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MIRANDO AL SUR - augusto alvarado


CRIMINAL QUE GUARDA, SIEMPRE TIENE

<h2><hr><u>CRIMINAL QUE GUARDA, SIEMPRE TIENE </h2></u> Por Andrés Monares (*)

El Mostrador – Julio de 2004

Augusto Pinochet tenía una millonaria cuenta secreta y bajo un nombre falso en un banco de Estados Unidos. Una cuenta, en un banco: ¿dónde estarán las demás?

Su espíritu de ahorro ya lo había dejado en evidencia al celebrar la ocurrencia de enterrar dos cuerpos por fosa. Aunque uno tendería a pensar, quizás con un exceso de malicia, que esa cantidad de dinero no se acumula guardando monedas en un frasco, ni por la asidua asistencia y suerte en los bingos de los regimientos en que estuvo destacado... Desde ya todos sabemos que esos millones no los tenía con anterioridad a 1973 y que posterior a esa fecha es imposible que sus salarios le permitieran una capacidad de ahorro de esa magnitud. O sea, una vez más quedaría en evidencia la relación de Pinochet a un asunto oscuro. El cual por su naturaleza, sin forzar mucho la imaginación, nos lleva a concluir que corresponde a otro delito que viene a sumarse a su prontuario.

El sólo hecho de tener una cuenta secreta con tal cantidad de dinero es impresentable e inexplicable. Recordemos a sus patrióticos adherentes incondicionales haciendo campañas para reunir dinero a fin de pagar la defensa en Londres. La propaganda nos mostraba a un anciano agobiado y clamaba su indefensión económica, ¡mientras en verdad es un millonario! Vaya decepción ser no sólo engañado, sino esquilmado por el propio admirado líder. A su vez, quedó hecho añicos el muy cuestionable orgullo sostenido por los adherentes de la dictadura, de ser el único “gobierno autoritario” no corrupto de América Latina.

Entonces, si el “Primer Infante de la Patria” parece que no era tan desinteresado, qué queda para sus subalternos uniformados. Aún en democracia tuvimos la ocasión de presenciar ejemplos claros y graves: el ejercicio de enlace y el boinazo. En ellos, todo el Ejército fue usado para chantajear a la civilidad y sus mandos se hicieron cómplices no sólo de sedición, sino del abiertamente luctuoso asunto de los cheques que el padre ordenó pagar al hijo de modo irregular. No había guerra, estábamos en democracia, donde a nadie se le fusila por desobedecer una orden; y, aún así, no se tienen noticias de que algún oficial haya desobedecido esas órdenes. Por su parte, tal como en los tiempos de la dictadura, la Alianza por Chile poco o nada dijo de los irregulares pagos ni de los actos sediciosos para protegerlos. ¡Para ellos nunca estuvo en peligro el estado de derecho! (aunque en honor a la verdad, este argumento también se escuchó en la Concertación).

Dichos acontecimientos no sólo dejan en evidencia la debilidad de los gobiernos de la Concertación (que si desmovilizó a la ciudadanía, mal podía esperar tener apoyo popular ante hechos de esa calaña; aunque tampoco lo pidió), sino una sospechosa unidad para apoyar a Pinochet incluso más allá de lo político. Decimos sospechosa, porque la coherencia ideológica a la que respondería dicho consenso, puede esconder la autoprotección de los involucrados en hechos ilícitos. ¿O vamos a creer que sólo Pinochet tiene cuentas secretas y que él solo consiguió la plata e hizo los trámites para abrir las cuentas? ¡Por favor! Es obvio que deberían haber cómplices para hacerse del dinero y abrirlas; y, es más que probable que recibieron pagos por tan delicados servicios. Todo hace ver que se estaría en presencia de una asociación ilícita que podría implicar a funcionarios de la dictadura tanto civiles como uniformados.

La propia cuenta bancaria en cuestión y la suspicacia sobre militares involucrados, nos lleva a preguntarnos sobre la reacción del Ejército. Es parte del honor militar no criticar a quienes fueron sus superiores y para más encima si lo nombraron “Benemérito”. No obstante, ¿no habremos llegado al límite? La muerte puede entenderse que sea legitimada entre uniformados (de hecho lo fueron asesinatos ilegales, alevosos y cobardes), ¿pero también la corrupción lo será? Creo que una mayoría esperamos que no. Que además se dé el decisivo paso de buscar y expulsar a los posibles cómplices que aún puedan haber entre las filas. Y que se rechace oficialmente a los que ya están en retiro.

Pareciera el momento de recuperar el honor, la cordura, la probidad y sentar definitivamente con fuerza el republicanismo en el Ejército y, aprovechando, en las otras instituciones armadas. Por las características del hallazgo de la (por ahora única) millonaria cuenta, ni siquiera debería despertar críticas al interior de las filas... Quizás hasta sea un alivio para los uniformados no sólo democráticos, sino simplemente decentes. Mas, la “monolítica unidad” del Ejercicio de Enlace y el Boinazo nos hace mantener la duda.

En lo legal, imaginamos (se usa esta palabra con plena intención, pues estamos en Chile) que alguna institución del estado se encargará de develar este caso, que desde el más mínimo sentido común hace pensar en corrupción. Alguien tendrá que averiguar de dónde salieron los dólares. Una comisión investigadora del Senado estadounidense y la propia CIA tendrían más información; puntualmente se dice que Pinochet, sus hijos y miembros de su gobierno estarían relacionados al tráfico de armas. Aunque, tampoco se puede dejar tener en cuenta posibles desvíos de fondos, estafas o coimas; es decir, actos que perjudicaron al Estado de Chile y por ende a todo su pueblo. Los Tribunales deberían procesar y castigar a los responsables. En plural, se insiste. Pues algo así no se hace solo, sino con cómplices por acción u omisión.

Por último, quisiera dejar un apunte. No creo que alguien pueda decir sinceramente que la noticia lo tomó por sorpresa. No sólo por la calidad moral del personaje, sino por cuestiones totalmente obvias. Por ejemplo, ¿es que no es sospechoso que Pinochet posea y mantenga al menos 5 propiedades de alto costo (Melocotón, Bucalemu, La Dehesa, Viña e Iquique) con su sueldo de militar, de jefe de estado, de senador vitalicio y luego con su pensión? Ya era un asunto demasiado notorio, que sin embargo nadie con responsabilidades públicas se molestaba en hacer notar y menos en investigar. ¿El silencio se debió a miedo, simple desidia o a los acuerdos secretos de la transición? Habrá que averiguarlo. Pero en un estado de derecho alguien tiene responsabilidad política por acción u omisión.

* Andrés Monares es antropólogo y profesor en la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas de la Universidad de Chile.

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