YANQUINAZISMO EN GUANTÁNAMO
Nota de Mirando al Sur: José Steinsleger publicó este artículo en "La Jornada" de México D.F. el 19 de marzo del año pasado. Cobra plena actualidad a raíz de la denuncia de Cuba este año, en Ginebra, sobre la violación de los derechos humanos de los prisioneros musulmanes por parte de Estados Unidos en la Base Naval de Guantánamo, en territorio cubano.
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El joven Fawzi al-Odah, profesor de religión nacido en la ciudad de Kuwait, tiene la desgracia de llamarse Fawzi al-Odah. No es la única. También es joven (25 años), islámico, usa turbante y antes de ser capturado en Afganistán por soldados de Estados Unidos prestó servicios humanitarios en Somalia, India y Bangladesh.
En suma, es culpable. ¿De qué? No importa de qué. Así como el rabino europeo de los años 30, Fawzi es culpable de ser árabe. Y en estos momentos se achicharra bajo el sol caribeño en una jaula de metal de la base naval de Guantánamo, territorio de Cuba que Washington ocupa ilegalmente desde 1903. La suerte de Fawzi corre pareja a la de 650 jóvenes de 38 naciones que fueron detenidos en Kabul por las fuerzas de la "libertad" y encerrados en Guantánamo con esposas en las muñecas, grilletes en los tobillos y amordazados para impedir que "muerdan a los perros y a los policías militares", como dijo un jefe militar de la base.
Los presos lucen un mameluco color naranja fosforescente. Se les vigila de día y de noche y se les somete a interrogatorios realizados por una unidad especial compuesta de agentes de la CIA, del FBI y de inteligencia militar. Tampoco pueden ser fotografiados ni filmados. Tienen 30 minutos semanales para tomar una ducha, y cuando solicitan atención médica son trasladados con cadenas a la clínica del campo en un carrito similar al del doctor Hannibal Lecter en El silencio de los inocentes.
Sabemos de la tragedia gracias a un reportaje elaborado por Judith Norman, del periódico inglés The Observer. Pues con el que publicó El País de Madrid (diario que se caga en la verdad sin menoscabo de la calidad) quedamos enterados de que el general Jeoffrey D. Millar, jefe del campo de concentración, es "un gran admirador de España" (20/01/03).
El campo de concentración de Guantánamo tiene futuro. A fin de año tendrá capacidad para sepultar a 812 prisioneros y existen planes para albergar dos mil más. La Brown and Root Services, división de ingeniería de la Halliburton Co., acaba de invertir 10 millones de dólares de un primer desembolso de 300 millones para los cuatro años venideros. El dueño de la Halliburton es Dick Cheney, vicepresidente de Estados Unidos por la gracia de Dios.
El limbo jurídico de los prisioneros de Guantánamo es igual al de Gerardo Hernández, Ramón Labañino, Antonio Guerrero, Fernando González y René González. Desde el 28 de febrero pasado, los cinco cubanos presos del imperio en Florida están otra vez aislados del mundo en confinamiento solitario, con prohibición explícita de ser visitados por sus abogados y familiares y los cónsules cubanos encargados del caso. La Convención de Ginebra considera el estatus de "prisionero de guerra", que busca restituir la humanidad al vencido (artículo 118). Sin embargo, los militares yanquis tratan como "fieras peligrosas" a los detenidos en Guantánamo, ya que a su juicio serían "combatientes ilegales" (¿?). Pero eso sí, en Colombia exigen que se respete la vida de los tres espías militares estadounidenses capturados por las FARC, acorde con..."los protocolos de guerra" (¿será que estos sujetos son "combatientes legales"?).
El brasileño Sergio Vieira, alto comisionado de la ONU para los Derechos Humanos, declaró en febrero pasado que el "limbo jurisdiccional" de las personas recluidas en Guantánamo es "inconcebible". En todo caso, el asunto no figura en la agenda de la sesión anual de la Comisión de Derechos Humanos de la ONU, que tendrá lugar en estos días en Ginebra. La comisión está interesada en que Cuba cumpla con una resolución amañada, que "invita" al país caribeño a realizar "progresos" en la vigencia de los derechos civiles y políticos. Mas el gobierno cubano se pregunta para qué tanto rollo si desde su llegada hace seis meses, con desfachatez sin precedente y en desafío abierto a la Convención de Viena (que regula el funcionamiento de las misiones diplomáticas), el señor James Cason, representante de la Oficina de Intereses de Estados Unidos en La Habana, convirtió su despacho en antro de reunión de los "disidentes" al servicio de la mafia contrarrevolucionaria de Miami.
En fin, que vale preguntarse si algún día nacerá el sicoanalista capaz de entender la singular visión que George W. Bush tiene del mundo. Quizá Freud y Jung tengan algo que decir de este mejunje global. En 1909 ambos llegaron a Nueva York, y Freud, extasiado con los rascacielos, se volvió a Jung: "¡Si supiesen qué dinamita les traemos!" (Mircea Eliade, Fragmentos de un diario, 25 de agosto de 1952). Nunca se sabrá si el maestro vislumbró el futuro de las Torres Gemelas o si intuyó el desenlace trágico de un modelo civilizatorio que para apuntalar su libertad requiere del control total del mundo, o si ya entonces pensaba en la urgente necesidad de demoler las bases constitucionales del país que hoy nos llena de asco y de vergüenza, de impotencia y de dolor.
José Steinsleger
La Jornada
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El joven Fawzi al-Odah, profesor de religión nacido en la ciudad de Kuwait, tiene la desgracia de llamarse Fawzi al-Odah. No es la única. También es joven (25 años), islámico, usa turbante y antes de ser capturado en Afganistán por soldados de Estados Unidos prestó servicios humanitarios en Somalia, India y Bangladesh.
En suma, es culpable. ¿De qué? No importa de qué. Así como el rabino europeo de los años 30, Fawzi es culpable de ser árabe. Y en estos momentos se achicharra bajo el sol caribeño en una jaula de metal de la base naval de Guantánamo, territorio de Cuba que Washington ocupa ilegalmente desde 1903. La suerte de Fawzi corre pareja a la de 650 jóvenes de 38 naciones que fueron detenidos en Kabul por las fuerzas de la "libertad" y encerrados en Guantánamo con esposas en las muñecas, grilletes en los tobillos y amordazados para impedir que "muerdan a los perros y a los policías militares", como dijo un jefe militar de la base.
Los presos lucen un mameluco color naranja fosforescente. Se les vigila de día y de noche y se les somete a interrogatorios realizados por una unidad especial compuesta de agentes de la CIA, del FBI y de inteligencia militar. Tampoco pueden ser fotografiados ni filmados. Tienen 30 minutos semanales para tomar una ducha, y cuando solicitan atención médica son trasladados con cadenas a la clínica del campo en un carrito similar al del doctor Hannibal Lecter en El silencio de los inocentes.
Sabemos de la tragedia gracias a un reportaje elaborado por Judith Norman, del periódico inglés The Observer. Pues con el que publicó El País de Madrid (diario que se caga en la verdad sin menoscabo de la calidad) quedamos enterados de que el general Jeoffrey D. Millar, jefe del campo de concentración, es "un gran admirador de España" (20/01/03).
El campo de concentración de Guantánamo tiene futuro. A fin de año tendrá capacidad para sepultar a 812 prisioneros y existen planes para albergar dos mil más. La Brown and Root Services, división de ingeniería de la Halliburton Co., acaba de invertir 10 millones de dólares de un primer desembolso de 300 millones para los cuatro años venideros. El dueño de la Halliburton es Dick Cheney, vicepresidente de Estados Unidos por la gracia de Dios.
El limbo jurídico de los prisioneros de Guantánamo es igual al de Gerardo Hernández, Ramón Labañino, Antonio Guerrero, Fernando González y René González. Desde el 28 de febrero pasado, los cinco cubanos presos del imperio en Florida están otra vez aislados del mundo en confinamiento solitario, con prohibición explícita de ser visitados por sus abogados y familiares y los cónsules cubanos encargados del caso. La Convención de Ginebra considera el estatus de "prisionero de guerra", que busca restituir la humanidad al vencido (artículo 118). Sin embargo, los militares yanquis tratan como "fieras peligrosas" a los detenidos en Guantánamo, ya que a su juicio serían "combatientes ilegales" (¿?). Pero eso sí, en Colombia exigen que se respete la vida de los tres espías militares estadounidenses capturados por las FARC, acorde con..."los protocolos de guerra" (¿será que estos sujetos son "combatientes legales"?).
El brasileño Sergio Vieira, alto comisionado de la ONU para los Derechos Humanos, declaró en febrero pasado que el "limbo jurisdiccional" de las personas recluidas en Guantánamo es "inconcebible". En todo caso, el asunto no figura en la agenda de la sesión anual de la Comisión de Derechos Humanos de la ONU, que tendrá lugar en estos días en Ginebra. La comisión está interesada en que Cuba cumpla con una resolución amañada, que "invita" al país caribeño a realizar "progresos" en la vigencia de los derechos civiles y políticos. Mas el gobierno cubano se pregunta para qué tanto rollo si desde su llegada hace seis meses, con desfachatez sin precedente y en desafío abierto a la Convención de Viena (que regula el funcionamiento de las misiones diplomáticas), el señor James Cason, representante de la Oficina de Intereses de Estados Unidos en La Habana, convirtió su despacho en antro de reunión de los "disidentes" al servicio de la mafia contrarrevolucionaria de Miami.
En fin, que vale preguntarse si algún día nacerá el sicoanalista capaz de entender la singular visión que George W. Bush tiene del mundo. Quizá Freud y Jung tengan algo que decir de este mejunje global. En 1909 ambos llegaron a Nueva York, y Freud, extasiado con los rascacielos, se volvió a Jung: "¡Si supiesen qué dinamita les traemos!" (Mircea Eliade, Fragmentos de un diario, 25 de agosto de 1952). Nunca se sabrá si el maestro vislumbró el futuro de las Torres Gemelas o si intuyó el desenlace trágico de un modelo civilizatorio que para apuntalar su libertad requiere del control total del mundo, o si ya entonces pensaba en la urgente necesidad de demoler las bases constitucionales del país que hoy nos llena de asco y de vergüenza, de impotencia y de dolor.
José Steinsleger
La Jornada
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