PATAGONIA
CONSERVAR LA NATURALEZA PARA SUS AUTÉNTICOS DUEÑOS
Por Juan Gabriel Labaké
Marzo de 2004
PRIMERA PARTE
A) Territorio, población y ecología
La Argentina posee una superficie continental (sin contar las islas Malvinas y sus derechos sobre la Antártida) de casi 2.800.000 km2. En él hay inmensas riquezas naturales que le permitirían albergar a no menos de 200 millones de habitantes. Nuestro país tiene sólo 37 millones, es decir, una densidad de población de sólo 13 habitantes por km2. Si poseyéramos la densidad poblacional de España (50 habitantes por km2), que es el país menos densamente poblado entre los de tamaño mediano y grande de Europa, alcanzaríamos casi los 150.000.000 de habitantes. Si tuviéramos la densidad de Holanda, llegaríamos a una cifra cercana a los 1.200 millones de argentinos.
Aunque parezca paradójico en un mundo sobre-poblado en su mayor parte, uno de los problemas básicos de la Argentina es su escasa población. Esa circunstancia dio motivo en nuestra historia a algunas posiciones verdaderamente absurdas.
Al promediar el siglo XIX, la Argentina ingresó a la llamada división internacional del trabajo, orientada y dirigida en ese momento por Gran Bretaña, y conducida localmente por una generación de dirigentes (Mitre, Sarmiento y otros) que creían que la enfermedad de la Argentina era su excesiva extensión. Ése fue el criterio por el cual el gobierno federal, siempre dominado por una mayoría de intereses radicados en la ciudad de Buenos Aires y sus alrededores, descuidó y abandonó a su suerte a las provincias del interior. La mayor víctima de esa política fue la Patagonia.
La Patagonia tiene una superficie de alrededor de un millón de kilómetros cuadrados, mientras sus habitantes llegan apenas a la misma cifra. Es decir, su densidad de población es de un habitante por km2. Si bien la mayor parte de su superficie es una meseta inhóspita cruzada por vientos fortísimos, en sus costas, su subsuelo, sus valles formados por ríos de montaña (deshielo) y, especialmente, en su zona lacustre y boscosa posee recursos que son hoy valiosos para todo el mundo: agua potable en abundancia, petróleo, minerales críticos y estratégicos, y tierra fértil. Incluso sus vientos inclementes son hoy un recurso importante para la generación de energía eólica que recién comienza entre nosotros.
Una idea aproximada de la potencialidad de la Patagonia, y su casi nulo aprovechamiento, se obtiene al comparar su zona de lagos cordilleranos y bosques, con Suiza. Ambas superficies son semejantes en cantidad (Suiza, 41.400 km2; nuestra zona, 32.000 km2) y en calidad de tierras (en números redondos para las dos: un 30% de tierras estériles, un 25 aptas para el pastoreo, y un 45% para la agricultura). Pero Suiza tiene seis millones de habitantes y produce (todos los datos son del año 1990) 750.000 toneladas de granos, un millón de toneladas de papas, 60 mil de azúcar y medio millón de manzanas, mientras nuestra zona de lagos y bosques cordilleranos sólo alberga a cerca de 300 mil habitantes, y su producción agropecuaria es insignificante.
A ese muy escaso aprovechamiento y poblamiento de la Patagonia se suma aún una menor conservación de su ambiente y de sus recursos. El sobre-pastoreo del ganado lanar ha producido la erosión de grandes extensiones, agravada por los fuertes vientos y la falta de agua en la meseta patagónica, sin contar otras malas prácticas agropecuarias e industriales.
Además, desde hace décadas, empresas europeas y angloamericanas tratan de firmar convenios con las provincias patagónicas para que se les permita construir fábricas contaminantes o, lo que es peor, depósitos y plantas de tratamiento de residuos tóxicos provenientes de fábricas extranjeras, en las afueras de ciertas ciudades (costeras sobre todo). A cambio de ese verdadero crimen contra la naturaleza, nos ofrecen regalías en dinero (parte de ellas para los bolsillos particulares de los gobernantes...) y la promesa de forestar los alrededores de tales plantas industriales. De la misma manera, periódicamente se insiste, por parte de algunas autoridades argentinas y de gobiernos y/o empresas extranjeras, sobre la conveniencia de construir un basurero nuclear en la Patagonia (la zona elegida es la de Gastre, en el interior de la provincia de Chubut).
En estos momentos, sin ir más lejos, una empresa canadiense, la Meridian Gold, que pertenece al holding Tenke Minning Corp, de Vancouver, ha comprado unos terrenos a seis kilómetros de la ciudad de Esquel, en Chubut, donde existe una importante mina de oro y plata, y pretende explotarla a cielo abierto con el proceso de extracción con cianuro de sodio, veneno muy poderoso. Como la mina está al pie de la cordillera de los Andes, el agua de los deshielos arrastraría hacia Esquel y toda la meseta patagónica el cianuro sobrante, creando una contaminación descomunal y mortífera para los seres humanos y muchos otros seres vivos. En un trámite muy sospechoso, las autoridades municipales de Esquel, apoyadas por el gobernador de la provincia, firmaron el acuerdo con la Meridian Gold para explotar la mina, pero el pueblo de Esquel (tiene 28.000 habitantes) protestó enérgica y públicamente, hasta lograr que el asunto fuera puesto a votación en un plebiscito popular. La negativa a permitir ese atropello ecológico fue aplastante: ganó el NO a la mina con más del 90 de los votos. A pesar de ello, y ahora ya clandestina e ilegalmente, la Meridian Gold, con acuerdo secreto de las autoridades municipales y provinciales, que dejan hacer, ha seguido adelante con su proyecto. Las protestas populares han continuado también. El caso no está cerrado.
Según datos suministrados al autor de esta nota por la profesora de la Universidad del Comahue (Patagonia), Lic. Marta Sahores, el mayor problema es que la Tenke Minning Corp posee ya un poco más de 90 propiedades con derecho a exploración minera, que abarcan 958.000 hectáreas de terrenos con mineral de oro y plata a lo largo de toda la cordillera de los Andes, desde el límite norte con Bolivia, hasta el extremo sur continental: la provincia de Santa Cruz. Si la Tenke Minning Corp-Meridian Gold logra vencer la resistencia popular en Esquel, explotará todas sus minas con cianuro de sodio y envenenará amplias zonas de la Argentina.
Sobre la peligrosidad del método de extracción con cianuro de sodio, el 14 de diciembre de 2002, un grupo de científicos e institutos de estudio e investigación, reunido en Berlín, Alemania, emitió la llamada Declaración de Berlín sobre el uso de este compuesto químico. La declaración está firmada, en representación de todos, por el Prof. Dr. Paul Müller, de la Universidad de Saarbrücken, y por el Prof. Dr. Friedhelm Korte, de la Universidad de Munich Petra Sauerland - (CEO FIAN-D). Ese informe científico dice en síntesis:
1. El proceso de cianuro para la extracción de oro no puede ser aceptada, por sus daños irreversibles al ecosistema. La tecnología necesaria para la seguridad no puede garantizar la seguridad en la mina de oro. Por ello, este método del cianuro a cielo abierto no es autorizado bajo las leyes de Alemania y en la Comunidad Económica Europea.
2. La Tecnología para reducir el riesgo no es manejable y no puede ser controlada. Rotura de diques, pérdidas, accidentes de transporte (por ejemplo: Summitville, Colorado/USA 1993; Harmony Mine, Sudáfrica 1994; Manila, Filipinas 1995; Omai, Guayana 1995; Homestake Mine South Dakota, USA 1996; Gold Quarry Mine Nevada territory of Western Shoshone, USA 1997; Kumtor, Kirgistan 1998; Baia Mare, Rumania 2000) y otros accidentes indican mundialmente que estas empresas no actúan cuidadosamente.
3. Los análisis económicos indican que las actividades de los principales productores de oro (por ejemplo: Anglo Gold, South Africa; Gold Fields, South Africa; Rio Tinto, UK/Australia; Newmont, USA; Barrik, Canada; Placer Dome; Canada; BHP, Australia; Normandy, Australia) están concentradas en países pobres y regiones con bajos costos de producción, e insuficientes estándares legales y de control.
4. Este balance negativo demuestra que la extracción de oro con cianuro contradice permanentemente la declaración de Río. La mina destruye, a largo plazo, las necesidades básicas de vida y pone en peligro una alimentación adecuada.
En ese contexto general (grandes y ricas extensiones poco aprovechadas y poco pobladas, cierta despreocupación por parte de las autoridades nacionales, y presión de algunos grupos de interés nacionales y extranjeros para usarla como basurero), la Patagonia ha visto en los últimos años renacer un viejo peligro, que, a pesar de ser absurdo, es real.
Ya al promediar el siglo XIX, un excéntrico francés comenzó la serie de casos raros. Viajó a la Argentina, fue hasta Neuquén, y, aprovechando la credulidad e ingenuidad de los indios patagónicos, se hizo proclamar solemnemente por ellos, con promesas y leyendas inventadas, Rey de la Patagonia. El caso, a pesar de tener tantos rasgos de locura, fue difundido ampliamente por la prensa europea, y no tuvo la debida desautorización del gobierno de Francia sino varios años después, debido a la insistencia de nuestros gobernantes para que lo hiciera.
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