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MIRANDO AL SUR - augusto alvarado


ROLANDO CÁRDENAS

<h2><hr><u>ROLANDO CÁRDENAS </h2></u>

LA PATAGONIA COMO ESPACIO POÉTICO



Por Aristóteles España

Conocimos a Rolando Cárdenas en enero de 1980. Con el novelista Ramón Díaz Eterovic fuimos a su hogar de calle Teatinos en Santiago; nos presentó a Eliana Oyarzo, su mujer, a sus doce gatos que jugaban con libros de poemas y que estaban sentados debajo de varios textos de poesía del sur de Chile. “Ellos también son poetas -nos dijo- y les gusta sentarse donde hay buena poesía”; sonrió con sus ademanes de caballero antiguo y bebimos el trago del encuentro con uno de los grandes de la poesía chilena, el “fundador de la patagonia como espacio poético”.

Habíamos leído en Punta Arenas sus libros premiados por Pablo Neruda, Juvencio
Valle, Nicanor Parra, Enrique Lihn, Roberto Meza Fuentes. Sentíamos una identificación con su forma de abordar la imagen, la gracia y el misterio de su poesía era superior a lo que escribían sus contemporáneos. Jaime Valdivieso dice: “nada de retórica, ningún recurso exterior. La poesía de Cárdenas nace de una antigua simplicidad que nos obliga a descubrir los gestos, las palabras, las actitudes y los trabajos más nobles, milenarios y significativos”.

Solíamos frecuentar “El Lagar de Don Quijote”, “El Isla de Pascua”, y “La Unión Chica” en compañía de Jorge Teillier, Eduardo Molina Ventura, Enrique Valdés Juan Guzmán Paredes e Iván, el hermano de Jorge. Nos unía la afición por la poesía quevediana, la historia de la patagonia, de la cual fue y será su mejor
representante y descubríamos plagios, recreaciones desafortunadas de muchos escribas que nos querían “pasar gato por liebre” en esos días aciagos, sin tribunas literarias ni espacios para publicar.

Por los poemas de Rolando pasan los caminos del hombre en todas sus facetas y rituales, la nieve del austro, los ríos virgilianos, las estancias a la muerte de su admirado George Trakl.

El año 1972, en el aula magna de la Universidad Técnica del Estado en Punta Arenas define aspectos de su poética: “Quiero desentrañar los mitos que antaño cubrieron esta tierra con su niebla misteriosa. Deseo expresar mi admiración por los hombres y mujeres que hacen posible su grandeza, por los árboles y los pájaros, por el calafate perdido en sus soledades con el mundo mágico de sus frutos”.

Alfonso Calderón, escritor, Premio Nacional de literatura dijo sobre su libro “Poemas Migratorios” publicado en 1974: “Es un libro destinado a sobrevivir, sin desmesura, expone algo de lo maravilloso cotidiano, trazando una mitología magallánica que es una provocación al misterio, una provocación que preserva un mundo que aún no termina por desaparecer”.

El año 1986 nos distinguió con el honor de entregarnos los originales de “Qué, tras esos muros”, para su publicación. En la Colección Encuentro de la revista de poesía “La Pata de Liebre” editamos ese libro extraordinario gracias a la ayuda y esfuerzo de muchos de sus amigos magallánicos y de la universidad (Alfonso “Cocho” Cárcamo, Jorge Babarovic, Ernesto Águila, Francisco Brzovic).

Jorge Teillier, a quien conoció en la Biblioteca Nacional cuando Cárdenas preparaba su antología personal de la poesía chilena, nos señaló “que la poesía de Rolando será algún día objeto de culto y estudio. Su voz aporta un sentido cósmico, de vertientes europeas, aún no conocidas en Chile; tiene la voz de los clásicos alemanes, que tanto admira”. Y Francisco Coloane dijo en la Sociedad de Escritores de Chile en el invierno de 1983, en un homenaje a Manuel Rojas, que Rolando era “el pequeño gigante de la poesía chilena del siglo XX”.

En sus textos se respira la nostalgia de un tiempo que fue; en los desolados bosques, cerros, canales de la Patagonia, donde es posible escuchar el canto ancestral de los peces y desde las cumbres heladas se ven pasar las auroras llenas de aire con las voces de viejos poetas que trazaron el itinerario para que el mundo sobreviva.

Este mes de octubre se cumplirán 14 años del fallecimiento de Rolando Cárdenas Vera (Punta Arenas, 1933), descendiente de chilotes que llegaron a Lacolet; el niño que amó el invierno de su provincia y la inmortalizó en sus versos.

REGRESO

Rolando Cárdenas


Un día regresaremos a la ciudad perdida
como las estaciones todos los años,
como una sombra más en las tardes,
preguntando por antepasados
o por el río en cuyas aguas se quebraba el cielo.

Será en invierno
para revivir mejor los grandes fríos,
para ver de nuevo
el humo negro de los barcos cortando el aire,
para escuchar en las noches
los pequeños ruidos de la nieve.

Nos sentaremos a la mesa como si tal cosa
a probar el pan de otros días.
Un pájaro que cruce por la ventana
nos hará pensar en el bosque de pinos
donde el viento se revolvía furioso.

También preguntaremos por antiguos amigos
pensando quizás en el rostro de alguna muchacha.
Aún existirá el boliche
donde se reunían viejos campesinos.
Nos invitarán a beber y a conversar
asuntos que nadie olvida.

El tiempo no es más que regreso a otro tiempo.
"Todos nos reuniremos alguna vez bajo tierra".
Alguien nos reconocerá a la vuelta de la esquina.
Será como venir a saludar desde otra época.

(de "En el invierno de la provincia")

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