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MIRANDO AL SUR - augusto alvarado


POPPER, EL RUMANO QUIMÉRICO

<h2><u><hr>POPPER, EL RUMANO QUIMÉRICO </u></h2>
Lámina: “Señor Julio Popper, ingeniero y explorador de la Tierra del Fuego”, publicado por “El Mosquito” del 1° de abril de 1887.


Por Marino Muñoz Lagos

Tiempo atrás escribimos sobre la fiebre del oro en la región magallánica, especialmente, en la casi desconocida y lejana Tierra del Fuego. Esto ocurrió a fines del siglo pasado y atrajo hasta estos rincones meridionales a multitud de aventureros de todos los continentes y países, condiciones y características. Mucha gente sin destino tomó la ruta marítima hasta Punta Arenas y desde aquí se desplazó por los helados territorios en busca de los ríos que arrastraban entre sus aguas las pepitas y el polvo alucinante de la fortuna.

Entre los forasteros alentados por la llama amarilla del metal, arribó el ingeniero rumano Julio Popper, quien se instaló –luego de varios ensayos-, en las márgenes de ríos y arroyos cercanos a la bahía San Sebastián, en la Tierra del Fuego. Este extranjero enigmático y duro, trajo entre sus pertenencias una famosa cosechadora de oro, que hizo laborar ante la mirada atónita de sus colaboradores más vecinos, acostumbrados a trabajar con utensilios rudimentarios y escasos medios económicos y humanos.

La personalidad de Popper está sugerida en las páginas de un libro que parece hecho por encargo. Su autor es Boleslao Lewin, de quien se omiten datos identificatorios y el título del volumen es ”Popper, un conquistador patagónico”, donde se le tilda de colonizador y hasta de poeta. Aquí se nos dice que nació en Bucarest el año 1857, hijo de un profesor de colegio judío y de una dueña de casa. Los años pasan fugaces hasta su llegada a estas orillas magallánicas, donde le sonríe la riqueza en forma de polvo y pepitas de oro. Sin embargo, su fama se vuelve siniestra en su actitud con los indios fueguinos. Quienes disparan sobre su cabeza lo califican de la peor forma en su persecución en contra de los aborígenes. De todos los epítetos no escapa el de asesino.

Empero, Julio Popper se define y basa su defensa en el dinero. Su ambición es poderosa y hasta se cree rey. Tiene ejército propio y se pasea con sus tropas por las anchas llanuras de la Tierra del Fuego. En sus delirios de grandeza –con el permiso de las autoridades- fabrica sus monedas de oro e imprime sus propias estampillas. El ingeniero no se queda en chicas para colocar su apellido paterno en las monedas y su inicial en las estampillas.

Estos ejemplares numismáticos y de la filatelia tienen un valor incalculable para los coleccionistas.
Los últimos años de Popper, en territorio magallánico, fueron oscuros. Los mineros nativos y extranjeros que fueron perseguidos, sañudamente, por el rumano, hicieron un comicio para que abandonara Punta Arenas por indeseable.

Quien fuera el gran cosechador de oro en la Tierra del Fuego, murió en Buenos Aires, el 6 de junio de 1893, pensando siempre en un título real que se le escapó de las manos en su auténtico dominio de los confines australes.

”Crónicas del diario soñar” - Punta Arenas - 1987

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