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MIRANDO AL SUR - augusto alvarado


VIOLETA PARRA SIGUE VIVA

<h2><hr><u>VIOLETA PARRA SIGUE VIVA</h2></u> Por Marino Muñoz Lagos

Hacia la década del cincuenta comenzó Violeta Parra a desenvolverse en el ámbito que le daría los mayores triunfos en su larga y fervorosa carrera artística. Nos referimos al folclore, disciplina en cuyos lares hizo lo suyo, valorizando y estudiando el arte musical de su pueblo y encauzándolo en sus composiciones y trabajos. Por entonces se fue a los campos, bajó a las minas, se metió en la selva del sur e hizo migas con sus pescadores, arrieros y vagabundos. Y se fue enriqueciendo con sus tesoros, donde la palabra adquiere nuevas tonalidades para incorporarla a la cultura popular.
Así fue entrando en la esfera de la creación, familiarizándose con los eximios de las letras chilenas, quienes nunca le escatimaron sus elogios. Sin ir muy lejos, aquí tenemos los términos con que el gran poeta Pablo de Rokha enjuicia la obra cautivadora de Violeta Parra: ”Tiene su arte aquella virtud de salud, que es vital y mortal simultáneamente, de las honestas, recias, tremendas yerbas medicinales de Chile, que aroman las colinas o las montañas y las arañan con su olor a sudor del mundo, o de lo remoto antiquísimo, y son como látigos de miel dialéctica, con hierro, adentro, en rebelión contra el yugo”.
No es de extrañarse que Violeta Parra haya creado sus mejores piezas en los últimos años de su vida. Lo hizo, agotando todo lo visto, palpado, oído, andado y trajinado a lo largo de la patria que se alimenta de bellos parajes y se puebla con hombres y mujeres de sutil y recio maravillamiento interior. No es fácil la tarea, porque los territorios son muy distintos unos de otros y los hombres y mujeres unos solos y grandes a la vez. Ella fue limpiando y escogiendo, usó el cedazo de la ciencia y la paciencia hasta llegar a sus canciones que nos comunican la sabiduría y el quehacer populares.
En cualquier momento del día o de la noche la identificamos a través del canto, a través de su poesía familiar, que nos llega desde una ventana, una calle o un camino de la patria. Por todos sus rincones de ramifican sus “Parabienes al revés”, “¡Qué he sacado con quererte!”, “Por qué los pobres no tienen”, “Volver a los diecisiete”, “Gracias a la vida”, “Maldigo del alto cielo”, “Amigos tengo por cientos”, “La jardinera” o “Casamiento de Negros”. Y si observamos bien, más de alguien las va silbando a nuestro lado, tarareando sus versos o siguiendo con el cuerpo el ritmo popular, que es parte de nosotros mismos en esta tierra que cantó en sus tiempos la alegría de vivir plenamente.
El 5 de febrero de 1967, Violeta Parra apagó su propia vida, tal una lámpara que alumbra demasiado. Cuesta creer que de la noche a la mañana haya dejado sin luz sus partituras, sus arpilleras, sus trabajos en alambre, sus pinturas y sus sueños, donde el acento nativo echó sus raíces más sinceras y duraderas. A casi veinte años de su muerte su nombre se continúa pronunciando y sus obras se siguen conociendo, prueba de las robustas maderas de que estaba hecha y de la sólida nervadura de lo que alcanzó a crear, lo que nos hace pensar que permanece viva, como la misma flor que le dio su bautismo.

Tomado de ”Crónicas del diario soñar” - Punta Arenas, 1987.

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