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MIRANDO AL SUR - augusto alvarado


"ALLENDE ESTABA SENTENCIADO DESDE 1970"

<hr><h2><u>&quot;ALLENDE ESTABA SENTENCIADO DESDE 1970&quot;</h2></u>
Entrevista a PATRICIA VERDUGO, periodista, autora
de "La Casa Blanca contra Salvador Allende"


Por Álvaro Tizón - Madrid
Jueves, 24 de febrero de 2005

«En Chile, la transición comienza en 1998, cuando la Justicia española consigue que Augusto Pinochet sea arrestado en Londres. Hasta entonces habíamos tenido un proceso de apertura hipócrita, irreal, algo que se hace evidente con el hecho de que el mismo dictador que ordenó un genocidio fuera el comandante en jefe del Ejército», asegura Patricia Verdugo, periodista chilena, hija de un sindicalista asesinado por la dictadura y autora del libro La Casa Blanca contra Salvador Allende, una reconstrucción de el largo proceso de desestabilización alentado por Washington, que acabó en septiembre de 1973 con el Gobierno y con la vida de Salvador Allende.

Pregunta.- ¿Hasta qué punto la caída de Allende fue promovida desde el exterior?

Respuesta - Hasta el día de hoy, en mi país se sigue discutiendo sobre
lo mal que lo hizo Allende, como parte de un argumento que ayuda a
justificar el golpe de Estado. Los documentos desclasificados demuestran que, aunque Allende hubiera sido perfecto como gobernante, aunque la Unidad Popular hubiera sido la coalición perfecta -y nada de eso es verdad, lógicamente-, estaban condenados a muerte desde hacía tiempo.

P.- ¿Cuándo comienza el asedio contra Allende?

R.- La Administración americana ordenó matar al comandante en jefe del
Ejército de Chile, general René Schneider. Esa orden se ejecutó en octubre del 70, poco antes de que Allende tome posesión como presidente. Las armas para asesinar a Schneider se enviaron por valija diplomática a la embajada de EEUU en Santiago.

P.- ¿Quiénes son las personas claves en ese proceso de desestabilización?

R.- El triunfo de Allende inquieta mucho al presidente Richard Nixon y
a Henry Kissinger, entonces asesor de Seguridad Nacional, por el
riesgo de contagio en América Latina. Son ellos quienes a partir de
1970 encienden todas las alarmas en Washington con el asesoramiento de
un complice chileno: Agustín Edwards, dueño de una cadena de
periódicos nacionales... Estas son las personas claves de un proyecto
que va desde el asesinato de Schneider a la promoción del caos, el
desabastecimiento y la zozobra política que termina con Allende.

P.- ¿Cómo se concreta el golpe del 11 de septiembre del 73?

R.- Cuando se desencadena el golpe, la Marina norteamericana está realizando unas maniobras ante la costa de Valparaíso. EEUU presta apoyo logístico a un complot puesto en marcha por una serie de almirantes de la Armada chilena, con la colaboración de un buen número
de generales de los ejércitos de Tierra y del Aire.

P.- ¿Qué papel juega Pinochet en este proceso?

R.- Pinochet no participa. Había sido nombrado dos semanas antes
comandante en jefe del Ejército. Hasta muy poco antes del golpe,
Pinochet era un militar constitucionalista y no había dado ninguna
señal, nunca, a lo largo de toda su carrera, que indicara que pudiera
ser un golpista. Salvador Allende, después de todas las comprobaciones
previas, lo pone por eso al frente de la fuerza más importante. Es un
hombre que le merece garantías hasta tal punto que, cuando estalla el
golpe, Allende cree que Pinochet está detenido al no recibir noticias
suyas.

P.- ¿En qué momento se incorpora a la rebelión?

R.- Muy al final, 36 horas antes del golpe, los militares que coordinan el complot reciben la orden de intentarlo con Pinochet, ante el riesgo de guerra civil que supondría su lealtad a Allende. Se reúnen con él el domingo 9 de septiembre por la tarde. Pinochet calcula y, a partir de ese momento, se suma al golpe.

P.- ¿Qué lleva a partir de entonces a Pinochet a optar por una represión tan brutal?

R.- El pone en ejecución aquello que se enseñó a todos los oficiales de América Latina en la Escuela de las Américas. No en vano, el tema de los detenidos desaparecidos, por ejemplo, es un tema continental. Se trataba de detener al marxismo en América Latina, de aterrorizarlo.

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