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MIRANDO AL SUR - augusto alvarado


¿QUÉ LE PIDIÓ A PAPÁ NOEL, M’HIJITO?

<hr><h1><u>¿QUÉ LE PIDIÓ A PAPÁ NOEL, M’HIJITO?</h1></u> por Nelson Villagra (*)
El Mostrador - 20 de Diciembre del 2005

Recuerdo claramente que en los primeros años de mi infancia no conocí al viejo de las barbas con saco a la espalda y vestido de rojo. Tampoco recuerdo el pino insigne ni en los campos de la provincia de Ñuble ni en los hogares. Al menos en casa de mis padres en Chillán dicha moda apareció escasamente un par de veces, tardíamente. Imagino que a instancias de alguna de mis hermanas mayores conocí a este Papá Noël poco antes de 1950.

Se le llamó el Viejo Pascuero. En esos años el viejo encontró resistencia. Muchos no querían renunciar a los Retablos del Nacimiento de Jesús, sintiendo que era eso lo que se debía celebrar: el nacimiento de Jesús. Porque los regalos se dejaban para la noche del 5 de Enero, fecha en que afirman los creyentes, llegaron los Reyes Magos a ofrendarle oro, incienso y mirra al Niño Jesús.

Otros ciudadanos de aquellos años 50 en Chillán -onda “progre”-, pretendieron una adaptación nacional del viejo de rojo, sacando del campo a don Pascual, viejillo éste que solía repartir los juguetes en una carreta. Porque claro, eso del trineo de Noël no resultaba muy cómodo para que don Pascual lo hiciera rodar por los tierrales, por los terraplenes de trumao, carreteras de ripio, y por las calles con adoquines. De manera que don Pascual tuvo carreta con yunta de bueyes pequeños, de los que se utilizaban para arar en los cerros, además calzó sus buenas chalas para caminar silenciosamente en la noche, manta larga para esconder los juguetes más chicos, y... se le otorgó comunicación directa con “don Jecho”. Sí, el viejo Pascual tenía el privilegio de entenderse directamente con Jesús. Como quien dice, don Pascual se presentaba ante Jesús y le comunicaba:

- “Don Jecho, perdone que lo distraiga, pero aquí vengo con la lista de lo que me han pedío”.

- Entonces don Jecho le respondía: “No me la mostrís na. Yo sé que tú soi hombre respetoso de la justicia”.

- “Es que hay algunos que se les pasa la mano, don Jecho. Piden cosas que ni se las merecen”.

- “Pide y se te dará, Pascual, no lo olvidís. Tú regala nomás, que el que no se lo merece se las arregla con mi Taita”.

Y así entonces, el viejo Pascual agarraba su carreta y azuzaba los bueyes: “Ilusión, Esperanza, ele jota”.

Pero el “viejo colorao” parece que hizo muy buen marketing y fue orillando, orillando a don Pascual. Los bueyes se enflaquecieron, la carreta se enmoheció y don Pascual terminó arrinconado cantando como Atahualpa Yupanqui: “Porque no engraso los ejes/ me llaman abandonao”. Levantar la candidatura de don Pascual en los años 50 (junto con otra serie de medidas culturales de resistencia) fue un esfuerzo que duró quizás hasta los años 70. Fue el último intento de los “progre” para detener al viejo de rojo con sus pinos insigne. Pero no hubo caso, Noël nos la ganó de punta a cabo, sin necesidad de segunda vuelta (ballottage, dicen ahora los siúticos).

Fue una lástima, porque el viejo de rojo además de no tener raíces culturales nuestras, no tiene tampoco diálogos con don Jecho. Papá Noël es un viejo con los pies en la tierra, práctico y realista. Su cualidad numinosa se quedó por allá por la antigua Roma. Hoy este viejo pascuero globalizado mantiene diálogos con los industriales, con los comerciantes y finalmente… con los padres:

- What do you want?

- Un triciclo para mi cabro chico.

- How much money do you have?

- Cinco mil pesos.

- Imposible! Next. What do you want?

Me paseo con uno de mis nietos por los pasillos de la tienda de juguetes. Hay tantos que Lander –de tres años- no sabe qué elegir (yo pienso en las humildes chapitas de pilsener y papaya con las cuales jugué innumerables veces cuando niño). Entonces le digo a Lander que si le interesa un juguete debe decírselo a sus padres para que se lo comuniquen a Papá Noël. Mi nieto me mira extrañado. ¿A éste?, me dice señalando un enorme viejo colorado de plástico que se mece suavemente. Lander se acerca al muñeco y lo manosea, irrespetuosamente lo remece de un lado a otro y Papá Noël casi toca el piso con la cabeza. No me importa. De los picaos también será el reino de los cielos, me digo. Es mi pequeña venganza a nombre de don Pascual, quien seguramente reprobaría mi actitud, pero quien sabe, como es chileno me imagino que en el discurso doble me diría: “¡Dígale a Lander que le pegue en las canillas!”

Sin embargo, como los bueyes de don Pascual se llamaban Ilusión y Esperanza, no pierdo ambos sentimientos, y conservo la ilusión y la esperanza que en algún pueblo de provincia de la zona central, aunque no sea nada más que para conservar la poesía, antes de Navidad todavía don Pascual dialogue con don Jecho tomándole su parecer.

Mientras termino estas letras miro la abundante nieve en la calle desde mi ventana en Montreal. Aquí a nadie se le ocurriría simular nieve sobre el árbol de Navidad. Los chiquillos québécois y canadienses desean comprarse el último juego de nintendo, y los padres lo único que desean es regalarse un tour al Caribe que ojalá se extienda hasta mayo.
(*) Nelson Villagra es actor, el inolvidable protagonista de la película chilena “El Chacal de Nahueltoro” – Vive en Canadá.

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