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MIRANDO AL SUR - augusto alvarado


PANAMÁ: PROHIBIDO OLVIDAR

<hr><h2><u>PANAMÁ: PROHIBIDO OLVIDAR</h2></u> Por José Steinsleger

En los tiempos de la fiebre del oro (1856), el irlandés Jack Oliver y un grupo de amigos desembarcaron en el puerto panameño de Colón y allí pusieron rumbo a ciudad de Panamá, en el flamante ferrocarril que Estados Unidos había construido para cruzar el istmo. Desde Nueva York, la ruta a San Francisco resultaba más cara. Pero los viajeros sabían que el precio valía la pena si con ello ponían su pellejo a salvo de los indígenas estadounidenses.

Jack Oliver y sus amigos llegaron a Panamá semidormidos y completamente
borrachos. Se apearon del tren y, de camino hacia el hotel, pasaron por el puesto de sandías del mulato Juan Manuel Luna. Oliver tomó un trozo y se lo comió delante del sonriente Luna. "¡Ten cents!", reclamó el mulato. Oliver le mostró a Luna el dedo índice de su mano derecha y sus amigos festejaron el gesto de soberbia.

Luna desenvainó un cuchillo tan grande como las sandías que vendía. Los compinches de Oliver desenfundaron sus armas y, en medio de la gresca, se metió el peruano Miguel Abrahms. Empezaron las mentadas y de los forcejeos los rijosos pasaron a los tiros. Luna cayó herido. Entonces repicó la campana del pueblo y alguien gritó "¡Muerte a los filibusteros!" La banda de Jack Oliver se atrincheró en el hotel y el gobernador Fábrega trató de calmar a los indignados panameños. Pero cambió de opinión cuando un disparo hecho desde el inmueble le atravesó su sombrero favorito. Y así, en tanto el gobernador se dirigía al cuartel de polícía en busca de refuerzos, toda la población era ya un inmenso campo de batalla contra los gringos recién llegados y los que allí ya estaban aguardando su navío para California.

El enfrentamiento dejó un saldo de 18 muertos (15 estadounidenses y tres panameños) y cientos de heridos. El cónsul Ward, de Estados Unidos, responsabilizó a los panameños de la agresión. Sin embargo, los cónsules de Ecuador, Francia y Gran Bretaña opinaron lo contrario.

De aquel episodio, que pasó a la historia como "el incidente de la tajada de sandía", un historiador despistado podría inferir el carácter "pasional" o "levantisco" de los latinoamericanos. Y nada le diría que el clima político de los pueblos centroamericanos de la época respondía a que apenas un año antes el filibustero William Walker se había autoinvestido como presidente de la república de Nicaragua, imponiendo el inglés como lengua oficial del país y restableciendo la esclavitud por decreto constitucional.

En Estados Unidos, el presidente Franklin Pierce designó un comisionado especial para investigar el incidente de la tajada de sandía. Meses después, dos plenipotenciarios de Washington se presentaron en la cancillería de Bogotá ya que Panamá era una provincia de Colombia conocida con el nombre de Departamento del Istmo. Los enviados de Pierce demandaron el pago de 400 mil pesos-oro para "indemnizar" los destrozos causados a las propiedades estadounidenses durante la batalla.

Así empezó la lucha antiimperialista de Panamá contra Estados Unidos. Con motivo de la revuelta, el patriota panameño Justo Arosemena (1817-1896), primer presidente constitucional del país, precursor del pensamiento antiimperialista latinoamericano y de la nación panameña, escribió en La Estrella de Panamá:

"Hace más de 20 años que el águila del norte dirige su vuelo hacia las regiones ecuatoriales. No contenta con haber pasado sobre una parte del territorio mexicano, lanza su atrevida mirada mucho más acá. Cuba y Nicaragua son al parecer sus presas del momento, para facilitar la usurpación de las comarcas intermedias y consumar sus vastos planes de conquista un día no muy remoto".

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