LLEGÓ FAHRENHEIT 451: HAGA CLICK
LLEGÓ FAHRENHEIT 451: HAGA CLICK
Conozcamos la opinión de José Steinsleger al respecto (La Jornada, México D.F., agosto de 2002).
Comunicación, educación y salud. He aquí los enemigos de un sistema que reduce todo a mercancía. He aquí el modelo que depende de la desinformación, de la ignorancia y de las enfermedades para legitimar inequidades e iniquidades. He aquí, en orden alfabético y de prioridades, las fuerzas que al degradarse expanden, conducen y refuerzan el envilecimiento social.
Comunicación, educación y salud. El modelo necesita de la incomunicación (que no se conjura con la mera "información"), de la ignorancia (que no se combate con la mera "instrucción"), de las enfermedades (que no se alivian con la mera "curación"). El modelo necesita del ruido dictatorial mediático, de maestros muertos de hambre que entrenan al esclavo futuro en el tecleo de una consola sin saber para qué, de seres embrutecidos por la desnutrición.
Comunicación, educación y salud. He aquí las tres patas que sostienen eso que con solemnidad llamamos "cultura". ¿Por qué lamentarnos de que el vulgo asocie "cultura" con "privilegio", si la "democracia viable" fue pensada, justamente, para negar el idealismo de El Quijote, la sensualidad de Las mil y una noches y la autonomía del joven Jack Hawkins en La isla del tesoro? Estas obras son subversivas y el modelo pedagógico dominante exige lobotomizar a la juventud que se atreva a ser altruista, gozadora y aventurera.
Por lo demás... ¿desde hace cuántas décadas ya no se leen tales obras? Y si se leyeran... ¿podrían los jóvenes y adultos comprender lo que dicen? En una encuesta reciente entre alumnos de preparatoria, el saldo de palabras conocidas y comprendidas fue noventa (90) de promedio. ¿Qué responsabilidad cabe a los "cultos", que desde hace décadas nos dicen que "una imagen vale por mil palabras"? Mil palabras... ¡Qué ambición!
Todo y más de lo imaginado por Ray Bradbury en su novela de "ciencia ficción" (?) Fahrenheit 451 (1953), temperatura a la que el papel arde, ya está aquí. Hagamos ¡click!: el sábado 10 de agosto pasado, la cartelera cinematográfica del Distrito Federal ofreció lo siguiente: Frío de perros (42 salas), ¡Oye, Arnold! (32), Scooby Doo (37), Spirit, el corcel indomable (27), Amigas para siempre (26), Stuart Little 2 (53), Hombres de negro II (26) y Ouija, el juego de los espíritus (22). En 265 salas de proyección, a razón de cinco funciones diarias y 200 espectadores promedio por función, estas películas fueron vistas por 265 mil personas. Claro, tampoco faltó la "alternancia": Iris y Juana la loca fueron vistas por 7 mil personas el mismo día.
Yabba-dabba-doo. No desesperéis, gracias a la publicidad del fundamentalismo católico, El crimen del padre Amaro promete una asistencia superior a la motivada por la visita del Papa y debates sapientísimos como los que sacudieron al catolicismo de hace mil años. ¿Cuántos días aguantará en cartelera? En el infierno de la "cultura" neoliberal, la literatura y las humanidades han sido reducidas a cenizas. Sostengamos una plática con los jóvenes de las universidades públicas y privadas; indaguemos en su ortografía, sintaxis y capacidad de comprensión, y tendremos una idea clara de un futuro que ya es presente. El pasado nunca fue mejor. Pero se leía. Bien, mal, regular, se leía.
Hoy basta con hacer ¡click!
La "cultura" neoliberal requiere de sociedades postradas y acríticas. Objetivos que se alcanzan cuando se empieza desde muy abajo, con los más chiquitos. El Banco Mundial anda detrás de los planes de estupidización colectiva, y desde hace años reclama "elevar el nivel" de la enseñanza según la entienden los "modernos": fin de la historia y de la pretensión de formar seres capaces de deliberar acerca de las causas que en el pasado derramaron la sangre, su sangre.
Que la historia, como dice Enrique Krauze, sea "entretenida". Y que todo sea "mito": Hidalgo, Guerrero, Juárez, la Reforma, los Flores Magón, la bandera, Zapata, la Constitución de 1917, el escudo. Que todo sea relativo. Que nada sea verdad. El escepticismo tiene su "glamour".
Bradbury escribió: "Durante un periodo utilizaremos mucho las computadoras. Así crearemos una civilización de estúpidos tecnológicos, mientras una elite se irá quedando con todo. Y cuando hablo de elite hablo de gente como yo, que puede leer. Porque creo que, a la larga, aquellos que se quedan sentados frente a Internet se convertirán en unos idiotas, y los que vayamos a las bibliotecas nos haremos cargo de la civilización. Por ahora, buena parte de la felicidad depende de saber cómo y cuándo apagar el televisor".
En Fahrenheit 451 hay un "parque de la diversión" que aspira a eliminar la necesidad de pensar. Lo necesario es el placer y la excitación. Sin embargo, Bradbury no es un pesimista de esos de a peso que abundan sin peso. Montag, personaje de la novela, consigue escapar del sabueso-robot que detecta a los propietarios de libros y se une al grupo que conserva los clásicos de memoria.
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