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MIRANDO AL SUR - augusto alvarado


LA CAUSA DE ARAFAT

<h2><hr><u>LA CAUSA DE ARAFAT</h2></u> La Jornada - México D.F. Miércoles 17 de noviembre de 2004

Por José Steinsleger

Cuando un intelectual o corresponsal del "primer mundo" se instala en el tercero para interpretarlo o, viceversa, siendo del tercero lo interpreta con ojos del primero, nada impide que pueda convertirse en talentoso supermán de la interpretación. Pero, al igual que el doctor Jekyll y Clark Kent, vivirá debatiéndose en la doble identidad.

Hay quienes creen que ser "progresista" es igual a "tener identidad". ¿Lo uno incluye lo otro? Hay progresistas que viven en la indefinición, y están los que reivindican con claridad su identidad. ¿Qué propuesta política progresista puede surgir sin identidad?

En su artículo "¿Qué dirán de Arafat?" (“La Jornada”, 12/11/04), Robert Fisk arranca diciendo: "Fue (Arafat) totalmente leal al sueño palestino y ese sueño lo hizo miserable", y asocia al dirigente con el maldito: "Como tantos líderes árabes, Arafat gobernó por la emoción más que por la razón; George Bush hijo es el equivalente más cercano, con su guerra en Irak".

¿Es justo? Seguramente muchos progresistas como Fisk creerán que no hay diferencia entre los niños que gritaban en Gernika y Auschwitz y los gaseados en Fallujah, Gaza y Afganistán. Está muy bien decir que los niños son inocentes y está menos bien recordar que niños como Bush y Sharon se formaron y se forman en la cultura que del genocidio hizo negocio supeditado a "opinión", y construye endecasílabos fervorosos para llorar la "crisis ética y moral del mundo" con vehemencia profesional.

En el pasado medio siglo, el Norte produjo las grandes mentiras que han servido para beneficiar al imperialismo. Una de tantas sostiene que la nación es algo abstracto, cuyo origen y fin no están claros pues sólo puede constituirse en el nivel de lo imaginario.

Idem con el pim-pam-pum del "fin de las ideologías", desarrollado por Seymour Lipset en El hombre político (1955), el sociólogo Daniel Bell en libro homónimo (1960) y el economista gringo Lester Brown, para quien la nación "... impedía la organización eficaz de la actividad económica y la transferencia de tecnología en todo el mundo" (1972).

Ideas que empezaron a circular en el Congreso por la Libertad de la Cultura, financiado por la CIA (Milán, 1955), cuando se constituyó el Movimiento de los No Alineados. Lo del "fin de la historia" tampoco fue invento de Francis Fukuyama, burócrata del Departamento de Estado, sino de su maestro, el ruso neofascista Alexander Kójeve (1902-68) quien dijo que la historia había terminado en tanto conflicto, y que en su lugar regía la lógica del mercado impuesto por las naciones hegemónicas.

Clonados por los capataces criollos del intelecto, se cae en herejía cuando se propone examinar la validez de criterios revestidos de "cientificidad" y aplicados mecánicamente a realidades que no son aquéllas para las cuales fueron concebidos. Por izquierda y derecha, sin pensamiento propio, preocupada por los prestigios que les fabrica el aparato cultural, la inteligencia liberal carece de identidad porque piensa de afuera hacia adentro, quedando atrapada en los temas y "puntos de vista" buenos para abrir la puerta de ciertos círculos, universidades, centros de investigación, editoriales y periódicos.

El sociólogo argentino Carlos Paz dice: "Un pensamiento no es nacional por su localización geográfica, atavismo folclórico o mezquino patriotismo, sino porque renuncia a la imitación, a la repetición, y el hábito acomplejado de quienes revuelven pensamientos de segunda mano". Refutando al historiador liberal Tulio Halperin Donghi, de igual nacionalidad, Paz agrega:

"En la construcción de una nación interviene lo imaginario, pero aún en ese imaginario interviene la historia y los actores de la historia. Creer que la nación es una abstracción importa en los hechos derogarla y renunciar a plantear la cuestión nacional" (“Aportes” Núm. 3, Buenos Aires, 12/1994).

En suma, lo imaginario no sería la nación ni el estado-nacional, sino el racionalismo conservador o liberal que Israel y Estados Unidos pretenden imponer al mundo. Modalidad del pensamiento que, devenido en artículo de fe y consumo, avanza sobre las nuevas "tierras prometidas". Racionalismo vs. racionalidad. ¿Qué vencerá?

Islámico de confesión, laico de ideas, Yasser Arafat resucitó a Palestina, nación negada, pueblo oprimido, cultura soterrada y tierra ocupada, cuya identidad nació con el despertar de las civilizaciones. Para ello luchó y negoció con todos y contra todos: cristianos, islámicos, judíos y... palestinos.

La exigencia de Arafat fue clara: devolución de la Franja de Gaza, la Rivera Occidental, Jerusalén Este (árabe), desmantelamiento de todos los asentamientos ilegales y las tierras ocupadas en la guerra de 1967.
Dice Fisk que Arafat"... era un soñador, característica popular entre los palestinos, que sólo tienen los sueños para darse esperanza". ¿Sólo ellos? Los palestinos sueñan y combaten. El Estado terrorista y criminal de Israel también combate. Pero tras haber sido sueño, hoy es pesadilla.

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