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MIRANDO AL SUR - augusto alvarado


BABILONIA Y LOS NUEVOS BÁRBAROS

Por Roberto Bardini
Bambú Press (*)


A mediados del siglo VI antes de Cristo, Nabucodonosor II -el más famoso de los que llevan ese nombre- reina en Babilonia. Además de guerrero y conquistador, el monarca es arquitecto. La ciudad exhibe construcciones monumentales: una doble muralla con puertas gigantescas, avenidas, puentes, canales y el santuario de Marduk, con su zigurat (“escalera al cielo”) de 90 metros de altura, que las escrituras bíblicas identificarán como la Torre de Babel. Aparte de lugar de encuentro religioso, la torre probablemente era un observatorio astronómico.

Cuenta la leyenda que, sin embargo, su esposa Amytis no es feliz en la árida metrópoli, capital de un vasto imperio. Ella es de origen medo y añora la abundante vegetación de su infancia. Entonces Nabucodonosor II ordena construir una serie de terrazas escalonadas llenas de tierra, en las que manda sembrar flores, plantas y árboles. Ése sería el origen de los Jardines Colgantes de Babilonia, una de las siete maravillas del mundo.

Antes, los babilonios habían sido pioneros en el sistema de medición del tiempo, al introducir el sistema sexagesimal dividiendo el día en 24 horas, cada hora en 60 minutos y cada minuto en 60 segundos, que persiste hasta la actualidad.

Durante el gobierno Hammurabi (1792-1750 antes de Cristo), se elabora el primer código de leyes escritas que se conoce en la historia de la humanidad. El código de Hammurabi, famoso por la célebre sentencia “ojo por ojo, diente por diente”, está conformado por 282 decretos. El rey manda grabar las leyes en columnas de piedra de más de dos metros de altura que se distribuyen en todo el imperio. Las primeras palabras definen el objetivo del código: “Para humillar a los malos e injustos e impedir que el poderoso perjudique al débil; para que toda persona perjudicada pueda leer las leyes y encontrar justicia”.

En ese período de la historia, los lejanísimos parientes de George W. Bush y Anthony Blair quizá merodeaban en taparrabos por alguna región de lo que hoy es Europa, buscando un ciervo o un jabalí para comer, o hacían sus necesidades fisiológicas al aire libre.

El arqueólogo alemán Robert Koldewey (1855-1925) inició las excavaciones que descubrieron las inmensas murallas babilónicas, la mayor fortificación urbana de la antigüedad. A partir de 1897, el explorador dedicó 18 años a investigaciones que revelaron una de las obras más importantes de la civilización que dominó el mundo antes del apogeo de Grecia y Roma.

Los restos de la civilización babilónica y los descubrimientos de Koldewey continúan yéndose al traste con la ocupación militar de Irak. Un informe del Museo Británico denuncia que fuerzas de la coalición aliada encabezada por Estados Unidos destruyeron con sus tanques gran parte de las calles de ladrillo de la antigua Babilonia, a 80 kilómetros de Bagdad. Como si esto fuera poco, usaron tierra que contenía fragmentos arqueológicos para llenar bolsas destinadas a servir como muros de protección contra las balas.

La fuerza internacional de seis mil soldados tiene su sede en la antigua capital de la Mesopotamia. “Eso equivale a emplazar un campamento militar en la Gran Pirámide de Egipto o en torno a Stonehenge, en Gran Bretaña”, escribió el autor del informe, John Curtis, curador del departamento del Cercano Oriente del museo.

Imágenes de dragones en ladrillo de la famosa Puerta Ishtar quedaron estropeadas por grietas y se cavaron trincheras en zonas arqueológicas, indica el reporte. Según Curtis, se encontraron fragmentos diseminados por el lugar, entre ellos ladrillos rotos que ostentaban el sello del rey Nabucodonosor.

Pero el remedio fue peor que la enfermedad. El ejército de Estados Unidos afirmó que se ha paralizado el movimiento de tierra y estudia sacar a sus tropas del sitio para proteger las ruinas. Pero tareas posteriores, incluida la decisión de cubrir grandes partes del sitio con pedregullo traído de otras partes a fin de crear estacionamientos para vehículos y helipuertos, causaron más daños irreversibles.

Lord Redesdale, quien encabeza un comité de arqueología en el Parlamento inglés, declaró al diario The Guardian, que lo señalado en el informe era “espantoso” y que “las fuerzas estadunidenses no sólo están dañando la arqueología de Irak, sino la herencia cultural de todo el mundo”.

Hoy, con la ocupación de los nuevos bárbaros, los iraquíes ni siquiera pueden recurrir al antiquísimo código de Hammurabi para “impedir que el poderoso perjudique al débil” y que “toda persona perjudicada pueda encontrar justicia”.

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(*) Bambú Press está contra lo «políticamente correcto», el «pensamiento único» y la «globalización» impuesta desde arriba. Está a favor de la ética, las relaciones fraternales entre personas y la universalidad construida desde abajo.

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