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MIRANDO AL SUR - augusto alvarado


MICHELLE BACHELET

<h1><hr><u>MICHELLE BACHELET </h1></u> CARTA A LA
COMUNIDAD CHILENA EN EL EXTERIOR

Amigas y amigos,

El mes de septiembre pasado se inició con buenas noticias para nuestros compatriotas en el exterior. Previamente, el 26 de agosto, se publicaron las reformas por las cuales la Concertación ha luchado desde 1990 y que hacen de Chile un país más democrático, dejando en el pasado las ataduras del régimen militar. Y en virtud de esas reformas, nuestros ciudadanos tendrán la nacionalidad chilena sin necesidad de avecindarse en Chile y quienes adopten o hayan adoptado otra nacionalidad, podrán seguir siendo chilenos. 

Como madre de tres hijos, el primero de los cuales –Sebastián –­ nació en el exilio, compartí el sentimiento de amargura de muchas madres y padres chilenos cuyos hijos se habían visto obligados hasta ahora, a ser apátridas por el solo hecho de haber nacido fuera de nuestro país. Con estas reformas, se incorpora a nuestro ordenamiento jurídico el principio del ius sanguinis, lo que significa que todo hijo o hija de padre o madre chilena, independientemente del lugar del mundo en que nazca, tendrá nuestra nacionalidad y formará parte de nuestra comunidad nacional.  Comparto con ustedes que se trata sin duda de un avance notable respecto a la situación de flagrante discriminación en que habían estado hasta ahora nuestros hijos nacidos en el exterior. Asimismo, los compatriotas que, por diferentes razones, han tenido que adoptar otra nacionalidad, seguirán siendo reconocidos como chilenos por nuestro Estado, a no ser que renuncien expresamente a serlo.

Sin duda, la reforma deja aún temas pendientes para alcanzar la completa igualdad entre nuestros ciudadanos de la XIV Región y los de las otras trece regiones del país, y por ello seguiremos trabajando.
Otra buena noticia es la reciente publicación del Registro de Chilenos en el Exterior, según cuyas estimaciones son más de 850.000 los compatriotas que por una u otra razón han emigrado a otras tierras y hacia los cuales, sin duda, debemos tener una política de integración y acogida en todos los ámbitos.
 

De mis conversaciones con algunos de estos compatriotas radicados en los más diversos lugares del mundo, he recogido la sentida y legítima aspiración que tienen de participar activamente en el quehacer nacional y en el desarrollo del país, a través del sufragio. En concordancia con las nuevas condiciones de un mundo cada vez más globalizado y con el derecho que la Constitución otorga a todos los chilenos y chilenas mayores de 18 años, considero fundamental que sigamos trabajando para adecuar la legislación electoral vigente de forma tal que los y las compatriotas que viven fuera de nuestras fronteras puedan ejercer el derecho a voto, tanto para elegir a sus representantes como para participar en los plebiscitos. Afortunadamente, como han informado ampliamente los medios de prensa, también este tema se está abriendo camino rápidamente en la sociedad chilena, al calor del debate suscitado por la moción presentada por la diputada Isabel Allende que reforma la Ley de Votaciones Populares y Escrutinios, posibilitando la inscripción en los registros electorales y la votación de las chilenas y chilenos en el país donde residen. Esta moción ya cuenta con el patrocinio del Ejecutivo y han emergido voces de apoyo desde sectores que hasta aquí se habían opuesto sistemáticamente a este derecho, abriéndose con ello posibilidades de legislar sobre esta materia en este período. Por cierto, mantengo mi compromiso de siempre con esta justa aspiración y, de no ser aprobado el proyecto en este gobierno, me comprometo a patrocinarlo, cuando asuma la Presidencia de la República.

Así caminaremos hacia una sociedad más justa, plural, diversa e integradora, donde todas las mujeres y hombres de nuestra patria, estén dentro o fuera de nuestras fronteras geográficas, puedan expresar de manera libre y democrática sus anhelos y sueños para la construcción de un país mejor.
Aspiro a que en el próximo gobierno de la Concertación, ustedes puedan seguir aportando al país desde sus saberes y sentires adquiridos en la diversidad de sociedades en las que les ha tocado vivir. Esa riqueza cultural y social, con visiones distintas dentro de un mundo globalizado, son un aporte sustantivo para nuestro desarrollo como nación. 

Es por ello que me comprometo a impulsar en mi gobierno una política de Estado en esta materia que responda a los siguientes principios:

El respeto irrestricto de los derechos humanos –civiles, laborales y culturales– de las y los inmigrantes, lo que, en cuanto compete al Estado de Chile, importa la ratificación y promulgación de toda la normativa internacional que proteja tales derechos.

El impulso, desde el Estado, de una cultura de respeto, tolerancia, acogida y solidaridad a los inmigrantes y sus familias, así como a las chilenas y chilenos que retornan a su patria, fundada en los principios de igualdad y no discriminación, mediante la creación de condiciones institucionales y comunicacionales que favorezcan su integración y comprometan al conjunto de la sociedad civil.

 La promoción de la asociatividad, para mejorar la interlocución de los inmigrantes y de las chilenos y chilenos residentes en el exterior con el Estado de Chile, asegurar el carácter participativo de la generación e implementación de las políticas e iniciativas relacionadas con las y los inmigrantes y estimular el fortalecimiento de las identidades y culturas nacionales de unos y otros, en un marco de aceptación de la diversidad.

La suscripción de nuevos acuerdos bilaterales en materia de nacionalidad, revalidación de estudios y ejercicio profesional, salud, continuidad de la previsión social, seguridad en el traspaso de remesas, etc. 

La creación de una institucionalidad estatal adecuada, que garantice la efectiva implementación de esta política de Estado en materia de migraciones, basada en los principios señalados precedentemente y que promueva la incorporación de la sociedad civil.

Junto al perfeccionamiento de las normas sobre nacionalidad, la implementación del derecho a voto y a la ampliación de convenios en materia de salud, educación y previsión, a los que nos hemos referido, perseveraremos en la política de coordinar todos los esfuerzos gubernamentales tendientes a facilitar los trámites de nuestros compatriotas con los diversos ámbitos de la institucionalidad estatal chilena. Particular atención merecen los casos de exonerados, ex presos políticos y torturados e hijos de ejecutados y detenidos desaparecidos que, por encontrarse en el extranjero, han tenido dificultades para acogerse a los beneficios otorgados por las leyes de reparación que han dictado nuestros gobiernos.

En conclusión, entiendo el reconocimiento de todos vuestros derechos como fundamental, pues garantiza la plena participación en un régimen democrático. Tengo la certeza que constituye una aspiración de la más alta significación para todos nosotros.

Yo, al igual que ustedes, también he sabido de penas y alegrías cuando se vive fuera de la patria. Y también al igual que ustedes, he estado fuera de Chile por muy diferentes razones: siendo niña, por traslado familiar; siendo joven, a consecuencia de la dictadura, y ya adulta, por perfeccionamiento profesional.

Por eso he querido compartir estos sentimientos y propuestas. Entiendo que el solo hecho de pensar que nuestra tierra, desde la lejanía, nos espera y nos acoge, es una alegría y una esperanza para la gran familia chilena en el exterior.

Los invito a construir juntos un sendero de continuidad entre el Chile de adentro y el Chile más allá de nuestras fronteras. Porque efectivamente Chile somos todos.

Reciban un caluroso abrazo,
                                              
MICHELLE BACHELET
Santiago de Chile, Octubre, 2005

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