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MIRANDO AL SUR - augusto alvarado


LOS 110 AÑOS DE PABLO, EL MAYOR

<hr><u><h2>LOS 110 AÑOS DE PABLO, EL MAYOR</u></h2> "Las Últimas Noticias" - Domingo 14 de marzo de 2004
Luis Sánchez Latorre

No sólo de Pablo Neruda vive el hombre: también de Pablo de Rokha (Carlos Loyola Díaz).

De Rokha, diez años mayor que Neruda, nació en Licantén, a orillas del río Mataquito, en la provincia de Curicó, el 22 de marzo de 1894. Como apunta su acertado biógrafo Mario Ferrero, “su más remota infancia transcurre de poncho y a caballo. Es una infancia dura y varonil, entre arrieros y contrabandistas, entre peones agrícolas y humildes habitantes de la sierra. Este contacto continuo con un
medio ambiente de epopeya, fuerte y desgarrador, incluía la convivencia con todo tipo de personajes de complejísima estructura: comerciantes en ganado, policías y bandoleros, auténticos bandoleros de carabina recortada y puñal al cinto. Aventureros de toda especie, domadores, baqueanos, salteadores de caminos, completaban el reparto humano de este violento escenario”
.

No sé si en son de broma, Enrique Lafourcade me dijo que De Rokha, como jefe de familia, era un padre intimidatorio con todos sus hijos; que él -Lafourcade- vio alguna vez a Carlos de Rokha, el hijo mayor, preocupado de llegar a tiempo a casa para no incurrir en las iras del padre. Esta historia del poeta reprensor de los hijos me parece sumamente discutible, como la leyenda de que Pablo de Rokha se comía los pavos y los chanchos crudos, sólo por haber escrito “Epopeya de las comidas y bebidas de Chile”, obra superior a todo lo que Neruda hizo sobre la materia.

Es posible que en cuanto jefe de hogar venido de la provincia huasa, moldeado bajo la autoridad patriarcal del 900 de don Ignacio Díaz Alvarado y el cuidado hogareño de doña Laura Loyola, sus padres, De Rokha haya sido un tanto chapado a la antigua. En mis contactos con él, que los tuve en abundancia, jamás presencié escenas de familia
que no fueran las de una visible y respetuosa atención por las cosas de los suyos.

Se ha sostenido, asimismo, que fue un bohemio impenitente, sin temor a los rituales de la bebida. Por lo que yo pude captar a través de la experiencia de una larga amistad -que excluye por cierto su juventud-, no fue bohemio ni dado a la bebida. Si se examinan con buena pupila los archivos gráficos de la bohemia literaria chilena
en su apogeo, Pablo de Rokha brilla por su ausencia en esta iconografía.

“Caballero proletario”, como él se definía, fue, con “Los gemidos”, su primera obra de largo aliento, padre del vanguardismo en nuestras latitudes. Neruda, para quien De Rokha fue el “papaíto” de juventud hasta el punto de adoptar el nombre de pila del maestro, acabó negándolo a fardo cerrado. En su libro de memorias “Confieso que he vivido” omite su nombre y lo presenta como “Perico de los Palothes”. No es raro: hasta algunos de los mejores amigos de Neruda pasaron a pérdida en tales páginas. Naturalmente, los 110 años del nacimiento de Pablo de Rokha pasarán inadvertidos para el estilo de farándula con que aquí se manejan oficialmente los temas culturales.

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