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MIRANDO AL SUR - augusto alvarado


LA ORFANDAD DE LOS ESTUDIANTES

<hr><h2><u>LA ORFANDAD DE LOS ESTUDIANTES</h2></u> por Andrés Monares
El Mostrador
- 3 de julio de 2005

Atrás han quedado esas semanas en que coparon los medios informativos las protestas universitarias con encapuchados apedreando carabineros, cometiendo desmanes y lanzando bombas molotov. Parecía que los editores periodísticos no sabían que tras esos “hechos noticiosos”, habían muchos más estudiantes movilizados de forma no violenta rechazando la ley que establece el financiamiento privado de la educación superior con garantía estatal. Una vez más se “informó” desinformando y se le dio un carácter negativo a un movimiento de protesta social.

Ahora se vienen las negociaciones y con ellas es evidente el triunfo del gobierno. Desmovilizó a los estudiantes y hará invisible el conflicto al sacarlo de las calles. Pero, en lo que sería su mayor “logro”, instauró definitivamente la mercantilización de la educación superior. Pues, se imaginará Ud. que tal negociación no será otra cosa que una pelea por las chauchas.

La Ley ya fue aprobada por un Congreso donde es mayoría absoluta esa megacoalición neoliberal, la Concertación por Chile (¿o era la Alianza de Partidos por la Democracia?); y, promulgada en un transparente secreto por Lagos... Enhorabuena, porque -¡horror de horrores!- la “imagen país” estaba deteriorándose con tanta efervescencia. Qué iban a decir los inversionistas y las consultoras calificadoras de riesgo, cuya opinión e intereses hace rato importan más que la opinión e intereses de los propios chilenos.

No obstante, la Ley se estaba tramitando en el Congreso hace unos... ¡tres años!. ¿Dónde estuvimos todo ese tiempo estudiantes, académicos, funcionarios de las instituciones de educación superior, el propio Consejo de Rectores y los ciudadanos en general?. De nuevo, aunque tardíamente, han sido los estudiantes los que dieron la pelea en solitario; como si fuera un exclusivo problema de ellos. Su abandono, sobre todo por parte de los otros estamentos universitarios, ha llegado al punto de hacerlos aparecer como enemigos de sus propias casas de estudio.

Precisamente los que estudiaron gratis -apoyándose en la mala memoria, el derrotismo, la ignorancia y la abulia- nos quieren convencer de lo positivo del acceso a crédito para que los estudiantes paguen por su educación superior. Con lo cual el financiamiento ya no sería problema y, de serlo, no les incumbiría a quienes no estudian. ¡Como si la educación en el país no fuera un asunto de la más alta importancia para todos los ciudadanos!. Y no sólo por su rol fundamental en la formación y reproducción de la nacionalidad.

Incluso, hasta desde el miope individualismo utilitario es evidente que serán esos jóvenes quienes mañana educarán a nuestros hijos, construirán los caminos que recorreremos, las casas donde viviremos, nos defenderán en tribunales o nos sanarán.

Entonces, es necesario comprender que no se trata de una discusión por unos pesos, o unos puntos de interés, más o menos. El problema de la educación superior no debe limitarse a ser una mera disputa entre contadores. Es el gobierno el que ha llevado el asunto hacia ese terreno para manejarse en sus términos economicistas y tecnocráticos.

Es un hecho que el tema del financiamiento es una cuestión fundamental sólo para el modelo socioeconómico y político dominante. Desde su perspectiva lo principal es la ganancia privada; con lo que la educación es una oportunidad más de lucro, como la salud o las pensiones. El logro neoliberal ha sido validar social y hasta legalmente una cuestión que por siglos hubiera sido aberrante.

Lo correcto sería que, después de despejar la cuestión prioritaria de qué educación superior queremos, se diera el paso siguiente: resolver si debe tener algún precio. De ser afirmativa la conclusión, se debe establecer cuánto costará entonces y qué rol tienen en su financiamiento el Estado y los privados. Al analizar el tema desde una óptica menos obtusa y de largo plazo, se entiende que lo principal es discutir sobre el modelo educativo deseado, para que luego los técnicos propongan cómo financiarlo. No podemos seguir poniendo la carreta adelante de los bueyes, por mucho que tal absurdo haya llegado a ser normal y obvio.

Tampoco debemos dejarnos seducir por el espejismo de lo positivo del acceso al crédito. Pues, sólo se intenta hacernos asumir a priori un modelo socioeconómico específico para el cual (por convención) todo es mercancía y, al aceptar esa “lógica”, hace aparecer al financiamiento privado de la educación superior como un camino único, obvio y legítimo. Además, por mucho que se publicite la “neutralidad” del sistema, se percatará Ud. que no es muy inocuo si el Estado le inventa un negocio redondo a la banca, le asegura una demanda cautiva de deudores y además se ofrece como su garante. ¡Mientras al resto de los chilenos nos dicen que debemos ser emprendedores y competitivos!

Pero, qué podía esperarse de un gobierno en que su ministro de Educación expresa públicamente su satisfacción porque en los últimos años la educación superior ha aumentado... ¡su número de matriculados!. O sea, ante las crisis de calidad y financiera, se alegra por lo pujante de ese “mercado”. (Es más, la nueva Ley incentiva la no reprobación de estudiantes y, por ende, la mala educación: castiga a las instituciones de educación superior mientras antes se vaya un alumno deudor, al hacerlas pagar un mayor porcentaje de esa deuda; y viceversa).

De hecho, recuérdense las palabras del propio presidente -de quien se rumorea que en sus tiempos mozos habría sido socialista- a favor de la flexibilización laboral: facilitaría a los jóvenes trabajar para así pagarse sus estudios superiores...

A estas alturas espero que los estudiantes ya se habrán dado cuenta de que la apatía por inscribirse en los registros electorales y votar ha sido su peor enemiga: es cosa de sumar a los jóvenes no inscritos, más quienes votan blanco o nulo, más la izquierda de verdad.

De tal ejercicio podrán concluir que, más que con paros, hubieran tenido un real poder de negociación de haber organizado una campaña de inscripción electoral juvenil para votar contra los tres candidatos presidenciales de la megacoalición, la Alianza de Partidos por la Democracia (¿o era la Concertación por Chile?). Justamente, esa que propone y aprueba leyes mercantiles como la de financiamiento privado de la educación superior. ¿Se entiende ahora el interés de la clase política por el voto voluntario?

Aunque, después de todo, quizás sea una bendición el que de aquí en adelante la educación superior sea una mercancía. Pues, como dijo el locuaz ministro Eyzaguirre a raíz de la subida en las cuentas de luz: ¡un mayor precio incentivará el ahorro!... Imagínense el futuro esplendoroso que se puede esperar en este país donde todo es una mercancía... ¿Cómo era? ¿Más temprano que tarde se venderán hasta las anchas alamedas?

Andrés Monares. Antropólogo, profesor en la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas de la Universidad de Chile.

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