
como dos ojos son, llenos de ruego.

El leñador los olvidó. La noche
vendrá. Estaré con ellos.
Recibiré en mi corazón sus mansas
resinas. Me serán como de fuego.

Y mudos y ceñidos
nos halle el día en un montón de duelo.

"Impactos" Año 2 Nº 18 - Punta Arenas (Chile) Marzo de 1991
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