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MIRANDO AL SUR - augusto alvarado


CÓMO INVENTAR UNA GUERRA CIVIL

<hr><h1><u>CÓMO INVENTAR UNA GUERRA CIVIL</h1></u>
Por Enrique Lacolla
La Voz del Interior – 23 de Octubre de 2005

Las puestas en escena connotadas por la hipocresía son un plato que el sistema dominante –y, en especial, su expresión suprema, el gobierno de Estados Unidos– sirve al mundo con total consecuencia. Ahora se nos viene encima el juicio a Saddam Hussein, calificado como verdugo de su pueblo por los mismos que victimizan a éste sin piedad.

Que la acusación tenga fundamentos, en especial respecto de los segmentos de la población kurda o de confesión chiíta de ese desdichado país, es más que probable. Pero que quienes propugnaron y hoy hacen posible el juicio sean, en suma, poco más que marionetas del ejército de ocupación, es grotesco.

Sin embargo, así están las cosas, y no es probable que cambien en un futuro inmediato. De hecho, acabamos de asistir a otra vuelta de tuerca en el ya casi irrevocable camino que lleva a Irak a una guerra civil que se superpondrá a la guerra con el ocupante externo, y de la cual el juicio a Saddam puede servir como aditamento explosivo, si no como detonador. Pues Saddam, si bien era un gobernante al que habría que definir como nacionalista laico, se apoyaba en las tribus sunitas para gobernar al país. Y es esta facción la más afectada por la distorsión de la realidad que significa el referéndum constitucional del pasado 15 de octubre.

Velada con la palabra democracia, no por ello la maniobra deja de ser transparente. Los iraquíes fueron llamados a las urnas para apoyar un texto que en su mayoría no conocen, en condiciones de guerra y sin la más mínima coincidencia respecto de si conviene o no responder al llamado electoral.

Los chiítas en su mayoría, y los kurdos en su totalidad, apoyaban el referéndum, mientras que los sunitas, perdidosos en el asunto, se dividían entre quienes querían el rechazo beligerante y los que optaban por la concurrencia, en la esperanza de que podrían rechazar la Constitución si reunían dos tercios de votos negativos en sus provincias.

Los sunitas saben que la nueva constitución permitirá la conformación de un Irak dividido en tres partes, dos de las cuales –ocupadas por chiítas y kurdos– tienen la totalidad de los recursos petrolíferos, de cuyos dividendos los sunitas serían con toda probabilidad excluidos.

Divide para reinar

La destrucción de las formas estatales maduras en los países de composición mezclada pero que habían accedido a un grado considerable de modernidad, es un rasgo del actual imperialismo.

Divide para reinar es un viejo principio romano (divide et impera), propio de las políticas de poder de todas las épocas. Lo que lo hace más repugnante hoy es que, al quebrar uniones nacionales mal que bien asentadas sobre presupuestos políticos antes que sobre particularismos raciales o confesionales, genera una brutal vuelta atrás respecto de un proceso de avance que, con sus vacilaciones, errores u horrores, había aproximado a los países del Medio Oriente a los logros del mundo occidental.

Empujadas por el desastre de esas experiencias de reforma, desastre en gran parte inducido por Occidente, las masas populares de esa conflictiva región se están volviendo cada vez más hacia la ley de la sharia, hacia un fundamentalismo que no excluye la apropiación de los instrumentos de la técnica, pero que reivindica las razones del fanatismo y del exclusivismo religioso y el sometimiento de las mujeres a una interpretación radical del Corán. Es falso que Occidente propicie la democracia para Medio Oriente. De hecho, está creando una resistencia milenarista, potenciada con una tecnología que va de un manejo sofisticado de las instancias comunicacionales que permite Internet a tácticas que abrevan en las fuentes de la guerrilla moderna.

Frente a este tipo de recursos, las tropas de la coalición recurren cada vez más a los expedientes que caracterizaron los emprendimientos más brutales del nazismo.

La semana que pasó, en Ramadi, por ejemplo, tras un ataque insurgente que costó la vida a cinco soldados norteamericanos, aviones y helicópteros de la Unión procedieron a un bombardeo de los parajes aledaños, con un saldo de al menos 70 muertos.

Los mandos estadounidenses adujeron que los muertos eran rebeldes armados, pero los testimonios llegados desde el terreno indican que en su mayoría eran civiles, muchos de ellos congregados para ver los restos de los vehículos norteamericanos destruidos en el ataque guerrillero. ¿Qué diferencia hay entre estos métodos y los que señalaron el comportamiento de los alemanes en Lidice y Oradour? “El medio es el mensaje”, decía Marshall McLuhan, y no parece haber dudas de que Estados Unidos apela en Medio Oriente a todas las variedades de su panoplia para imponer una noción muy singular de la democracia.

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