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MIRANDO AL SUR - augusto alvarado


ZURITA EN CHUQUICAMATA

<h2><hr><u>ZURITA EN CHUQUICAMATA</h2></u> Por Aristóteles España

El autor de “Anteparaíso”, Premio Nacional de Literatura 2000 viajó hasta el mineral de Chuquicamata para premiar a una poeta joven llamada Gabriela Sotomayor, alumna de la Fundación Educacional de Codelco, quien obtuvo el Premio Pablo Neruda por un poemario donde da cuenta de la existencia de una poesía cósmica y telúrica en el desierto chileno, de similares espacios y círculos en los que trabajó Ricardo Eliecer Neftalí Reyes Basoalto hace 70 años en remotos pueblos perdidos en los mapas llamados Batavia, Rangoom, donde escribió “El tango del viudo”, dedicado a Jossie Bliss quien, según cuenta la leyenda, quiso castrar al futuro Premio Nobel.

De este y otros temas conversamos con Zurita en el desierto más árido del mundo. Del ensimismamiento por el lenguaje en algunos vates jóvenes, donde la emoción queda relegada a un segundo plano. Malabarismos, enfoques lingüísticos diversos, el país que lee imágenes y no a sus escritores que siguen intentando pintar la realidad, musicalizando los enormes silencios de una patria quevediana, con sus muros aún con los pájaros del miedo que observan cómo este pueblo se da cabezazos y busca verdades de todo tipo. También respuestas; y más preguntas sobre lo ocurrido en aquellos días aciagos de botas y fusiles (“Miré los muros de la patria mía...”, decía don Francisco de Quevedo). Autores de la hornada más reciente en Chile, indagan hoy en el fenómeno creativo, en la evolución de estos procesos interiores, sin perder de vista la historia cotidiana, el país como una pieza de ajedrez, los tiempos vertiginosos que llenan de agua la imaginación creadora, la metafísica de los territorios que aún quedan por descubrir en un país como el nuestro donde los poetas fundan pueblos desde Ercilla hasta Neruda con su célebre “Cantalao”, la villa para los artistas que había empezado a edificar frente al mar en Punta de Tralca.

Con Zurita reflexionamos sobre este proceso que se da cada cierto tiempo en la poesía chilena. Ocurrió con Rosamel del Valle y Humberto Díaz Casanueva en plena Guerra Fría, con Jorge Teillier y Enrique Lihn en las décadas del 70 y 80 en medio de experimentos políticos como la Revolución en Libertad, La Vía Chilena al Socialismo, donde estos últimos escriben sus mejores obras. La dictadura militar trajo consigo la dispersión pero también el establecimiento de nuevos corpus poéticos, que analizaremos en próximas crónicas.

Las obras recientes de autores como Malú Urriola ("Nada”, Premio Municipal de Santiago 2004); Armando Roa Vial (“Hotel Celine”); Christian Formoso (“Los coros desterrados”); Oscar Barrientos Bradasic (“Egloga de los cántaros sucios”) dan cuenta de este ciclo en que se abren ventanas con representaciones de ríos, hoteles, lenguajes abiertos, música de cámara con las vocales haciendo de las suyas y, como telón de fondo, un Chile que busca aún en su pasado, con una enorme fe en el lenguaje del porvenir como decía Li Tai Po.

Zurita habló a los mineros, a los docentes, a los poetas, a los estudiantes que repletaron un Tambo cerca del río Loa, y contó el por qué quiso ser un artista comprometido, además, con su tiempo. Habló de sus lecturas iniciales y recientes. Instó a la juventud a seguir creyendo en la magia de la creación. Les dijo a esos cientos de personas frente a las dunas de Calama que la poesía era el canto superior, eran los pájaros de Homero, las golonniñas de Huidobro, el aire de Heráclito, los gemidos rockianos, las piedras colosales de la Mistral, aquella niña del valle de Elqui que llegó al cielo en la tierra.

Después de esta memorable jornada de reflexión crítica y lecturas de este tiempo y del otro, podemos decir que el mundo sobrevivirá, que la poesía nos enseña a ser mejores, que seguiremos resistiendo a todas las guerras aunque algunos se empecinen en contradecirnos con sus tanques, cohetes, la aguda melodía de sus marchas."

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