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MIRANDO AL SUR - augusto alvarado

tomás moulian


¿DÓNDE TE FUISTE, AMALIO?

<hr><h2><u>¿DÓNDE TE FUISTE, AMALIO?</h2></u> Por Amalia
Patagonia Mía
– Puerto Natales –Chile

Parte importante del cariño que se tiene a la ciudad en que habitamos, radica en el hecho de encontrar en ella espacios fuera de nuestro hogar al cual nos guste concurrir; son esos rincones urbanos en que nos sentimos acogidos, en confianza, en nuestra salsa, o como quiera que llamemos al hecho de considerar un lugar nuestro punto de encuentro, la segunda casa.

Sea el cafetín de la esquina, la peluquería, el puesto de diarios, o el almacén del barrio, es la sensación de llegar, saludarse con todos y gozar de algunos minutos de conversación gratis lo que hace la diferencia entre este y otros lugares que frecuentamos en la prisa cotidiana. Así, sin darnos cuenta, el mozo del café puede llegar a ser nuestro compinche, la peluquera nuestra psicoterapeuta, el suplementero nuestro cable a tierra y la señora del almacén, nuestra gran confidente a la hora de estirar el presupuesto hasta fin de mes. Nadie puede vivir sin el consuelo de saber que tiene al menos un lugarcito propio al cual llegar en confianza.

Hay lugares que marcan a fuego la existencia misma de quienes concurren a refugiarse en ellos y, de ese modo, nos encontramos con la camiseta de un club deportivo, tomando sangría en el Centro Español, jugando bingo en un club social, discutiendo de política en un café o dondequiera que nos lleven nuestras inquietudes. Es la sensación de pertenencia la que importa.

Pero ¿qué pasa cuando ese lugar irrepetible simplemente desaparece, dejándonos huérfanos de sensaciones tibias? ¿Qué pasó con los que no entienden qué hace ese hotel estilo alpino donde antes estaba el siniestrado y mítico Tres Pasos? ¿Dónde han debido aplacar su hambre quienes acostumbraban almorzar entrada, segundo, tercero y postre donde don Segundo Alvarado, que subía las viandas en una bandeja con soga? ¿A quién recurren quienes antes iban al Socorros Mutuos?

En algún momento de mi vida, conocí un lugar de esos; simplemente, se desvaneció en la bruma del puerto, como si nunca hubiese existido en esa calle ni tras esas puertas, y sólo fuese producto de una imaginación sedienta de encontrar un lugar ideal que recordar.

Estaba éste en calle Lautaro Navarro, de Punta Arenas, donde ahora hay una agencia de turismo. Había que bajar por Roca, pasando junto al quiosco ídem, doblar a la derecha en la esquina de casa Magri, cruzar unos metros en diagonal y voilá: tenía el nombre “Escandinavia” prolijamente escrito en el vidrio de la ventana, y era un bar – restaurant de frontis angosto y techo altísimo. Al abrir la puerta, los gritos y las risas de los eternos parroquianos que atiborraban la barra al mediodía lo dejaban a uno inmerso en esa atmósfera alegre de conversación y encuentro. En el bar, preparando sangrías, agitando vainas, sacando corchos y gritando más que todos los demás juntos, estaba Amalio, su dueño. Era un español peladito, con el zezeo de la península intacto, a pesar de los muchos años de residencia que lo hacían considerarse un chileno más. Gritón y cálido, no dejaba caminar más de un par de pasos sin dar la bienvenida de corazón. A esas alturas, uno avanzaba por el pasillo de madera con el alma más reconfortada. El olor a lasagna, puchero, fabada y crema de garbanzos colmaban los sentidos y la impaciencia por probar las delicias que Luz, su esposa, había preparado en la humeantísima cocina, hacían la espera mucho más larga de lo que en verdad llegaba a ser. El comedor, separado inútilmente del griterío por una pared que no aislaba para nada del ensordecedor ruido, estaba decorado por bandadas de pajarillos de hojalata negra, cuadros con damitas chinas y espejos. Todo impecable. Se comía a cuerpo de rey y jamás se salía de allí sin haber tenido el honor de la compañía de Amalio o Luz en la mesa, en la que abundaba en pan calentito y se tomaba crema de puchero con unas cucharas grandotas y contundentes.

Nunca estuvimos seguros de cómo llegaron a Chile. Parece que fue a bordo del Winnipeg, pero no hay certeza. Lo que sí es cierto es que, un día cualquiera, decidieron que ya estaba bueno de tanto griterío, puchero y deslome. Así, vendieron el local para retirarse a descansar en un departamento en Viña del Mar, con dirección que jamás conocimos. Los habitués de toda la vida, ahora huérfanos de barra de mediodía, se fueron a gritar por un tiempo al restaurant Asturias, pero con los años fueron sutilmente desalojados, por tanto se eliminó el bar y su presencia resultó fuera de lugar. Allí les perdí la pista; como el tiempo ha pasado raudo y, por aquél entonces, muchos eran ya bastante viejos, me imagino que se encuentran juntos en algún lugar entre el aquí y el nunca jamás, con Amalio presidiendo la mesa, alzando una copa de jerez.

Ahora saben el por qué de mi nombre.


5 DE ABRIL: DÍA DE LA AMISTAD CHILENO-ARGENTINA”

<HR><H2><U>5 DE ABRIL: DÍA DE LA AMISTAD CHILENO-ARGENTINA”</H2></U> El Mostrador - 21 de Julio del 2005

Además de actividades orientadas a la cultura y la historia que serán organizadas por institutos educacionales, se entregará un Premio Binacional de las Artes y la Cultura

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Los cancilleres de Chile, Ignacio Walker, y de Argentina, instituyeron el 5 de abril como el "Día de la Amistad chileno- argentina", durante un encuentro celebrado en el marco de la XXV Reunión de Ministros de Relaciones Exteriores del Grupo de Río que se llevó a cabo en Buenos Aires.

"Hemos coincidido con el ministro Bielsa en solemnizar este compromiso y por lo tanto, instituir el 5 de abril, fecha que corresponde al abrazo de nuestros libertadores San Martín y O'Higgins, el Abrazo de Maipú, como el Día de la Amistad chileno -argentina", explicó Walker.

El canciller explicó que el día será "conmemorado en los institutos educacionales de ambos países a través de actividades recíprocamente orientadas a la cultura y la historia".

La iniciativa fue propuesta por los Presidentes de Chile y Argentina, Ricardo Lagos y Néstor Kirchner, respectivamente, y confirmada por la comisión binacional parlamentaria chileno -argentina en su reciente encuentro en Santiago.

Además, ambos cancilleres concordaron otorgar un Premio Binacional de las Artes y la Cultura, justamente con el propósito de celebrar el Día de la Amistad.

Walker expresó sentirse satisfecho luego de haber sellado este compromiso "esto permite seguir afianzando lazos fraternos y de amistad futura con Argentina".

Además, agregó que "el constituir un día de la amistad entre nuestros pueblos es un paso más en un camino que iniciamos con el Tratado de Paz y Amistad de 1984, y que hoy se refleja en una relación bilateral de curso ascendente".


JOAQUÍN EDWARDS BELLO (1887-1968)

<hr><h2><u>JOAQUÍN EDWARDS BELLO (1887-1968)</h2></u> Autor de numerosas novelas, cuentos y crónicas, Joaquín Edwards Bello nació en el puerto de Valparaíso en 1887. Estudió en el colegio Mac Kay y luego en el Liceo Eduardo de la Barra.

Crítico incansable de las costumbres aristocráticas, grupo al que él mismo pertenecía, desde muy joven Edwards Bello se sintió atraído por las letras. A los 14 años fundó la revista La Juventud y luego El Pololo. Desde 1919 trabajó como periodista en el diario La Nación y colaboró en otras revistas y publicaciones.

A los 23 años publicó su primer libro titulado “El Inútil”. Tal fue el escándalo causado, que el escritor debió escapar del país y viajó a Brasil. Con el tiempo fueron apareciendo nuevos título como “Tres Meses en Río de Janeiro”, “El Roto”, “El Chileno en Madrid” y “La Chica del Crillón”.

En 1932 recibió el Premio Atenea de la Universidad de Concepción, en 1934 el Premio Marcial Martínez y el año 1943 recibió el Premio Nacional de Literatura. Pero Joaquín Edwards Bello no se quedó ahí. En 1958 fue nominado Hijo Ilustre de Valparaíso y un año después recibió el Premio Nacional de Periodismo.

Sin embargo el final de este escritor estuvo marcado por la tragedia. Víctima de una hemiplejia, debió pasar los últimos ocho años de su vida postrado en cama, hasta que el 19 de febrero de 1968 se quita la vida con un disparo.

Otras importantes obras de Edwards Bello son “La Tragedia del Titanic”, “Metamorfosis”, “Valparaíso, la Ciudad del Viento” y “Criollos en París”.