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MIRANDO AL SUR - augusto alvarado


LA NACIÓN ES AMÉRICA LATINA

Es hora de pasar a la ofensiva: las nuevas generaciones y la cuestión nacional latinoamericana. No habrá independencia sin unidad. Juventud de Causa Popular.



Valiéndonos del salto cualitativo que implica que el eje de la discusión se sitúe hoy sobre la táctica de la integración (unidad) latinoamericana, pues no está en debate la integración misma, resulta crucial que las nuevas generaciones reflexionemos certeramente sobre los grandes problemas comunes. A saber: dado que el proceso de fragmentación fue y es la clave de nuestra dependencia semicolonial y del sojuzgamiento padecido por cada una de sus partes, en pleno siglo XXI la cuestión nacional aún irresuelta pasa por la reunificación política, económica y militar de los Estados al sur del Río Grande. Aquí la clave de la revolución latinoamericana.

Los problemas por enfrentar emanados de la cuestión nacional latinoamericana inconclusa son inmensamente superiores a los presentados hace cien o ciento cincuenta años, lo cual nos obliga a ser, en el transcurso de este siglo, aun más radicales en las respuestas al mismo desafío: ser libres y estar unidos. En la actualidad, para alcanzar cierto grado de desarrollo (capitalista) en verdadera democracia no basta con reproducir en la periferia lo que se realizó en el centro; debemos ir por mucho más. Nos hallamos al principio del camino, allí donde la historia nos reserva para emprenderlo la mejor creación socioeconómica y política de la Patria Grande: un sistema de poder social endógeno, fundamentado en la unidad de los Estados latinoamericanos -dueños reales de las riquezas humanas y naturales de su tierra-, que priorice la justicia social, la paz interna y la externa, la soberanía, la democracia y la autodeterminación a estar unidos. En suma, un sistema de poder social propio, pues no se trata de adaptar alguno antiguo que reemplace el capitalismo sino de crear uno nuevo, profundamente arraigado en nuestro pasado y destino comunes. El retorno a la propiedad pública de los medios de producción no debe ser un fin en sí mismo sino parte del proceso de democratización de América latina.

Consecuentemente, y dado el carácter desigual y combinado de América latina, sostenemos que la revolución deberá combinar, fusionándolas en un solo proceso, las tareas nacional-democráticas y socialistas. Es decir, debemos realizar las tareas burguesas y democráticas no verificadas (unidad nacional, reforma agraria, liquidación de la Edad de Bronce, del Medioevo, incorporación de indígenas a la lengua española y a la producción mercantil, etc.) al mismo tiempo que controlar la producción capitalista en las ciudades (empresas imperialistas) mediante la expropiación, nacionalización o reestatización. Como señaló Jorge Abelardo Ramos: “América latina debe reunir en un mismo proceso la Revolución Francesa del siglo XVIII y la Rusa del siglo XX. Se impone la concreción de una revolución democrática que para consolidarla requiera obligadamente la realización de una revolución socialista”, itinerario por otra parte cumplido por la revolución cubana y ahora la bolivariana.

En este sentido, la experiencia histórica nos enseña que los movimientos nacionales y populares del siglo pasado constituyen el único instrumento por el cual se avanza en este camino, esto es, el del desarrollo de las fuerzas productivas (industrialización), la justicia social (tendencias socializantes), la independencia militar, económica y política, en franco antagonismo con las recetas del libre mercado y del neoliberalismo, en suma, del imperialismo.

Descontando las particularidades propias de cada país, encontramos en ellos las siguientes características comunes: la aglutinación de todas las clases oprimidas por el imperialismo, de donde se destacan el proletariado o el campesinado o ambos, apoyados en el ejército y sectores de la burguesía nacional, bajo la dirección de un caudillo o jefe representativo. Asimismo son nacionales por su carácter de frente de clases, aunque estaduales desde la óptica latinoamericana y por esa misma razón, sólo podrán cumplir sus objetivos de liberación en el marco de la verdadera unidad latinoamericana, esto es: la Confederación de Estados Sudamericanos. Constituyen ejemplos categóricos de movimientos nacionales y populares: Gualberto Villarroel en Bolivia, el aprismo y Velasco Alvarado en el Perú, Salvador Allende en Chile, Fidel Castro en Cuba, Hipólito Yrigoyen y Juan D. Perón en la Argentina, Venustiano Carranza y Lázaro Cárdenas en México, Getulio Vargas en Brasil, etcétera. También es dable destacar que todos ellos -sin excepción- han sido catalogados tanto por la derecha como por la izquierda tradicional de regímenes dictatoriales nazis o fascistas y sus líderes de carismáticos, demagogos y locos mesiánicos. La intelectualidad local, oculta bajo la careta que más le convenga -marxista, progresista, democrática o liberal- no pueden romper con el colonialismo mental norteamericano y europeo. Nosotros sí.

La dominación cultural es, sin dudas, la mejor y más eficiente arma con la cual el imperialismo ha mantenido una América Latina decadente, sumisa y atrasada (y no subdesarrollada) por tantas décadas. Sin el dominio cultural, la dominación económica y política ve reducida enormemente sus posibilidades de ejecución. Revertir esta falsa imagen, esto es, descolonizarnos mentalmente, será fundamental para desandar el camino de la Nación Latinoamericana.

Las nuevas generaciones de latinoamericanos -fundamentales para la revolución antiimperialista en América latina- congregadas y movilizadas bajo las banderas nacionales y populares de la Comunidad Sudamericana de Naciones y de la revolución bolivariana, debemos retomar el contacto con lo propio, reconociéndonos en la corta pero intensa experiencia endógena. De esta manera y no de otra haremos frente con la verdad a las falsas disyuntivas, las más de las veces impulsadas desde los centros de poder mundial: ni izquierdas ni derechas, ni marxismo ni neoliberalismo. Precisamos, asimismo, irrumpir en la sociedad con un análisis original y opuesto al pensamiento único, globalizador e imperialista. Debemos ahondar en las entrañas de nuestra historia verdadera para buscar las claves del presente. Nosotros, desde aquí, debemos responder que América Latina tiene aún como prioridad la consolidación y el forjamiento de una conciencia propia, afirmada en la propia elaboración teórica y fundamentada en la propia experiencia y confrontación con las vicisitudes de nuestros pueblos. Lo medular de nuestra cuestión pasa por lo nacional, no por lo social. Empecemos a pensar en latinoamericano. Inventemos para no errar más.

Bioq. Federico Bernal
Secretario Juventud
Causa Popular
- Argentina

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