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MIRANDO AL SUR - augusto alvarado


FIDEL: GUANTÁNAMO Y EL VOTO CONTRA CUBA

<hr><h2><u>FIDEL: GUANTÁNAMO Y EL VOTO CONTRA CUBA</h2></u> Nota de Mirando al Sur:
Reproducimos fragmentos del discurso pronunciado por el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz, Presidente de la República de Cuba, en el acto por el Día Internacional de los Trabajadores, efectuado en la Plaza de la Revolución, el Primero de Mayo del 2004. Los párrafos se refieren a las violaciones de los derechos humanos en la base naval de Guantánamo y el voto de algunos países latinoamericanos contra Cuba en Ginebra, en especial el voto de Chile.
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Entrañables invitados;
Queridos compatriotas:

Nuestro país había sido sentado una vez más en el banquillo de los acusados. La nueva administración de Estados Unidos junto a los estados de la Unión Europea cometieron el error de olvidar que en el extremo oriental de Cuba, en un espacio de 117,6 kilómetros cuadrados ocupado por la fuerza, donde está instalada la base naval de Guantánamo (lo que ya de por sí constituye un grosero ultraje a los derechos soberanos de un país pequeño y a las leyes internacionales), existía en ese mismo instante uno de los más grotescos casos de violación de los derechos humanos que han tenido lugar en el mundo. Nunca fuimos consultados previamente. Simplemente se nos informó la decisión tomada por el gobierno de Estados Unidos de trasladar a los prisioneros a esa base. El día 11 de enero del 2002 el gobierno de Cuba publicó una declaración en la que se exponía con toda claridad la posición de nuestro país. La opinión pública mundial conoce que, después del horrible crimen cometido contra las Torres Gemelas de Nueva York, el hecho fue condenado de forma unánime por todas las personas conscientes del planeta.
Sin embargo, el gobierno de la nación más poderosa de la Tierra, despreciando toda norma relacionada con lo que el mundo conoce como principios elementales de los derechos humanos, creó esa horrorosa prisión donde se mantienen secuestrados cientos de ciudadanos de numerosos países del mundo, entre ellos los de los propios aliados de Estados Unidos, sin juicio, sin comunicación, sin identificación, sin defensa legal, sin garantía alguna de integridad física, sin ley procesal ni penal, y sin límite de tiempo. Pudo emplear territorio propio para tan extraño aporte a la civilización, pero lo hizo en el trozo de tierra que ocupa ilegalmente y por la fuerza en otro país, Cuba, a la que acusa todos los años en Ginebra de violar los derechos humanos.
A pesar de eso, suceden cosas admirables en la Comisión de Derechos Humanos.
En las actuales condiciones del mundo predomina el temor generalizado al feroz imperio, sus amenazas, presiones y represalias de todo tipo, especialmente contra los países más vulnerables del Tercer Mundo. Votar en Ginebra contra una resolución elaborada e impuesta por Estados Unidos, en especial si va dirigida contra Cuba, el país que durante casi medio siglo ha desafiado su arrogancia y prepotencia, se convierte en un acto casi suicida. Incluso los estados más fuertes e independientes se ven obligados a tomar en consideración las consecuencias políticas y económicas de su decisión. A pesar de esos factores, como pudo apreciarse hace breves días en Ginebra, basados en sólidos principios unos y en un acto de singular valentía otros, 20 países además de Cuba se opusieron a la resolución y 10 se abstuvieron con dignidad y respeto a sí mismos. De 53 miembros de la Comisión, sólo se habían plegado a la infamia 22 de ellos, incluido Estados Unidos. De América Latina, siete, entre ellos cuatro que sufren gran pobreza social y económica, sumamente dependientes y con gobiernos obligados a la abyección total. Nadie los considera estados independientes. Son hasta ahora una simple ficción.
Perú, el quinto gobierno latinoamericano que votó con el de Estados Unidos contra Cuba, constituye un ejemplo del grado de abyección y dependencia a que han conducido el imperialismo y su globalización neoliberal a muchos estados de América Latina, a los cuales arruinan políticamente en un abrir y cerrar de ojos. El Jefe de Estado peruano en solo unos meses ha visto reducir su popularidad a solo el 8 por ciento. Es absolutamente imposible enfrentar los colosales problemas económicos y sociales que afectan a ese país con tan insignificante apoyo. En realidad, no dirige ni puede dirigir nada. De eso se encargan las transnacionales y los oligarcas hasta que la sociedad estalla, como ya empieza a ocurrir en más de un país.
Restan los gobiernos de Chile y México. Al primero no voy a juzgarlo. Prefiero que Salvador Allende, que cayó combatiendo y ocupa ya un sitial de honor y gloria en la historia de este continente, y los miles de chilenos desaparecidos, torturados y asesinados por designios de quien elaboró y propuso la resolución para condenar a Cuba "donde jamás ocurrió uno solo de esos hechos u otros similares", y en nombre de ellos, los que portan en Chile las nobles ideas y la aspiración de construir una sociedad verdaderamente humana, juzguen la conducta del presidente de Chile en Ginebra.

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