Blogia
MIRANDO AL SUR - augusto alvarado


ARTIGAS, CAUDILLO DE LAS DOS ORILLAS

<hr><h2><u>ARTIGAS, CAUDILLO DE LAS DOS ORILLAS</h2></u> Por Alberto Guerberof

La puesta en marcha del Mercosur está suscitando más de un debate. Para sus detractores -los hay de derecha y de izquierda- la integración es inviable y, más aún, inconveniente. Quienes reivindican el empeño integrador lo ven como el embrión de la reunificación latinoamericana en una sola Patria Grande. Apelar a la dimensión histórica -y en nuestro caso a las ideas y actuación de hombres como José Gervasio Artigas- puede echar luz para comprender mejor y encontrarle sentido al emprendimiento mercosureño, más allá de cuestionables esquemas económicos e intereses trasnacionales que gravitan para desviar en su provecho o frustrar el proyecto de una integración plena.

La independencia

En el proceso histórico de la Independencia iberoamericana se advierte desde el inicio el conflicto entre dos líneas antagónicas. Por un lado, el patriciado mercantil de las ciudades-puerto, ansioso por reemplazar el monopolio español por el comercio inglés. Por otro, los pueblos del interior criollo, que resistían esta hegemonía de las minorías liberal-oligárquicas y su apertura a la libre importación de mercancías inglesas baratas que arruinaban las artesanías domésticas.

Se enfrentaban, por consiguiente, dos universos sociales y culturales. En un caso, la élite dirigente, el poder de la “tienda y la hacienda”, que daba la espalda al propio espacio americano y se enajenaba al liberalismo ultramarino con sede imperial en Londres; por otro, el crepitante subsuelo social de indios, gauchos, negros, artesanos y pastores, intérpretes de una realidad geográfica, económica y social incompatible con los modelos europeístas que procuraban imponer los sinuosos doctores de levita de las capitales.

La región del Plata fue escenario notable de esta pugna y Artigas quien encarnó, con más fuerza y proyección que nadie, el rumbo federal, popular y americano de la Revolución emancipadora, en contraposición al unitarismo liberal porteño, cuyas figuras paradigmáticas serían primero Bernardino Rivadavia, y después de Caseros y Pavón, Bartolomé Mitre, que favoreció un proyecto de reducción y finalmente de desmembramiento iberoamericano en los múltiples fragmentos de ficticios “estados nacionales”, unidos cada uno al Imperio inglés.

¿Héroe o “bandido”?

Es que el Protector de los Pueblos Libres está lejos de ser ese mítico “héroe oriental”, supuesto autor de la independencia uruguaya que todavía 30 años después de su muerte era condenado por los gobernantes porteños y montevideanos como “sedicioso”, “bandido” y “anarquista”.

Vencida la gesta artiguista y su programa de integración federal de los pueblos, el caudillo oriental, que por 1815 encabezó una federación de provincias que abarcaba desde la propia hasta las de Corrientes, Misiones, Entre Ríos, Santa Fe y Córdoba, es rescatado del olvido, como dice el historiador oriental Oscar H. Bruschera, como “un Artigas de bronce, descarnado y difuso, deshumanizado, desarraigado de su mundo, idealizado y falsificado”.

Artigas siempre rechazó la independencia del Uruguay porque consideraba a su Provincia Oriental parte indisociable de las Provincias Unidas y de la patria común iberoamericana. Fue en definitiva un gran caudillo argentino que otorgó a la Revolución de principios del siglo XIX un perfil singular.

El programa político artiguista, contrafigura del que triunfaba en Buenos Aires con el Directorio, postulaba la instauración de una república igualitaria, asentada en una equitativa distribución y tenencia de la tierra y en la regulación del tráfico comercial (Bruschera). De tal modo, el alzamiento oriental adquirió -según el mismo autor- la dimensión de una guerra social que apuntaba a los privilegios de los comerciantes, tenderos y hacendados ricos de Montevideo y la campaña.

No sorprende entonces que la influencia del “Protector” se extendiese rápidamente por la vasta región vertebrada por los tributarios del Río de la Plata y sus afluentes. El núcleo esencial del “sistema” artiguista fueron las misiones jesuíticas, clave de la visión geopolítica del caudillo, eje integrador -con la fórmula federal- de un vasto espacio minero, artesanal y agrícola-ganadero, que con los puertos de Santa Fe y Montevideo podía prescindir, siquiera provisoriamente, de Buenos Aires.

Una revolución agraria

El artiguismo fue el atrevido impulsor de una revolución agraria. La iniciativa -que no deja dudas sobre las razones que alimentaron las injurias que despertaba la sola mención de su nombre entre la llamada “gente principal”- tomó forma en el Reglamento provisorio para el arreglo de la campaña y seguridad de los hacendados, en que se formula la política de reparto de tierras bajo la idea rectora acuñada por el Jefe de los orientales: “Los más infelices serán los más agraciados”.

El Reglamento afectaba de entrada las tierras fiscales y realengas, las abandonadas y aquellas de los “emigrados malos europeos y peores americanos”. Se procuraba, como se ve, tanto un objetivo de incremento productivo como de justicia distributiva. Análoga claridad de fines inspira la normativa aduanera impulsada por Artigas y orientada a frenar el librecambio y a establecer un régimen proteccionista.

El poder al pueblo

Finalmente, cabe reiterar otro rasgo de la gesta de Artigas: su carácter de auténtica revolución popular que busca en las propias raíces el perfil institucional de una democracia apoyada en la deliberación y elección popular, y que rechaza la receta oligárquica del modelo liberal que traían en sus bodegas, junto a las mercancías, ideas y novedades de Europa, las naves de la superpotencia de la época.

La posibilidad de establecer en el Plata una confederación de pueblos, como alternativa al dominio de las oligarquías portuarias socias del poder británico, no pudo prevalecer. “El Protector”, vencido y enfermo, morirá en Asunción -refugiado en el Paraguay gobernado por el doctor Francia- y proclamando amargado: “Ya no tengo patria”.

La Provincia Oriental se había convertido, bajo el auspicio británico, en una “nación independiente”, en la Gibraltar sudamericana, y no faltaba mucho para que el propio caudillo, denostado por la oligarquía de ambas márgenes del Plata por su empecinamiento en defender la unidad federal de los pueblos del antiguo Virreinato, se transmutara en el “héroe” fundador de la nacionalidad uruguaya, como se establecerá por decreto de 1884. De esa manera, Artigas muere dos veces. Pero el ideario de este argentino notable volverá a resplandecer, no ya en el frío mausoleo que en la Plaza Independencia de Montevideo lo consagra falsamente padre de la independencia uruguaya (pergeñada por Canning y Ponsonby), sino junto a San Martín y Bolívar y al proyecto inconcluso de la unión iberoamericana en una única Nación federal.

1 comentario

User.uy -

Que irrespetuoso que sos nene!! Nunca estudiaste historia ? informate antes de decir tantas bobadas.

Jose Artigas fue contrabandista en su tiempo ya que los españoles monopolizaban el suministro de mercancias, ademas era el medio de vida rural de la epoca.
Luego formo parte del cuerpo de Blandengues; conocedor de la situacion rural, propuso cambios para repartir y trabajar la tierra, cosa que no aprobaron. Defendio la independencia de la banda oriental como nadie contra españoles, portugueses, ingleses y de los porteños con sus infules de superioridad y como lo superaron no tubo mas remedio que irse y con el su gente, el exodo de los orientales.