Que el diablo se lleve a los endemoniados. La exhumación de los poetas debería sorprendernos
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Por
Enrique Lafourcade
El Mercurio, domingo 24 de julio de 2005
Consumismo, rapiña, obscenidades, asaltos conforman parte sustantiva del pan nuestro. En los cincuenta barrios del gigantesco Santiago a medio demoler, a medio construir, sobreviven ángeles y demonios. Adolescentes integrando sectas de neonazistas expertos en masacrar prostitutas gordas, de elásticos mini-trapos rosados, penosas estatuas solitarias de la lujuria y la codicia en medio de la niebla. Vendedoras de drogas. Aparecen fantasmales endemoniados que por orden de Satanás masacran sacerdotes.
Flota un aire venenoso en este nuevo Chile exaltado en forma irresponsable por cierta prensa, por la radio y la televisión. Estos medios informativos privilegian el terror, la fealdad, la lujuria. Es el Chile nuevo a medio morir saltando, a tanto morir llorando.
Antídotos y viejos remediosResulta extremadamente dañina la acción visual y sonora de "los medios" que han descubierto en la comunicación exacerbada de los antivalores de la condición humana un seguro modo de ganar dinero vendiendo avisos. Hay en marcha un "animamoto" que intoxica a este país de seres inocentes que sobreviven en una suerte de intemperie ética.
En estos últimos días, cuando nieves y terremotos empiezan a tranquilizarse, yo sugiero el consumo entusiasta, voraz, de la poesía. Droga espiritual de perennes virtudes.
No, necesariamente, de los poetas públicos, premiados hasta el escándalo, oficiales.
Y un sí rotundo a los poetas secretos. En mis manos uno de los maravillosos libros de
Braulio Arenas. "La Mandrágora" es una antología lírica llena de antídotos. No resisto la tentación de algunas citas:
"El amor pesa tanto como la realidad que desaloja". El poeta escuchó muchas voces que provenían de su casa fantasma. Todo allí resulta extrañeza, interrogaciones: "¿Y qué he hecho yo, durante mi vida, sino dar vueltas sobre mi corazón, sobre la palabra que la aurora me ha dado...?". "Leo y releo en trance sus descubrimientos. En un poema dedicado a André Breton cito:
"Ellos se convidaban para reír/ para hablar del pasado/ para conocer la vida en todos sus detalles". Otro:
"Con un ¡perdón, voy a tomar la juventud!/ como quien toma el último tranvía de la noche..."/ "¿y para qué señor?/ para conocer la muerte en todos sus detalles".
Arenas estremece. Al menos algo me pasa con sus palabras que respiran, llenas de suspiros y risas:
"Los espejos evaporados que entonces/ sustituían a puertas de vaivén,/ esos espejos rondaban a la muchacha como alas de la sal volando en el desierto./ Un hombre llegaba de tan lejos/ inmóvil frente a ti,/ él te interrogaba, los espejos respondían/ movían sus alas los espejos/ ellos respondían con un vaivén de imágenes./ Los espejos imitados por las aves/ se desplazaban raudos por el cielo/ se desplazaban con un vaivén de amor/ ellos siempre parecían lucir sus alas nuevas/ como los sueños de sal de la muchacha".
Exclamación: ¡qué maravilla! Arenas, Braulio el mago convierte en oro todo lo que escribe. Vivió (vive) como un poeta del tiempo eterno, completo. Recatado, llega sin hacer ruido para quedarse, respirando la poesía que no puede ver a la prosa ni en pintura. Este invierno no está tan malo como dicen el viento y las lluvias. Aparecen huellas de San Braulio. Y jóvenes y viejos poetas privados viviendo sus ensueños en versos repletos de músicas de alas como
Francisco Véjar y su recién publicado libro "Bitácora del emboscado", del que cito:
"Hay algo subterráneo en Santiago/ rostros inimaginables, muchachas rapadas, ciegos/ seres que como nosotros creen alejarse por un instante/ del frío, del miedo y de la muerte".
La nueva re-evoluciónHay grandes poetas secretos, hay tanta poesía secreta por descubrir.
En el fondo del sueño respiran Braulio Arenas, Jorge Teillier y muchos más. Son los príncipes olvidados que desde lo hondo de los resplandores de sus palabras nos embellecen la vida, y tal vez, en este áspero Chile, podrían ayudarnos a disminuir los miasmas. El aire, hoy, se llena de efluvios malignos. Chile se ha convertido en un cuerpo enfermo, pródigo en materias corruptas y aguas estancadas.
Contra estas atmósferas, la purificadora acción de los olvidados. No hay que olvidarse de los poetas. Ya iremos desenterrándolos del Suelo para devolverlos al Cielo."
UN POEMA DE JORGE TEILLIER
RETRATO DE MI PADRE, MILITANTE COMUNISTAEn las tardes de invierno
cuando un sol equivocado busca a tientas
los aromos de primaveras perdidas
va mi padre en su Dodge 30
por los caminos ripiados de la Frontera
hacia aldeas que parecen guijarros o perdices echadas.
O llega a través de barriales
a las reducciones de sus amigos mapuches
cuyas tierras se achican día a día,
para hablarles del tiempo en que la tierra
se multiplicará como los panes y los peces
y será de verdad para todos.
Desde hace treinta años
grita "Viva la Reforma Agraria"
o canta "La Internacional"
con su voz desafinada
en planicies barridas por el puelche,
en sindicatos o locales clandestinos,
rodeado de campesinos y obreros,
maestros primarios y estudiantes,
apenas un puñado de semillas
para que crezcan los árboles de mundos nuevos.
Honrado como una manta de Castilla
lo recuerdo defendiendo al Partido y a la Revolución
sin esperar ninguna recompensa
así como Eddie Polo -su héroe de infancia-
luchaba por Perla White.
Porque su esperanza ha sido hermosa
como cieruelos florecidos para siempre
a orillas de un camino,
pido que llegue a vivir en el tiempo
que siempre ha esperado,
cuando las calles cambien de nombre
y se llamen Luis Emilio Recabarren o Elías Lafferte
(a quien conoció una lluviosa mañana de 1931 en Temuco,
cuando al Partido sólo entraban los héroes).
Que pueda cuidar siempre
los patos y las gallinas,
y vea crecer los manzanos
que ha destinado a sus nietos.
Que siga por muchos años
cantando la Marsellesa el 14 de julio
en homenaje a sus padres que llegaron de Burdeos.
Que sus días lleguen a ser tranquilos
como una laguna cuando no hay viento,
y se pueda reunir siempre con sus amigos
de cuyas bromas se ríe más que nadie,
a jugar tejo, y comer asado al palo
en el silencio interminable de los campos.
En las tardes de invierno
cuando un sol convaleciente
se asoma entre el humo de la ciudad
veo a mi padre que va por los caminos ripiados de la Frontera
a hablar de la Revolución y el paraíso sobre la tierra
en pueblos que parecen guijarros o perdices echadas.
(
"Muertes y Maravillas")