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MIRANDO AL SUR - augusto alvarado


RÉQUIEM PARA HABITANTES DE LOS DÍAS VENIDEROS

<h2><u><hr>RÉQUIEM PARA HABITANTES DE LOS DÍAS VENIDEROS</h2></u>

(Homenaje a Carlos Zanzi Cuccuini,
Sergio Cárdenas Torres, Pablo Jeria Ríos)



Por Aristóteles España

Han partido de este mundo con pocas semanas de diferencia tres ex presos políticos de Isla Dawson, Chile; emblemático Campo de Prisioneros del planeta, que recluyó treinta años antes que se acabe el siglo XX a un conjunto de personas cuyo único delito fue optar por la causa de los desposeídos. A este lugar ubicado en el paralelo 53 sur de este mundo, en el final de los mapas, donde las estrellas y fantasmas se pasean bajo la lluvia durante el verano, acudieron los ex confinados en noviembre de 2003. Era como reencontrarse con un mundo donde alguna vez existió el infierno en la tierra.

Sin embargo, descubrimos que ese territorio era hermoso, lleno de vegetación, de pájaros extraños y multicolores, con caminos de tierra donde pastaban animales y los árboles daban la bienvenida a las cuatro estaciones que se ven en un solo día en esa isla.

Estos tres habitantes que se marcharon al país de nunca jamás como en el poema de Jorge Teillier son Carlos Zanzi Cuccuini, Sergio Cárdenas Torres y Pablo Jeria Ríos. Este último falleció este 11 de septiembre a las cuatro de la madrugada en Nueva York, ciudad que lo acogió desde los 20 años cuando fue desterrado. Pablo había sido dirigente estudiantil del Liceo de Hombres de Punta Arenas y en Dawson perteneció a la barraca de los Condenados en Consejos de Guerra (Remo).

Carlos Zanzi era amigo de Salvador Allende; dirigió durante ese período una Corporación de Desarrollo Regional en la Patagonia y al asumir el gobierno de Patricio Aylwin fue nombrado Gobernador de Magallanes. En Dawson, fue delegado de la barraca Charlie en el campamento Río Chico. Falleció en Punta Arenas, en el mes de julio donde fue despedido por toda la comunidad, a la cual siempre respetó. Por eso mismo fue un hombre querido por moros y cristianos.

Sergio Cárdenas llegó el mismo día del golpe de estado al campamento de la compañía de ingenieros navales, conocido como Compingin. Era locutor de radio Polar donde animaba espacios para jóvenes con música de la época y eventos políticos de apoyo a los trabajadores. Le decían Pete el Negro, pero no tenía nada que ver con el personaje de la caricatura, pues era un joven bonachón, siempre contando anécdotas relacionadas con el mundo del austro. Falleció en Santiago hace un par de semanas, después de saludar a sus amigos Daniel Ruiz y Yerko Hromic, hombres de radio como él, quienes lo agasajaron con un asado en Santiago, donde residía hace dos décadas haciendo doblajes para el cine.

A Pablo Jeria le decían El Mosca. Visitó Punta Arenas en septiembre del año pasado ya enfermo y cansado a pesar de tener apenas 49 años.

Los tres sufrieron la tortura y recordamos aún sus gritos, vendados por oficiales del ejército y la armada de nuestro país, quienes aún se deben preguntar el por qué de tanto encono.

En nuestro viaje a la isla el año pasado le preguntamos a los altos jefes militares qué había ocurrido, dónde, en qué momento cambió la historia para ellos, por qué agredían a un enemigo inexistente, en una guerra inexistente, cuando hasta el más inocente transeúnte sabe ahora y supo siempre que todo fue un invento del Imperio para que no perdure, para que no exista jamás un gobierno para los humildes. Ahora que están desclasificando los archivos de la época las nuevas generaciones podrán entender el por qué en un país tan remoto, y alejado de los temas del poder mundial, se realizó un golpe de estado contra gente indefensa, que alguna vez soñó que era posible la felicidad a través de una vida digna y con sueños posibles de cumplir.

Adiós Carlos, Sergio, Pablo, amigos dawsonianos que una vez habitaron esos parajes de viento y nieve. Su vida no fue en vano, ya son una semilla. Ya vendrán esos frutos que esperamos estén maduros para los días venideros.

1 comentario

reina@hotmail.com -

desgarradora despedida sin duda.
conocí a sergio en santiago y siempre sufrió ese dolor del castigo