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MIRANDO AL SUR - augusto alvarado


ESPAÑA: ALMUDENA GRANDES Y LA REPÚBLICA

<hr><h2><u>ESPAÑA: ALMUDENA GRANDES Y LA REPÚBLICA</h2></u> por Ana Anabitarte (*)

En entrevista con Babab Almudena Grandes habla de su libro pero también de la literatura, a la que define como "el pilar que me sostiene y que sin embargo cada vez tiene menos importancia en la vida"; de su primera novela: Las edades de Lulú, el libro que la convirtió en escritora; de los premios literarios, a los que considera "más acuerdos comerciales que galardones"; y hasta de la Guerra Civil española "que además de matar a un millón de personas mató en todos los órdenes de la vida".

Babab: Usted en sus novelas siempre introduce el tema de la política pero en esta ocasión lo ha hecho de una manera menos militante, más sutil.

A.G: Sí, y eso hace que la novela sea más política y quizá más contundente que las anteriores. El personaje de Sara es un ejemplo de las víctimas de la Guerra Civil de las que no se habla nunca. Ella es una persona que nació mucho después de que acabara la guerra, pero que pagó las consecuencias de la guerra en su destino. Y esa sensación de inadaptación perpetua que sufre tiene que ver con el conflicto que no vivió.

B: ¿Cree que se deberían escribir más novelas sobre la Guerra Civil pero desde otro punto de vista o que ya está bien de hablar de ella?

A.G: Yo creo que sobre la Guerra Civil hay que escribir más pero de otra manera. Ya está bien de relatos heroicos. Hay que contar otras historias menos románticas, más brutales y que tienen mucho más que ver con lo que ha pasado en este país y con lo que está pasando ahora mismo. Hay que escribir de las consecuencias de la guerra en la clase política española, en la vida cotidiana, en la configuración de este país como nación. En España hubo una Guerra Civil sangrienta, feroz, salvaje, que mató a un millón de personas pero que mató muchísimas más cosas, que mató en todos los ordenes de la vida. Aquí todavía estamos pagando los platos de la Guerra Civil. La transición española en realidad no fue ninguna transición porque no se discutió ni se debatió. Se llegó a la conclusión de que lo más elegante y moderno era pasar página y eso impidió que se contaran otras historias que son las que a mi me interesan. Historias como por qué la izquierda renunció a la República, por qué existe en la actualidad un límite a la libertad de expresión, por qué no se puede cuestionar a la monarquía. Todo eso viene de la Guerra Civil y no se dice.

B: ¿Por qué cree que no hubo transición?


A.G: Porque la misma gente que estaba en el régimen anterior tomó las riendas de la democracia. Una transición se supone que es un cambio y no hubo cambio, sí se pasó de una dictadura a una democracia, pero los que manejaban los hilos eran los mismos, y el precio que se le puso al Partido Comunista y al Partido Socialista fue muy alto. Todo eso está generando ignorancia e incultura sobre cómo fueron las cosas.

B: Por lo que veo usted es una republicana convencida...

A.G: En los años 30 este país era un país modélico, estaba a la cabeza de Europa con una cultura y una legislación impresionante, y de todo eso no se ha vuelto a hablar. Sólo se dice que la República son obreros desalmados quemando iglesias. Sobre eso habría que escribir, nos están robando a los españoles una parte de nuestra historia. Antes de morirme me gustaría vivir una III República, pero es difícil porque no hay ninguna corriente de opinión organizada que se pueda oponer a la monarquía.

B: Sin embargo a los españoles parece gustarles la monarquía.

A.G: Porque desde el principio se vinculó al rey con la democracia y se le vendió a la opinión publica una especie de viaje paradisíaco pacífico y feliz a la democracia en el que estaba el rey como símbolo. Porque como durante 40 años la República había sido sinónimo de todo lo contrario y como los partidos políticos de izquierda cuando llegaron a España no hicieron nada por reivindicar la República, se instaló en el consciente colectivo nacional que el rey tenía que ver con la democracia, con Europa y con la prosperidad. Unos pocos intelectuales estamos intentando fomentar otro tipo de debate desde hace mucho tiempo, pero es difícil porque a las empresas periodísticas de este país no les interesa. Hay cosas que se caen por su propio peso como que la monarquía es un fósil histórico injustificable. En un país donde el primer artículo de la Constitución dice que todos los españoles son iguales ante la ley, que haya un rey es una contradicción.

B: Ahora que ha hablado del papel de los intelectuales me gustaría que me dijera si no cree que su compromiso político es cada vez menor.

A.G: Lo que ocurre en que al poder los intelectuales ya no le importan tanto. Hubo un tiempo en el que realmente los intelectuales tenían un peso efectivo sobre la opinión pública y eso les hacía respetables por el poder. Pero ahora los intelectuales se han vuelto miedosos porque en el fondo saben que los que no somos miedosos tampoco hacemos nada. Nos hemos pasado la vida firmando manifiestos y da la impresión de que no tienen un peso real en la sociedad y eso tiene que ver con la propia pérdida de importancia de la literatura y del pensamiento.

B: ¿Y eso tiene también algo que ver con toda la literatura basura que se está publicando?

A.G: No. Es verdad que se publica basura y que hay gente que la compra, pero tiene que ver con que la literatura en el XIX era la única puerta hacia lo maravilloso y estaba al alcance de una parte masiva de la población. La gente culta o con inquietudes leía. Y ahora escribimos para una minoría porque hay otras puertas como los mundos virtuales con los que no podemos competir. Eso ha hecho que la literatura tenga menos importancia social pero sin embargo está elevando la calidad de los lectores.

B: ¿Como son sus lectores?

A.G: A mi me gustan mucho y eso es una ventaja porque no hay cosa más horrible para un escritor que el hecho de que no le gusten sus lectores. Me escriben cartas la mayor parte para decirme que les han gustado mis libros. Pero hay otro porcentaje que me pide otro tipo de cosas como quedar conmigo para contarme su vida y que me sirva de argumento para una novela, lo que ya no me gusta tanto; o gente que me dice que una novela mía ha cambiado su vida y se ha separado de su marido, lo que me preocupa; o el otro día una chica que me dio las gracias por haber escrito Las edades de Lulú ya que después de leerla su marido era otro hombre completamente diferente, lo que le hacía muy feliz.

* Ana Anabitarte es corresponsal en España del periódico mexicano El Universal.

1 comentario

Félix Javier -

Recurro a la sección de España para dirigirme al autor y enviarle solidarios y etéreos saludos desde los aledaños del huerto de fray Luis, a la vera del Tormes, lugar desde el que este Lazarillo del Aire anota sus modestas glosas críticas de la actualidad. Cordialmente.