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MIRANDO AL SUR - augusto alvarado


HURACÁN BOLIVARIANO

<h2><hr><u>HURACÁN BOLIVARIANO</h2></u> Por José Steinsleger

La Jornada
, México D.F. abril de 2002

Los temblores de Venezuela confirman que sólo con la movilización amplia y consciente los pueblos consiguen preservar su integridad y salvaguardar formas mínimas de democracia. Sin embargo, al golpismo internacional y criollo no le tomará mucho tiempo su decisión de trasmutar en flor de un día una victoria popular tan clara como opacas son las formas políticas necesarias para consolidarla.

El retorno del presidente Hugo Chávez y la recuperación del cauce institucional de su gobierno han sido calificados como una suerte de "contragolpe al golpe". Pero las cosas no quedarán como están porque los ideales bolivarianos del chavismo chocan con la política del imperio en América Latina. Washington no perdona. El contragolpe al contragolpe del golpe contra Chávez está en marcha.

Chávez ha declarado que su inspiración ideológica dimana de Simón Bolívar y el sueño de integración latinoamericana. No es poco. En consecuencia, esta segunda oportunidad que el pueblo de Venezuela ofrece a su presidente debería llevarlo a la revisión de las dos etapas que marcaron la vida del Libertador.

En la primera, la causa bolivariana fue protagonizada por criollos patriotas surgidos de la aristocracia terrateniente que no confiaban mucho en el accionar popular. Debido a su propia formación, Bolívar no pudo deslindar entonces los mecanismos efectivos que necesitaba para organizar un movimiento emancipador con posibilidades seguras de triunfo. Su visión elitista de la lucha lo traicionaba y tras varias derrotas militares tuvo que exiliarse en Haití (1815).

De Simón Rodríguez, Francisco Miranda y Andrés Bello recibió Bolívar lecciones políticas fundamentales. Pero sería en la república negra, primer Estado independiente de América Latina (1803), donde su pensamiento cambiaría en forma radical. El mulato Alexandre Petion, ex esclavo y general independentista, jugaría un rol decisivo en este cometido.

Con Petion, Bolívar entendió que un requisito ineludible de la lucha gravitaba en torno a los contenidos sociales de la revolución. No fueron, pues, los enciclopedistas ni los ilustrados quienes aportaron al prócer la llave maestra de la comprensión de sus esfuerzos, sino Petion, quien aplicaba el compromiso con su pueblo en el terreno concreto de la liberación popular.

Petion advirtió a Bolívar que sin la fuerza organizada de las mayorías, es decir, de los negros, mulatos, indios, zambos y mestizos del continente, los esfuerzos de su lucha estaban destinados al fracaso. Pues así como estos grupos sociales luchaban junto a los criollos que anhelaban la autonomía de España, ninguno se había propuesto liberar la mano de obra esclava, proscrita y marginada de las riquezas
. O sea que en una primera etapa, Bolívar fracasó porque para los jodidos de siempre su causa resultaba tan abstracta como la noción de democracia que hoy predica la plutocracia internacional. El Libertador aprendió la lección y regresó al continente, donde la lucha independentista cobró sentido.

En el tratado que firmó con Petion en 1816 Bolívar se comprometió a que a cambio de los hombres, víveres, armas y naves suministradas por Haití a la causa de América española, la esclavitud sería abolida en el preciso instante de comenzar la lucha.

Según los "cultos" de la época, Bolívar murió como "dictador" y "autócrata". ¿Por qué? Porque Bolívar entendió de Petion que debía profundizar y democratizar la lucha anticolonial. Únicamente de este modo la revolución bolivariana tendría
carácter nacional, popular y social.

El frente de clases (patriotas criollos y pueblos de color en armas) halló enemigos feroces de inmediato: la burguesía mercantilista importadora y exportadora de Caracas, Bogotá, Guayaquil y Lima. O sea, los antepasados de los gobernantes que hoy moralizan con sus cartas democráticas for export y fomentan la división, el entreguismo y el odio clasista y racial en nuestros países.

El hábito no hace al monje. Un cura católico puede optar entre la pederastia, el compromiso con los indios o el golpismo oligárquico. Con o sin uniforme un gobernante puede optar entre ser demócrata, revolucionario, imbécil o tirano. Sin embargo, los plumíferos liberal-socialdemócratas, que en estos días han hecho el ridículo, lo ignoran deliberadamente. Y esto pasa por vivir en las galaxias donde todo vale, condenándose a no entender nada de nada.

Pero supongamos, como dijo el periódico pro yanqui y golpista El País, de Madrid, que Chávez es "un autócrata peligroso..." (13/04/02). ¿Qué serían entonces muñecos como el empresario Pedro Carmona, la CIA, Felipe González, la OEA, George W. Bush y Carlos Andrés Pérez, con más de mil muertos en su haber en febrero de 1989? ¿Demócratas?

El espíritu unionista, iniciado con la Nación Americana de Hidalgo en el México de 1810, acabó resolviéndose en la pampa de La Quinua (Ayacucho, Perú, 1824). Allí, un ejército integrado por venezolanos, panameños, colombianos, ecuatorianos, bolivianos, peruanos, chilenos y argentinos, que no se trataban entre sí de "extranjeros", fue arengado por el general Lara, patriota de 28 años:

"¡Zambos del carajo! ¡Al frente están los godos puñeteros! El que manda la batalla es Antonio José de Sucre, que como ustedes saben, no es ningún cabrón. Conque así, apretarse los cojones y... ¡a ellos!" La victoria americana fue completa.

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