GUAYASAMÍN: CULTURA Y DIGNIDAD
Por José Steinsleger
Aquella noche de agosto de 1988, mientras el secretario de Estado, George Schultz, se movilizaba por las capitales de América Latina para impedir la visita de los gobernantes invitados a la transmisión del mando en Ecuador, Rodrigo Borja y Osvaldo Guayasamín (1919-1999) cavilaban acerca de lo procedente en tales circunstancias.
¿Cuáles circunstancias? Presidente electo el uno, pintor de renombre mundial el otro, Borja se preguntaba si el arte debía ceder su lugar a la política o viceversa. Por su lado, la angustia de Guayasamín alcanzó su clímax: "¿Quiere decir que justamente ahora, después de todo lo que he dicho y manifestado sobre el dolor de nuestros pueblos, debo ceder y borrar lo que pinté en el mural del Parlamento?" Resignado, el pintor dijo para sí: "Haré lo que mi ñaño (hermano) diga". Y el presidente electo, asediado por algunos de sus consejeros, la embajada de Estados Unidos y los telegramas de protesta contra los contenidos del mural Frustración y esperanza, se trasladó a la residencia de Guayasamín.
-Osvaldo, no nos torturemos más. El mural se queda como está. Si empezamos agachando la cabeza la vamos a tener agachada en los cuatro años de mi mandato. Has pintado lo que tú sientes y millones de ecuatorianos y de latinoamericanos están contigo. Sin dar crédito a lo que oía, visiblemente conmovido, el pintor destapó una botella de vino y con la mirada clavada en la policromía eternamente variable del volcán Pichincha, pegó un grito de alegría: "¡Por fin! ¡Por fin un político que entiende que todo es válido, la historia y la vida, el arte y la política, los benditos intereses del Estado y el sufrimiento de los pueblos!"
Borja y Guayasamín se confundieron en un largo y sentido abrazo. Días después, durante la ceremonia de posesión en la sala de honor del Congreso Nacional, Schultz hizo como que nada ameritaba ser visto, en tanto pocos metros más allá Fidel Castro observaba con regocijada atención el mural de 360 metros cuadrados (30 de largo, 12 de alto), que de un modo estremecedor narra 2 mil 500 años de historia ecuatoriana. Salpicado de leyendas y referencias culturales, el mural se divide en varias partes: la simbólica y la trágica, la positiva y la negativa. La figura central, simbólica, es la más importante: la cultura carchi, que data de mil 500 años antes de Cristo, de donde sale un sol cuadrado que encierra una luna redonda. Dos enormes manos de cuatro metros de altura se alzan desde la base del mural y tratan de alcanzar el sol cuadrado y la luna redonda, rematados por un cóndor gigante con alas de fuego que representa el resurgir de la unidad latinoamericana. En el extremo superior izquierdo, una leyenda reza: "Indoamérica, rompe tus fronteras". Al centro, un pensamiento de Bolívar: "Formar de todo el mundo nuevo una sola nación" y otro de Juan Montalvo: Desgraciado el pueblo donde los jóvenes son humildes con el tirano".
La parte "negativa" del mural se compone de cuatro nichos hundidos en los que figuran cuatro personajes siniestros: un soldado sonriente pintado en blanco y negro con los ojos inyectados en sangre y un enorme casco nazi que lleva las siglas de la Agencia Central de Inteligencia de Estados Unidos: CIA.
Con el mural Frustración y esperanza, el indio Guayasamín legó a la posteridad un mensaje profundo de optimismo y opción por los condenados y la urgente necesidad de la emancipación latinoamericana.
El otro legado del pintor fue la Capilla del Hombre, complejo arquitectónico cultural de 15 mil metros cuadrados. La capilla evoca el destino de América Latina, de México a la Patagonia, y la historia de los pueblos del continente, representada en las culturas maya, azteca, inca y otras hasta la época presente.
De dos pisos, los niveles de la capilla están unidos por gradas y un par de elevadores. En la pared oriental de la planta superior fueron colocados los acrílicos del mural Rostros de América, pertenecientes a la La edad de la ternura, hechos por el pintor antes de su muerte.
La Capilla del Hombre fue inaugurada en días pasados por los presidentes Gustavo Noboa, Fidel Castro y Hugo Chávez, quienes encendieron la llama eterna del sitio ante mil 500 invitados. La presencia del presidente de Cuba en Ecuador traspasó expectativas. Masivamente el pueblo de Quito se volcó en las calles y allí, en medio de la cordillera de los Andes y cerca de la línea que parte en dos al mundo, Fidel evocó una frase de Guayasamín:
"Mi pintura es para herir, arañar y golpear en el corazón de la gente, para mostrar lo que el hombre hace en contra del hombre; pintar es una forma de oración, al mismo tiempo que de grito, y la más alta consecuencia del amor y la soledad"."
Aquella noche de agosto de 1988, mientras el secretario de Estado, George Schultz, se movilizaba por las capitales de América Latina para impedir la visita de los gobernantes invitados a la transmisión del mando en Ecuador, Rodrigo Borja y Osvaldo Guayasamín (1919-1999) cavilaban acerca de lo procedente en tales circunstancias.
¿Cuáles circunstancias? Presidente electo el uno, pintor de renombre mundial el otro, Borja se preguntaba si el arte debía ceder su lugar a la política o viceversa. Por su lado, la angustia de Guayasamín alcanzó su clímax: "¿Quiere decir que justamente ahora, después de todo lo que he dicho y manifestado sobre el dolor de nuestros pueblos, debo ceder y borrar lo que pinté en el mural del Parlamento?" Resignado, el pintor dijo para sí: "Haré lo que mi ñaño (hermano) diga". Y el presidente electo, asediado por algunos de sus consejeros, la embajada de Estados Unidos y los telegramas de protesta contra los contenidos del mural Frustración y esperanza, se trasladó a la residencia de Guayasamín.
-Osvaldo, no nos torturemos más. El mural se queda como está. Si empezamos agachando la cabeza la vamos a tener agachada en los cuatro años de mi mandato. Has pintado lo que tú sientes y millones de ecuatorianos y de latinoamericanos están contigo. Sin dar crédito a lo que oía, visiblemente conmovido, el pintor destapó una botella de vino y con la mirada clavada en la policromía eternamente variable del volcán Pichincha, pegó un grito de alegría: "¡Por fin! ¡Por fin un político que entiende que todo es válido, la historia y la vida, el arte y la política, los benditos intereses del Estado y el sufrimiento de los pueblos!"
Borja y Guayasamín se confundieron en un largo y sentido abrazo. Días después, durante la ceremonia de posesión en la sala de honor del Congreso Nacional, Schultz hizo como que nada ameritaba ser visto, en tanto pocos metros más allá Fidel Castro observaba con regocijada atención el mural de 360 metros cuadrados (30 de largo, 12 de alto), que de un modo estremecedor narra 2 mil 500 años de historia ecuatoriana. Salpicado de leyendas y referencias culturales, el mural se divide en varias partes: la simbólica y la trágica, la positiva y la negativa. La figura central, simbólica, es la más importante: la cultura carchi, que data de mil 500 años antes de Cristo, de donde sale un sol cuadrado que encierra una luna redonda. Dos enormes manos de cuatro metros de altura se alzan desde la base del mural y tratan de alcanzar el sol cuadrado y la luna redonda, rematados por un cóndor gigante con alas de fuego que representa el resurgir de la unidad latinoamericana. En el extremo superior izquierdo, una leyenda reza: "Indoamérica, rompe tus fronteras". Al centro, un pensamiento de Bolívar: "Formar de todo el mundo nuevo una sola nación" y otro de Juan Montalvo: Desgraciado el pueblo donde los jóvenes son humildes con el tirano".
La parte "negativa" del mural se compone de cuatro nichos hundidos en los que figuran cuatro personajes siniestros: un soldado sonriente pintado en blanco y negro con los ojos inyectados en sangre y un enorme casco nazi que lleva las siglas de la Agencia Central de Inteligencia de Estados Unidos: CIA.
Con el mural Frustración y esperanza, el indio Guayasamín legó a la posteridad un mensaje profundo de optimismo y opción por los condenados y la urgente necesidad de la emancipación latinoamericana.
El otro legado del pintor fue la Capilla del Hombre, complejo arquitectónico cultural de 15 mil metros cuadrados. La capilla evoca el destino de América Latina, de México a la Patagonia, y la historia de los pueblos del continente, representada en las culturas maya, azteca, inca y otras hasta la época presente.
De dos pisos, los niveles de la capilla están unidos por gradas y un par de elevadores. En la pared oriental de la planta superior fueron colocados los acrílicos del mural Rostros de América, pertenecientes a la La edad de la ternura, hechos por el pintor antes de su muerte.
La Capilla del Hombre fue inaugurada en días pasados por los presidentes Gustavo Noboa, Fidel Castro y Hugo Chávez, quienes encendieron la llama eterna del sitio ante mil 500 invitados. La presencia del presidente de Cuba en Ecuador traspasó expectativas. Masivamente el pueblo de Quito se volcó en las calles y allí, en medio de la cordillera de los Andes y cerca de la línea que parte en dos al mundo, Fidel evocó una frase de Guayasamín:
"Mi pintura es para herir, arañar y golpear en el corazón de la gente, para mostrar lo que el hombre hace en contra del hombre; pintar es una forma de oración, al mismo tiempo que de grito, y la más alta consecuencia del amor y la soledad"."
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