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MIRANDO AL SUR - augusto alvarado

pablo huneeus


EL ÚLTIMO CABALLO

<h1><u><hr>EL ÚLTIMO CABALLO </h1></u> por Pablo Huneeus
14 de noviembre de 2005

Al atardecer pasó frente a mi casa el último caballo. Es el alazán de un jardinero que trabaja cerca y suele volver a su casa por un atajo al final de mi calle que lo lleva derecho por las lomas del Manquehue a Lo Barnechea. En la era del automóvil y del tag, es un vehículo absurdo de lento, podrá decirse, algo que nadie lamenta sea olvidado para siempre, junto a las espuelas y el rebenque. Pero mientras el ruido del tráfico motorizado nos tensa y ensordece, el retintineo de las herraduras sobre el pavimento me trae memorias de infancia a campo travieso.

¡Qué triste para un niño nunca vadear ríos a caballo ni correr liebres a galope tendido! ¿Qué recuerdos tendrá mañana? ¿El videojuego de moda, las tardes en el mall? ¡Qué privilegio fue convivir con un animal tan noble, tan querible y tan amigo del hombre como es el cuadrúpedo que en vez de reclamar bencina, relincha de contento con medio fardo de alfalfa!

Esas cosas estaba pensando al prender el computador, conectarme y echar una mirada a las noticias en
la BBC
antes de sumirme en mi inveterado desparramo de escritos a medio terminar. "El único motivo para publicar un libro", decía Borges, "es dejar de corregirlo". Y he ahí que me encuentro en primera plana del británico medio con un decir campesino, una bravuconada de guajiro, dando la vuelta al mundo como muestra del garbo y donaire del habla castellana en Latinoamérica.

Es la mofa, en sarcásticos pero respetuosos términos, lanzada en su arenga radial de los domingo por el presidente de Venezuela, Hugo Chávez a su colega de México. En el tono entre burlón y risueño en que el payador desafía a su contendor, dice textualmente Chávez:

"Presidente Fox: hay una copla en mi llano. Usted que es hombre de caballos y de llano también, que dice así, es de Florentino, el que peleó con el diablo: Yo soy como el espinito que en la sabana florea, le doy aroma al que pasa y espino al que me menea."

Seguidamente, acelerando el ritmo añade:
"¡No se meta conmigo caballero porque sale espinao!"

Nótese que no hay ningún garabato, ni alusión a la ilustrísima madre de Fox, doña Mercedes Quesada Etxaide, y que intercala el vocablo caballero. Lejos de descalificarlo, le recuerda, casi admirativamente, su aristocrática y muy publicitada afición por la equitación. "Hombre de caballos" le dice en una implícita referencia a las quijotescas órdenes de caballería regidas por códigos de honor y de buenas maneras.

Lo más significativo, sí, es el intento de igualarlo, de fraternizar con su par mexicano al agregar "y de llano también". Es el campo, la tierra misma de nuestro continente, pero que en boca de Chávez adquiere una especial emoción por provenir él de la región de "Los Llanos" venezolanos (Táchira, Barinas etc.), una maravilla de extensas praderas, ríos pletóricos de vida y fantásticas vistas del espinazo andino que corre del Caribe a
la Patagonia.

Claro
, las diferencias saltan a la vista: uno es alto y de raza blanca como gringo, el otro macizo y moreno; el padre de Fox era un hacendado de ascendencia estadounidense, el de Chávez, un maestro de escuela rural. Uno se graduó en Harvard y llegó a ser presidente de la Coca Cola
antes de optar por la presidencia de la república. El otro vendía en la calle caramelos hechos por su abuela antes de enrolarse en el ejército, donde siendo coronel protagonizó una típica asonada castrense. O sea, uno subió por la escala dorada, el otro por la militar.

Como sea, en un continente donde padecemos a tanto fruncido para hablar, donde nos comemos de vergüenza, parece, la mitad de las palabras, es un alivio ver a un político manejar bien el idioma. Un diez le damos en "comunicación y lenguaje" como le llaman ahora a la asignatura de castellano.

Fox Vicente, el jinete decente, en vez de responder paya con talla, se las dio de tonto grave. ¿Y el sentido del humor que se supone propio de su ascendencia británica? ¿No era tan hábil el zorro? Ordena retirar embajadores, arma toda una alharaca en los salones ¡mire tío qué mal se porta Huguito!

Es cierto que ya antes Chávez lo había calificado de "cachorro del imperio", lo que no deja de ser ofensivo, pero así todo, el que se pica pierde. "Nuestro problema no es con el cachorro" declaró un funcionario de Caracas, "sino con su dueño."

Palabras, palabras, porque entretanto Venezuela cumple a cabalidad sus entregas de petróleo a Estados Unidos, las que representan un quinto del vital elemento que mueve a la gran democracia del norte.

Igual, como los dichos de unos arden más que la bencina de otros, bien podemos decir, a lo jardinero montado en alazán: ¡Agárrate Catalina, que vamos a galopear!


LA BANDURRIA SOLITARIA

<hr><h1><u>LA BANDURRIA SOLITARIA</h1></u> por Pablo Huneeus

Urbi et Orbi 70, Domingo 16 de Enero de 2000.

A comienzos de diciembre (Urbi et Orbi 65) hablamos de un pájaro herido que deambulaba por el humedal donde yace el Poseidón.

Lo llamamos abutarda, infundio que hoy nos apresuramos a desmentir porque es una mansa bandurria, esas aves de bosques pantanosos que vuelan cual cigüeñas, con el cuello extendido hacia adelante. Se ha quedado a vivir en los pastizales anegadizos que hay junto a la casa, decíamos. El resto de la bandada, la acompaña. Salen a buscar alimento, mas al rato vuelven para que no se sienta sola. Son familia, fue la conclusión.

Sin embargo, transcurrido cuarenta días, la bandada parece haber seguido su camino al sur sin esperar a la hermana retenida.

¿Tendrían importantes negocios que atender? ¿Peligraban perder la temporada? ¿Van a pasar de vuelta a buscarla?

No sabemos. Lo cierto es que hasta aquí no más llegó la bandurria ayer del montón, hoy libre de ataduras. Curiosamente, al mes valérselas por sus propios medios, ya no le cuelga el ala derecha, como era evidente semanas atrás, ni se ve maltrecha. Ahora que pusimos cristales bronceados en las ventanas, se acerca más a la casa. Entonces, uno la puede estudiar con calma mientras desentierra gusanos del pasto a un par de metros de distancia. Tiene ojos color rubí, cuello color oro viejo, cuerpo azabache y patas rojas.

A la menor provocación emite destemplados gritos de alarma, pero como ya nos conoce reserva sus imprecaciones a unos perros vagos que suelen aparecer. Sin duda se siente protegida con esto de que uno salga persiguiendo a los canes intrusos. A tal punto se ha posesionado de la propiedad que la dejamos cuidando la casa cuando fuimos a votar a Calbuco, distante a unos kilómetros.

O sea, a estas alturas se encuentra, como dicen en el campo, hallada. La vemos segura de sí misma, de buen talante y excelente apetito.

Así todo, no intenta jamás abrir sus alas. No quiere o no puede volar, todo lo cual nos dice que para un animal esencialmente gregario es factible adaptarse a ser único, singular y por ende dueño absoluto de sus propios pensamientos.

En su nueva condición de terrícola nos demuestra este vertebrado cantante que un animal amistoso puede lo más bien habituarse a vivir separado de la turba.

Al fin de cuentas, que el homo sapiens sea, según Aristóteles, un "zoon politikón" (animal social) es válido a ratos, sobre todo a esas edades tempranas en que nos sentimos adheridos a los amigos. Pero el tráfago de los tiempos parece ir haciendo con uno lo de las bandurrias: lo va dejando a uno librado a su propia suerte, como si todos si todos hubieran seguido de largo por el camino frente a nuestra casa.

En la cola para embarcarse en el avión a Puerto Montt, apretujado entre un grupo de jubilados franceses y una pareja de newyorkinos. ¿Qué fue del país pequeñito y propio en que uno creció?

En el taco multitudinario sobre la calle en que jugábamos a la pelota. ¡Allá viene un auto!, gritaba el sapo cuando avistaba al fondo de la avenida Lyon un cuadrúpedo a ruedas.

Todo el boche, sea elección o notición, son rompientes en la lontananza. ¿Seguir la onda o hacerse caso?, that is the question. ¿Ser como todos o salir de adentro? ¿Mirar el boche en la Alameda o el atardecer en la playa?

De su debilidad ha sacado energía la bandurria, como diciendo que al interior del espíritu hay felicidad.

Moraleja: la Soledad da fuerza.

 

huneeus@pablo.cl

 

 


ÁRBOL EN PENA

<hr><h1><u>ÁRBOL EN PENA </h1></u>

por Pablo Huneeus
www.pablo.cl


Cuando miro los ríos desbordados, las casas con agua a la cintura y las calles hechas torrentes veo al alerce sangrando, al camión tronquero bajando del monte y a la chipera moliendo rollizos de madera roja para cargar barco tras barco con astillas.

No es primera vez que llueve en Chile, ni será la última que el Mapocho se pasee por las planicies bajas de la capital. Ya en 1545 el propio fundador de "Santiago del Nuevo Extremo", Pedro de Valdivia, informaba a su "Sacra, Cesárea y Católica Majestad" (Carlos V) que "En junio en adelante, que es el riñón del invierno, le hizo tan grande y desaforado de lluvias, tempestades, que fue cosa monstruosa, que es toda esta tierra llana, pensamos de nos anegaríamos, y dicen los indios que nunca tal han visto, pero que oyeron a sus padres que en tiempo de sus abuelos hizo así otro año". Por su parte, en 1574 el escribano de la Inquisición, Nicolás de Gárnica comenta que nuestro Sena, "con ser chico y ruin, venía tan poderoso y grande".

"A gran mojada, gran secada" decían los antiguos refiriéndose al ciclo típico de la pluviometría chilensis. Lluvias cortas, intensas, amontonadas en torno al "riñón del invierno", han sido el pan nuestro de cada día de "un año normal" (325 mm), en circunstancias que en 1886 cayeron en la capital 59 mm; contra 820 mm en 1900; 760 mm el 26: y apenas 69 mm. en 1968. O sea, los 319 mm a la fecha no debieran sorprender a nadie, menos en un país que de cero suele diluviar, como en isla Guarello, hasta 7.330 mm. anuales.

Más aún, desde el Cachapoal al sur uno alcanzó a conocer ríos prístinos, de aguas claras y profundas. El mismo Maule, no ha mucho era navegable en falucho y el Ñuble en invierno mantenía su transparencia verde esmeralda.

Sin embargo, es tal la furia con que las aguas de la última mojada se abalanzaron cerro abajo, que todos esos ríos se embancaron, ocasionándole a las puras estructuras de Obras Públicas (caminos, puentes) perjuicios por $17.903 millones. A la veintena de vidas humanas perdidas en derrumbes y ahogos, súmense los daños a reses, casas, fábricas, sembradíos, comercios y vehículos.

O sea, no es la lluvia en sí misma la perjudicial, sino estos nuevos lodazales color chocolate provocados por la erosión, que ahora corren desaforados con cuanto limo y cascajo pillan a su paso. Todo, por la deforestación. Entonces la sociedad chilena, en lugar de aprender a habitar su territorio, aumenta la indefensión y miseria de su gente.

Aunque Chile es una cornisa inclinada hacia el mar, y el cordón andino a su espalda es un montón de tierra suelta, –no roca firme como parece– el Creador dispuso estupendos gaviones para sujetar la montaña en su lugar: tamarugos y chañares en las serranías de Atacama, peumos y boldos hacia el Aconcagua, roblerías y alerzales desde Vichuquén al Corcovado, y cipreses y lengas hasta el Cabo de Hornos, todos hechos para el agua que les toca..

El bosque nativo, con su sabia variedad de especies, evita que las gotas de lluvia golpeen el suelo, actúa de esponja absorbiendo agua para luego largarla limpia y serena en verano. Aminora el desgaste del viento, atenuando las voladeras de polvo en tiempo seco y los derrumbes en invierno. Las raíces sujetan la grava libre y abren vías de penetración hacia las vertientes y pozos de la planicie. Los viejos troncos sirven de alimento al renoval y en las empinadas quebradas desde el agrio litre al solemne ulmo abrazan firme las piedras propensas al alud.

Pero vino la quema de floresta virgen para desalojar a los mapuches, la corta de tamarugales para fundir la plata de Chañarcillo, el pastoreo de cabras para explotar a rajatabla el matorral de secano, el roce a fuego para incorporar potreros a la agricultura, la horda de hacha al hombro cortando leña para el pan, el madereo para fabricar puertas y ventanas, y finalmente en grande, la industria forestal de exportación.

Autorizada a talar bosque nativo de tierras fiscales y encima subsidiada por el DL 701, dicha industria encabeza la guerra al árbol chileno. Bajo la motosierra empresarial caen cientos y miles de notros, lingues, y robles al día. Tendidos sobre el barro, asediados por matarifes de chaqueta amarilla, les cortan sus brazos de hojas, los despojan de su corteza como quien descuera conejos, los arrastran con cadenas, y lo que ayer era magia, ahora es un barrizal donde las botas se hunden hasta la rodilla.

Al quedar la tierra desnuda, la lluvia tajea la ladera y desciende cual hemorragia, arrastrando consigo la capa vegetal y el subsuelo inerte –arcilla, greda, arena– que la sustenta. El cauce de esteros y afluentes por donde debiera correr agua se llena, pues, de lastre. Por eso, al agua no le queda más que desbordarse violentamente hacia los poblados colindantes.

El resultado es esta nueva fragilidad de Chile, la que debe ser subsanada parando en seco la tala del bosque nativo, terminando de una vez con los roces a fuego (el SAG todavía autoriza quemas de monte) y repoblando el territorio con la mejor defensa fluvial jamás inventada: don árbol.


huneeus@pablo.cl


 


¿POR QUÉ CHILE SE LLAMA CHILE?

<HR><H1><U>¿POR QUÉ CHILE SE LLAMA CHILE?</H1></U>

Lo que faltaba. Si el 86% de los chilenos desconoce qué ocurrió el 18 de septiembre de 1810, muchos más son los que no tienen noción alguna sobre el origen de la palabra ‘Chile’. ¡No saben ni donde están parados, iñó!



Por Antonio Valencia
La Nación de Chile - 25 de septiembre de 2005



“¡Cresta! ¿Me va a creer que no tengo ni la menor idea?”. El vozarrón de El Temucano, Tito Fernández, surca con fuerza el aire. “Pa’ qué le voy a andar con cuentos. Nací en un país que se llama así, donde mi papá y mi mamá, además del colegio, me enseñaron que así se llamaba, ¡pero nunca me dijeron por qué!”, narra el folclorista antes de echar mano a la leyenda.

“Allá en el sur siempre escuché que el nombre viene del grito de los triles, un pájaro que por las tardes vuela emitiendo un sonido que suena como ‘chile’. No sé si será así, porque los españoles llegaron por el norte, no por el sur”, se defiende Tito Fernández, cuyo su verdadero nombre, por cierto, es Humberto Waldemar Asdrubal Baeza Fernández.

No está del todo lejos El Temucano de la versión onomatopéyica (palabras que imitan sonidos) que explica el origen de tan breve vocablo para tan larga faja de tierra. Igual dato maneja el poeta y músico Mauricio Redolés. “Había una tierra donde los pájaros gritaban ¡chile, chile! Más no sé. Siempre me quedó dando vuelta esa historia”, resume.

El drástico intelectual Armando Uribe se inclina por otra vertiente. “Por lo que he leído, en aimara, significa “donde se acaba la tierra”. El nombre le habría sido dado incluso antes que llegaran los españoles. El caso es que hasta acá era difícil llegar desde el norte por tierra o por mar”, apunta el empedernido fumador.

Debate etimológico



Por qué Chile se llama como se llama es un misterio que los historiadores han intentado resolver. No extraña que el común de los chilenos no sepa ni con mediana certeza el origen de la palabra. Menos cuando una encuesta reveló que el 86% desconoce que el 18 de septiembre es feriado porque en 1810 se celebró la Primera Junta Nacional de Gobierno.

La etimología de la palabra Chile, según describen los diccionarios de la materia, apuntan que procede del quechua o aimará “chilli”, que significa “confín”, pues así los incas llamaban a la parte sur de su imperio. Los textos también dan cuenta de otro detalle: existe en Arequipa, ciudad del sur de Perú, un río llamado “Chili”, cauce que dio origen a Chile como la región que estaba al sur de dicho afluente.

En el portal de Educar Chile, organismo que cuenta con el aval del Ministerio de Educación, enseña otro significado a la voz incásica asignada a la meridional
zona. “Almagro comienza su expedición hacia el sur, hacia las tierras que los incas llaman Chili o Tchili, que en quechua significa frío o nieve”, se lee en la página web.

Hay más versiones, pero, para tranquilidad de El Temucano y Redolés, en el siglo XVIII, Abate Molina, autor del ‘Compendio de la historia geográfica, natural y civil de Chile’ asegura que Chile vendría del vocablo “trih o chih”, palabra con que los aborígenes nombraban a un pájaro con manchas amarillas en sus alas. En ese mismo siglo, el cronista Diego de Rosales apuntó que era el nombre de un cacique del valle del Aconcagua.

Como fuere -está claro- con Chile nadie tiene la última palabra.


MATERIAS PRIMAS POR ANÁLISIS NOTICIOSOS

<hr><h2><u>MATERIAS PRIMAS POR ANÁLISIS NOTICIOSOS </h2></u> Por Andrés Soliz Rada

Una de las características de la relación entre los centros de poder mundial y las periferias es el intercambio de materias primas por análisis noticiosos. En tanto los países coloniales y semi coloniales proveen a las metrópolis de petróleo, estaño, oro y plata, ahora con el valor agregado de la maquila y algunas ensambladoras, las agencias de noticias de los países más industrializados se encargan de convencernos de las “bondades” del saqueo. Siempre se tratará de refutar este planteamiento por la vía de casuismo y de las excepciones, pero sin tocar su esencia.

En el marco de la globalización neoliberal, el retroceso de la libertad de información es gigantesco. Basta comparar la libertad de información que existió en la guerra de Vietnam, en la que centenares de periodistas, fotógrafos y cineastas dejaron para la historia películas, revistas, periódicos, fotografías y libros imperecederos, muchos de ellos basados en documentales recogidos en los campos de batalla. Ese trabajo, heroico y sacrificado, sensibilizó al propio pueblo norteamericano, el que, en gigantescas manifestaciones, exigió el retiro de los invasores.

Pero el imperio aprendió la lección, ya que la cobertura noticiosa de las invasiones a Irak y Afganistán fue anulada por los romanos de nuestro tiempo. Los medios de comunicación, incluyendo los europeos, tuvieron que repetir las noticias procesadas por la norteamericana CNN, bajo directivas del Pentágono. El sufrimiento de las víctimas de los bombardeos y de las masacres, que tacto impactó en Vietnam, se redujo a lucecitas relampagueantes en las pantallas televisivas, en tanto una voz en “off” decía que se estaba bombardeando Bagdad o Kabul. Si otra voz en “off” decía que se exhibía una película sobre la guerra de las galaxias nadie notaba la diferencia.

El intento más serio de terminar con esa descomunal información en la región es TeleSur, una suerte de CNN latinoamericana, que no dependerá de ningún Pentágono, capaz de difundir la otra cara de la opinión y de la noticia. En ella no se dirá, por ejemplo, que cientos de miles de iraquíes, incluyendo mujeres y niños indefensos, fueron aniquilados para liberarlos de la dictadura de Sadam Hussein, quien, además, tenía armas de destrucción masiva, ocultas en las fábulas de las “mil y una noches”. No se dirá que el Tío Sam es el abanderado de los derechos humanos, en tanto se filtran fotografías de torturas aberrantes en Irak, Guantánamo o Afganistán. No se dirá que EEUU, Francia o Inglaterra combaten al narcotráfico, mientras protegen y fomentan sus paraísos financieros en las Bahamas, en las Islas Caimán o en la Isla Mauricio. No se dirá que Washington preserva la ecología, pero que se niega a firmar el Tratado de Kyoto, o que practica el libre comercio, mientras desarrolla el proteccionismo más desenfrenado en materia agrícola o siderúrgica. No se manifestará, en fin, que George Bush lucha contra el abuso y la prepotencia, cuando el Imperio presiona a nuestros gobiernos para suscribir tratados de inmunidad para sus asesinos y violadores.

En ese contexto, es conmovedor que una enmienda del Senado estadounidense hubiera resuelto combatir a TeleSur, mediante emisiones especiales a Venezuela, a fin de que los venezolanos tengan “noticias exactas”. Tales emisiones se encargarán de difundir el “perjuicio” que significaría para la Patria de Martí, de Artigas y de Bolívar contar con FFAA latinoamericanas que pongan fin al colonialismo inglés en las Malvinas, al Francés u Holanda en las Guyanas o al norteamericano en Puerto Rico. Lo grave que sería para Wall Street que tengamos nuestro Banco Latinoamericano de Desarrollo, independiente del FMI, del Banco Mundial, del BID y de la CAF, tutelados por EEUU.

Sería inaudito que se permitiera articular a nuestras empresas estatales de petróleó, como planteó Hugo Chávez, para contener la despiadada succión de las petroleras europeas y norteamericanas. Que avancemos, en fin, en la creación de los Estados Unidos Socialistas de América Latina y del Caribe, abriendo nuevos rumbos al destino de la humanidad. Los psicólogos del imperio saben que el esclavo que ha tomado conciencia de su esclavitud ha comenzado a ser libre. Y en eso tienen razón, ya que TeleSur desarrollará la conciencia liberadora de nuestros pueblos.


EL LIBRO DE MICHELLE

<hr><h2><u>EL LIBRO DE MICHELLE</h2></u>

(“Michelle”, Ediciones Catalonia, Santiago, 2005)



Por Aristóteles España

Este libro reportaje narrado en distintas voces por las periodistas Elizabeth Subercaseaux y Malú Sierra, ambas de reconocida trayectoria en nuestro país y el extranjero, dan cuenta de un personaje femenino, cuya particularidad principal radica en que apareció de la noche a la mañana convertida de pronto en un ícono que rompió los moldes de la cultura machista imperante en la clase política chilena desde la fundación de la república. Michelle Bachelet es entrevistada con rigor y visión de futuro. Las periodistas dan a conocer su perfil humano poco conocido a nivel nacional e internacional sin los estereotipos que abundan en este tipo de géneros literarios (biografías, testimonios, crónicas, alabanzas a personajes del mundo de la cultura, la política, la televisión) que compiten desde hace décadas con la ficción.

Una doctora de niños, experta en epidemiología, proveniente de una cultura de izquierda desde su adolescencia, hija de un general de la aviación, torturado por sus pares, acusado de traición a la patria y muerto en la cárcel por los esbirros de la dictadura militar. Esta mujer que llegó a ser Ministra de Salud y Defensa en el tercer gobierno de la Concertación se ganó un espacio en la historia del país recorriendo hospitales, juntas de vecinos, pasando revista a las tropas de las FFAA arriba de tanques y aviones y que logró reivindicar el rol de la mujer en un momento de la historia en que los cargos públicos, privados, legislativos, están en manos de personeros que llevan en sus puestos durante décadas sin abrir espacios legítimos a las generaciones de recambio. La irrupción de Michelle en este escenario cambió la fisonomía del país en todos sus ámbitos, ya sea para sus adherentes o adversarios.

El libro no contiene peroratas ideológicas ni políticas, tampoco da recetas de cómo se deben comportar las mujeres en los escenarios públicos. Simplemente cuenta su infancia de clase media, rodeada de amigos que luchaban por un mundo mejor en la década del 70, su afición por la guitarra y las canciones de moda, los días aciagos del golpe de estado, la prisión junto a su madre Angela Jeria en Villa Grimaldi, los duros instantes del padre muerto sin tener donde enterrarlo porque su institución, la masonería, y todos aquellos que fueron sus amigos simplemente se borraron del mapa. Luego el exilio en Australia, Alemania, sus estudios de medicina en este último país, su militancia en la Juventud Socialista, sus amores y desamores como toda persona que es capaz de enfrentar los avatares de la vida cotidiana que no es color de rosa como caricaturizan los diarios de la derecha chilena con las fotos en colores de sus modelos y parlamentarias.

Una de los capítulos más emotivos es su estadía en Villa Grimaldi, la visita intempestiva del General Manuel Contreras y el recuerdo de sus compañeras de celda, Lucrecia Brito, Patricia Guzmán, María de los Angeles Salinas Farfán, Mónica Villanueva, que tenía 16 años, una dentista cuyo nombre se le escapa, María Eugenia Ruiz Tagle y la primera mujer de Alvaro Covácevich. Se ayudaban mutuamente después de las sesiones de interrogatorios. Michelle atendía a las gravemente heridas. Algunas de ellas le contaron que los días de año nuevo fueron violadas por militares borrachos. Ambas estaban embarazadas de siete y ocho meses. Todas tenían miedo. Cuando se abría la puerta de la celda tenían terror. Ese el mérito de este libro. Que logra transmitir emociones, sentimientos. Nadie puede quedar indiferente. No es un texto de propaganda como los que abundan en períodos como el actual. Es un texto para comprender desde un ángulo escritural diferente la vida de cientos de mujeres olvidadas que soportaron las mismas pesadillas de esta doctora en niños que tiene una cabaña en un lago y que puede ser la primera Presidenta en este remoto país así como Gabriela Mistral fue la primera mujer latinoamericana en obtener el Premio Nóbel de Literatura años antes que sus pares en Chile le otorgaran el Premio Nacional.

El texto tiene fotografías de distintas etapas de su vida, la reproducción del manuscrito que el General Bachelet envió a su esposa desde la cárcel pública de Santiago el 22 de febrero de 1974, días antes de su muerte. Y a lo lejos, en medio de la lectura de este libro se escucha el ruido del avión que las condujo junto a su madre al exilio, su paso (en el avión) por Isla de Pascua, las islas Fiji, y la llegada a Sydney donde su hermano Betingo y Patti, su esposa, los esperaban en el aeropuerto. Los abrazos, el saludo del gobierno, del parlamento. Eran las primeras exiliadas chilenas en Australia. El resto, ya es historia.