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MIRANDO AL SUR - augusto alvarado

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LÁZARO CÁRDENAS

<hr><h1><u>LÁZARO CÁRDENAS</h1></u>

EL PRESIDENTE DEL PUEBLO


Por Martí Batres Guadarrama
La Jornada (México) - Jueves 20 de octubre de 2005



Han pasado 35 años de la muerte del general Lázaro Cárdenas del Río y 65 desde que dejó la Presidencia de la República, y su memoria sigue viva. Generación tras generación se transmite la imagen de un buen presidente; más aún: del mejor presidente del siglo XX. Y yo diría del único presidente posrevolucionario que es nombrado con respeto. En el lenguaje popular se dice que México sólo ha tenido dos buenos presidentes: Benito Juárez en el siglo XIX y Lázaro Cárdenas en el siglo XX.

¿Por qué es recordado Lázaro Cárdenas? ¿Por qué impone respeto a generaciones que no lo conocieron físicamente y que sólo han oído hablar de él en los libros o en los relatos de sus antepasados? El secreto está en una cuestión muy sencilla de explicar, pero muy difícil de lograr: usó el poder para beneficiar al pueblo de México, a la gente común, al más olvidado, al más humilde, al más pobre. Los gobernantes, en el mundo en general, y en México también, tienden a servir a las elites, a los poderes fácticos, a los dueños del dinero, a los imperios. Por eso, cuando un gobernante enfrenta con valentía, con dignidad a esos poderes se gana el respeto de la historia y la veneración de la gente.

Lázaro Cárdenas gobernó con el poder de las masas populares, las convocó, las escuchó, hasta cierto punto las organizó y las convirtió en el actor principal de su programa de gobierno. Eso explica que cuando necesitó a la gente, la gente estuvo ahí con él, y que no hubo poder político o económico nacional o extranjero que pudiera desbarrancarlo. La figura del general Lázaro Cárdenas crece más con el paso del tiempo en la medida que el político de nuestros días se convierte en una especie de producto chatarra que se anuncia con grandes virtudes por televisión y sirve para muy poco al momento de adquirirlo. La memoria de Cárdenas no necesita de espots para quedar fija en el imaginario del pueblo.

Lázaro Cárdenas dio dignidad a la Presidencia de la República, desterrando el maximato callista que subordinaba el poder constitucional a un poder fáctico ajeno a las instituciones. Impulsó la educación socialista, que no fue otra cosa que llevar la formación básica, laica y científica, a todos los rincones del país. Creó las normales rurales, con sus internados para estudiantes campesinos y pobres. Impulsó instituciones educativas de nivel superior, como el Instituto Politécnico Nacional, la Universidad Autónoma de Chapingo, la Escuela Nacional de Antropología e Historia. Todas esas medidas dieron uno de los más grandes florecimientos de la educación de nuestro país.

Cárdenas instrumentó el más grande reparto agrario en la historia de México, haciendo del ejido una poderosa propiedad social que reactivó la economía de millones de familias de campesinos. Durante su gobierno se creó la administración obrera en los ferrocarriles nacionales, hoy tristemente entregados al capital extranjero. Y por supuesto, como sabemos, expropió la industria petrolera y la riqueza petrolera del subsuelo, poniéndolas en manos del Estado. Esta decisión de gobierno potenció el respeto a México en el escenario internacional, materializó el ejercicio de la soberanía, concretó una aspiración de justicia laboral de los trabajadores petroleros mexicanos, pero sobre todo sentó las bases para un desarrollo nacional sostenido. Esa fue una decisión tremendamente visionaria. La expropiación petrolera hoy permite a México obtener ingresos extraordinarios por la venta del petróleo. Si no fuera por el general Cárdenas, esas ganancias estarían en manos de las grandes compañías inglesas y estadunidenses.

Fue también un gobernante demócrata que ejerció el poder con apego a los principios republicanos, que no era la regla de aquellos días. En la segunda década de los treintas Hitler gobernaba en Alemania y Stalin en la Unión Soviética, uno de derecha y otro de izquierda, pero ambos dueños de un poder totalitario. Cárdenas recibió en México a los judíos perseguidos por Hitler, y a León Trotsky perseguido por Stalin, y también les abrió el corazón del país a los republicanos españoles perseguidos por la dictadura de Francisco Franco.

Recientemente el general Lázaro Cárdenas ha sido objeto de amplio homenaje en España, mientras en México nos seguimos beneficiando por la fuerza cultural que aportaron los refugiados españoles. En la mejor tradición republicana, a pesar del enorme prestigio y apoyo popular conquistado durante su gobierno, Cárdenas rehusó convertirse en un nuevo Calles, y renunció a ser un poder tras el trono, manteniendo una discreta actuación y una opinión viva en favor de la lucha de los pueblos del mundo por su emancipación.

A 35 años de su muerte, Lázaro Cárdenas del Río es el ejemplo de lo que significa un estadista verdadero. Su ideario sigue inspirando la mejor política para la izquierda en México. La política social del actual Gobierno del Distrito Federal no es otra cosa que una política cardenista. República democrática, soberanía de la nación y reforma social son pilares del cardenismo que deben seguir orientando a la izquierda mexicana, y que deben retomarse por quien pretenda hacer un buen gobierno en nuestro país.

Finalmente, diría que, tomando en cuenta la gran desigualdad en la que ha caído México, los enormes rezagos sociales, la pérdida de soberanía en la conducción de nuestro desarrollo, ya hace falta, es más, urge tener un buen presidente, un presidente como Lázaro Cárdenas que gobierne para los de abajo y ponga freno a la voracidad incurable de los de arriba
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MÉXICO

TIEMPO LATINOAMERICANO


Por Luis Hernández Navarro
La Jornada
(México) - Martes 3 de mayo de 2005

Aunque nuestras elites quieren vivir mirando al norte, el reloj de México marca su tiempo en sincronía con Latinoamérica. Más allá de su especificidad, las jornadas de lucha contra el desafuero y contra la inhabilitación política forman parte de las profundas convulsiones sociales que atraviesan la región.

Simultáneamente a la toma de las calles por más de un millón de ciudadanos mexicanos para frenar el intento de establecer una democracia selectiva, el movimiento de los forajidos tumbó en Ecuador al presidente Lucio Gutiérrez y explosivas protestas populares pusieron en jaque a los gobiernos de Belice y Nicaragua; en el primer caso para frenar la decisión de privatizar la empresa de telecomunicaciones, y en el segundo para rechazar el alza en el precio de combustibles.

El levantamiento popular venezolano de 1989, conocido como caracazo, marcó el inicio de la irrupción masiva y en ocasiones violenta de los sectores populares en asuntos públicos en el subcontinente. Las movilizaciones sociales han derrocado cuatro presidentes en Argentina, tres en Ecuador y uno en Venezuela, Brasil, Colombia y Bolivia. Además, las protestas han echado atrás la privatización de servicios públicos o de recursos naturales en varios otros países.

Estos movimientos son parte de un ciclo de protesta social extraparlamentaria mucho más amplio. Lo social ha invadido la esfera antes reservada a lo "político", al tiempo que el campo de la política institucional entra en crisis. Mientras la mayoría de los partidos de izquierda han renunciado a sus programas históricos y se zambullen de lleno en las aguas del gatopardismo centrista, la acción callejera de la multitud ha modificado la correlación de fuerzas.

Entre los saldos verificables que arroja la entrada de América Latina en la globalización se encuentra la polarización social. Si el continente salió de la negra noche de las dictaduras militares con naciones fragmentadas, aunque llenas de esperanza en que la democracia liberal traería en su bolsa la justicia social, el neoliberalismo profundizó la segmentación e hizo evidente que no era con las viejas clases políticas que como ésta podría conseguirse. Insertos, débil y mal, en la economía mundializada, los países del área se han dividido internamente entre una elite que se beneficia de esa inserción y las amplias mayorías que quedan fuera de ella.

Los saldos del modelo son lamentables. La relativa recuperación económica de América Latina ha ido acompañada de altas tasas de desempleo, que en la región aumentó en promedio de 6.7 por ciento en 1980 a 10.5 por ciento en 2004. La fuerza laboral se ha desplazado desde la producción de bienes a los servicios. Poco más de 70 por ciento de los nuevos puestos de trabajo se localizan en el sector informal, en el cual no se establecen relaciones contractuales. Sin seguro de desempleo, con las redes de protección social desmanteladas, con flexibilidad laboral creciente, no puede extrañar que haya 220 millones de pobres.

La lucha contra el desafuero en México está emparentada con las nuevas movilizaciones sociales en Hispanoamérica en cuanto éstas expresan la respuesta de los sectores subalternos ante una situación límite, provocada por la combinación de políticas de ajuste salvajes y democracia precaria. Si bien las protestas contra el desafuero de López Obrador respondieron a una dinámica local de defensa de las conquistas democráticas, fueron, además, alimentadas por una polarización social similar a la que atraviesa toda América Latina. La inhabilitación política del Peje significó, para muchos de sus seguidores, la cancelación de sus expectativas de justicia redistributiva, esto es, sumar a su exclusión presente una exclusión futura. Después de todo, son muchos los ciudadanos que identifican la gestión del tabasqueño en el gobierno de la ciudad de México con la formación de redes de protección social y la creación de empleos, al tiempo que ven en su candidatura a la Presidencia la posibilidad de replicar esas políticas.

El fin de los regímenes autoritarios en Hispanoamérica coincidió con la reivindicación del mercado como escuela de virtud. Se sustituyó la política por el mercado, la administración pública por el manejo gerencial, la ciudadanía por los consumidores, la atención a la pobreza por la rentabilidad social. El llamado a "reinventar" el gobierno trasladó mecánicamente la ideología de la empresa privada a las políticas públicas. Lo empresarial se convirtió en sinónimo de gobierno eficiente, moderno, no burocrático, no corrupto y responsable. La transgresión de lo público por parte de los intereses privados polarizó las sociedades latinoamericanas. Y lejos de ayudar a mantener la cohesión social, desmantelar lo público para abrir sus competencias y funciones a lo privado lo fragmentó. Disminuida la legitimidad política por el reino del mercado y la práctica abdicación de las funciones redistributivas y asistenciales del Estado, y erosionada la figura del Estado-nación por la apología de la globalización, la identidad nacional de los sectores populares se disoció del Estado y la clase política. Surgieron así expresiones de descontento social que reivindican el espacio público en oposición a la privatización de los recursos naturales y buscan reformular la fuerza integradora de la vieja identidad nacional.

Como ha sucedido con otros políticos progresistas del continente, López Obrador encarna para muchos esa mezcla de añoranza y reinvención de la identidad nacional. Su rechazo a poner en manos de la iniciativa privada el sector energético refuerza en los afectados por la privatización de los servicios públicos la convicción de que con él pueden defenderse los intereses como nación.

El reloj mexicano camina, mucho más de lo que se cree, en el tiempo de Latinoamérica. Y eso implica también el que aún no han irrumpido en la arena pública otros actores que son claves en la vida política de la región.


DESDE MÉXICO A LOS HERMANOS LATINOAMERICANOS

Por Gerardo Fernández Casanova

Caracas (Venezuela)- 20 de abril de 2005

Al paso de la rueda de la historia toca hoy a México aplicar todo su esfuerzo en la batalla latinoamericana por la segunda independencia. El pueblo de México está decidido a tomar el poder enfrentando a la misma caterva de rémoras que en todos nuestros países se oponen al imperio de la justicia y la libertad.

La lucha ancestral, en veces adormilada y en veces luminosa, toma cuerpo hoy de frente a los comicios federales del 2006. El destilado licor de la historia pone hoy en claro la confrontación de dos proyectos de nación perfectamente diferenciados e incompatibles.

De un lado, los consabidos paniaguados del poder financiero internacional y, del otro, el pueblo afanoso por conquistar la justicia y la libertad, cansado de soportar la pesada lápida de la elite privilegiada y de la jauría de castrados a su servicio. De alguna manera la batalla se da en otra geometría política: una derecha que ve hacia el norte y se entrega a sus designios, y una izquierda que voltea al sur y procura la solidaridad. Este escrito pretende ser un mensaje a los hermanos luchadores latinoamericanos en busca de su solidaridad.

Diría el filósofo de mi pueblo (especialista en análisis coyuntural): “ahora sí que se juntó el hambre con las ganas de comer”. A la cada vez mayor presión del pueblo por la ignominiosa política que ha empobrecido a la mayoría, se agrega la presencia de un líder carismático capaz de convocar a la movilización popular pacífica pero enérgica. Andrés Manuel López Obrador (AMLO) electo en el año 2000 como Jefe de Gobierno del Distrito Federal (Cd. de México) y anteriormente Presidente del Partido de la Revolución Democrática (PRD), se encuentra a la cabeza por más de 14 puntos en las encuestas de intención de voto para la Presidencia de la República, producto de un excelente desempeño de su cargo y de una clara actitud de compromiso con la población empobrecida.

La derecha tradicional representada por los partidos Acción Nacional (PAN) y Revolucionario Institucional (PRI) así como los organismos patronales, ha tomado conciencia del riesgo que para sus privilegios representa el triunfo electoral de la izquierda con AMLO a la cabeza, y desde hace más de un año se han empeñado en destruirlo antes de que se presente a la elección, mediante las más truculentas maquinaciones de la tradicional plomería política mexicana, afortunadamente conducida por el más inepto de los plomeros, el señor Fox que, acompañado por su ambiciosa esposa, suma malevolencia y estulticia.

La última cuenta del rosario de infructuosas trampas es la demanda de un propietario particular (pájaro de cuenta, por cierto) por la supuesta violación de un amparo judicial (habeas corpus) en la construcción de una vialidad para comunicar a un hospital, asunto que llevó al Procurador General de Justicia de la Nación (fiscal) a solicitar a la Cámara de Diputados federal la eliminación del fuero constitucional del Jefe de Gobierno de la capital, en términos de poder proceder penalmente en su contra y, por este medio, inhabilitarlo para participar en la contienda electoral del 2006.

Finalmente el pasado 7 de abril la alianza maleve de PAN y PRI, que hacen mayoría en la Cámara, votaron por el desafuero de AMLO, en medio de las más contundentes manifestaciones de protesta popular (ese mismo día se reunieron más de trescientas cincuenta mil personas en la Plaza de la Constitución) así como de los comentarios en contra de la medida formulados por intelectuales y juristas mexicanos y del exterior.

Lo importante del caso es que para la mayoría de la gente ha quedado de manifiesto el contubernio doloso, que incluye a los medios de la televisión privada, lo que lejos de mermar la popularidad de AMLO, lo ha catapultado. Hoy la vida política en México gira en torno de López Obrador, gracias a la propaganda que hacen sus adversarios. Tal parece que la gente ya se percató del hecho de que aquellos que siempre le han engañado y perjudicado son los que encabezan el combate contra AMLO, con lo que confirman a éste como su aliado.

Pero más importante será sostener e incrementar esta fuerza hasta las elecciones de julio del 2006, en medio de un proceloso mar de intrigas, trampas y afanes destructivos. La derecha apuesta al desbordamiento de la violencia para justificar la represión e imponer el voto del miedo, en su afán por configurar un bipartidismo a modo entre las derechas al estilo gringo, sin la peligrosa presencia de un candidato fuerte de la izquierda.

Andrés Manuel López Obrador contempla la nada remota posibilidad de ser llevado a prisión por el malevaje y no interpondrá recurso alguno para evitarlo, al efecto de explosionar el desprestigio generalizado de las instituciones nacionales de procuración y administración de justicia, incluso a riesgo de verse inhabilitado para la participación formal en el proceso electoral.

En términos reales AMLO podrá realizar una campaña menos onerosa y, desde luego más segura, desde la cárcel dado el grave riesgo que corre su vida ante la desesperación de sus detractores (léase asesinato de Luis Donaldo Colosio en 1994). En su discurso ante la manifestación popular de respaldo del pasado 7 de Abril, López Obrador anunció que competirá para ser postulado por el PRD como su candidato presidencial, así sea desde la cárcel. También ya hizo lo propio Cuauhtémoc Cárdenas para competir por cuarta ocasión. Ambos son excelentes cartas para la izquierda y postulan un muy parecido proyecto alternativo de nación; la única diferencia estriba en que AMLO es el que ofrece una expectativa real de triunfo electoral.

Todo indica que, en cualquier circunstancia, el PRD y la izquierda mexicana presentarán un frente amplio unido, con un proyecto de centro-izquierda, nacionalista y de marcada prioridad en la recuperación de la capacidad de desarrollo con fundamento en las fuerzas internas y en la solidaridad latinoamericana.

Ahora sí, se juntó el hambre con las ganas de comer. Seguiremos informando.