AMÍLCAR CABRAL (1924-1973)
AMÍLCAR CABRAL (1924-1973)
Por José Steinsleger
¿De qué forma pueden evolucionar los países subdesarrollados hacia el socialismo? En la primera Conferencia Tricontinental de los Pueblos de Asia, África y América Latina, el pensador guineano Amílcar Cabral señaló: "La deficiencia ideológica, por no decir la carencia total de ideología, en el seno de los movimientos de liberación nacional -originada básicamente en la ignorancia de la realidad histórica que estos movimientos pretenden transformar-, constituye una de las mayores debilidades de nuestra lucha contra el imperialismo, o quizá, inclusive, su mayor debilidad" (La Habana, enero de 1966).
En la madrugada del 20 de enero de 1973 Cabral fue asesinado en Conakry, capital de la vecina república de Guinea, ex colonia de Francia independizada en 1958. Pero los agentes de la policía política portuguesa que inmortalizaron al líder del Partido Independentista de Guinea-Bissau y Cabo Verde (PAIGC, 1956) no pudieron impedir que la lucha anticolonial continuase su camino. Situadas en la región occipital del mal llamado continente negro, Guinea-Bissau se independizó de Portugal en septiembre de 1973 y el archipiélago de Cabo Verde en julio de 1974. Una dirección confederada del PAIGC se encargó de conducir los primeros pasos de ambas naciones.
Persuadido de que la lucha de liberación nacional es un acto de cultura y de que el mayor logro cultural sería la recuperación por el pueblo de su personalidad, organizó su ejército con integrantes de distintas tribus: balanzas, fulas, mancaños, pepels, mandingas, majacos y bijagos, y con hombres procedentes de distintos credos religiosos: protestantes, islámicos y animistas. De ahí su interés por la obra de Paulo Freire, exiliado de la dictadura brasileña, y su invitación a Guinea Bissau, donde el pedagogo dirigió la alfabetización y la educación de adultos en los territorios liberados primero y con la independencia después. (Freire, Paulo. Cartas a Guinea-Bissau, Siglo xxi, México, 1977.)
Fuera de la esclavitud, que látigo mediante conformó las oligarquías de Brasil, el Caribe y otras del continente y que en Europa produjo a santos varones de la democracia como Montesquieu, aquél de la división de poderes, quien de los negros escribió que "es imposible suponer que esas gentes sean hombres" (El espíritu de las leyes, 1748), América Latina, con excepción de Cuba, está en deuda con los pueblos africanos. La cuota de sangre cubana en la lucha anticolonial de los pueblos africanos fue congruente con los principios de solidaridad, el pensamiento y la lucha de Amílcar Cabral. Principios de trascendencia similar a los de Petion en Haití, país que no bien declaró su independencia hace 200 años ofreció a Bolívar buques, armas, tropas y las claves ideológicas para llevar a buen puerto la lucha anticolonial. La solidaridad cubana en África prosigue hoy de un modo incesante en lo técnico, sanitarista, deportivo y académico. ¿O será que la independencia de Angola, Namibia y la liberación de Nelson Mandela, como dice Univisión, sólo fue posible merced a la buena voluntad del régimen racista sudafricano, Washington y Naciones Unidas?
En 1964, con audacia y una libertad intelectual insólita en el movimiento antimperialista mundial de entonces, Cabral dijo en conferencia dictada en Milán: "Existe un preconcepto que afirma que el imperialismo, en el momento en que inició su aventura en nuestros países, determinó que ingresáramos a la historia. Este preconcepto debe ser denunciado: muchos izquierdistas, marxistas en particular, consideran que la historia significa obviamente lucha de clases. Nuestra opinión es exactamente la contraria. No bien llegó a Guinea, el imperialismo hizo que abandonásemos la historia, nuestra historia. Aceptamos el hecho de que la historia en nuestro país es el resultado de la lucha de clases, pero tenemos nuestra propia lucha de clases en nuestro propio país".
Para América Latina, especialmente para el tercio de habitantes que hunde sus raíces en los millones de esclavos traídos de Africa occidental, la difusión del pensamiento de Amílcar Cabral resulta indispensable y un modo de profundizar en obras como las de Alejo Carpentier, Stephen Alexis, Nicomedes Santa Cruz, Pedro Mir, Nicolás Guillén, Fernando Ortiz, Toña La Negra, Aimé Cesaire, Derek Walcott, Gilberto Gil, Wilfredo Lam y tantos otros.
Así lo entendió la pequeña comunidad afroargentina que en el paupérrimo barrio suburbano de Dock Sud, pegado a Buenos Aires, organizó un ciclo de homenaje en memoria del trigésimo aniversario del asesinato de Cabral. Diezmados como carne de cañón en la guerra del Paraguay (1865-70) y durante la epidemia de fiebre amarilla, en Argentina, oficialmente, no hay negros. Mas debe El Proletario, primer periódico socialista en el río de La Plata (1858), al intelectual Lucas Fernández, de ascendencia guineana.
¿De qué forma pueden evolucionar los países subdesarrollados hacia el socialismo? En la primera Conferencia Tricontinental de los Pueblos de Asia, África y América Latina, el pensador guineano Amílcar Cabral señaló: "La deficiencia ideológica, por no decir la carencia total de ideología, en el seno de los movimientos de liberación nacional -originada básicamente en la ignorancia de la realidad histórica que estos movimientos pretenden transformar-, constituye una de las mayores debilidades de nuestra lucha contra el imperialismo, o quizá, inclusive, su mayor debilidad" (La Habana, enero de 1966).
En la madrugada del 20 de enero de 1973 Cabral fue asesinado en Conakry, capital de la vecina república de Guinea, ex colonia de Francia independizada en 1958. Pero los agentes de la policía política portuguesa que inmortalizaron al líder del Partido Independentista de Guinea-Bissau y Cabo Verde (PAIGC, 1956) no pudieron impedir que la lucha anticolonial continuase su camino. Situadas en la región occipital del mal llamado continente negro, Guinea-Bissau se independizó de Portugal en septiembre de 1973 y el archipiélago de Cabo Verde en julio de 1974. Una dirección confederada del PAIGC se encargó de conducir los primeros pasos de ambas naciones.
Persuadido de que la lucha de liberación nacional es un acto de cultura y de que el mayor logro cultural sería la recuperación por el pueblo de su personalidad, organizó su ejército con integrantes de distintas tribus: balanzas, fulas, mancaños, pepels, mandingas, majacos y bijagos, y con hombres procedentes de distintos credos religiosos: protestantes, islámicos y animistas. De ahí su interés por la obra de Paulo Freire, exiliado de la dictadura brasileña, y su invitación a Guinea Bissau, donde el pedagogo dirigió la alfabetización y la educación de adultos en los territorios liberados primero y con la independencia después. (Freire, Paulo. Cartas a Guinea-Bissau, Siglo xxi, México, 1977.)
Fuera de la esclavitud, que látigo mediante conformó las oligarquías de Brasil, el Caribe y otras del continente y que en Europa produjo a santos varones de la democracia como Montesquieu, aquél de la división de poderes, quien de los negros escribió que "es imposible suponer que esas gentes sean hombres" (El espíritu de las leyes, 1748), América Latina, con excepción de Cuba, está en deuda con los pueblos africanos. La cuota de sangre cubana en la lucha anticolonial de los pueblos africanos fue congruente con los principios de solidaridad, el pensamiento y la lucha de Amílcar Cabral. Principios de trascendencia similar a los de Petion en Haití, país que no bien declaró su independencia hace 200 años ofreció a Bolívar buques, armas, tropas y las claves ideológicas para llevar a buen puerto la lucha anticolonial. La solidaridad cubana en África prosigue hoy de un modo incesante en lo técnico, sanitarista, deportivo y académico. ¿O será que la independencia de Angola, Namibia y la liberación de Nelson Mandela, como dice Univisión, sólo fue posible merced a la buena voluntad del régimen racista sudafricano, Washington y Naciones Unidas?
En 1964, con audacia y una libertad intelectual insólita en el movimiento antimperialista mundial de entonces, Cabral dijo en conferencia dictada en Milán: "Existe un preconcepto que afirma que el imperialismo, en el momento en que inició su aventura en nuestros países, determinó que ingresáramos a la historia. Este preconcepto debe ser denunciado: muchos izquierdistas, marxistas en particular, consideran que la historia significa obviamente lucha de clases. Nuestra opinión es exactamente la contraria. No bien llegó a Guinea, el imperialismo hizo que abandonásemos la historia, nuestra historia. Aceptamos el hecho de que la historia en nuestro país es el resultado de la lucha de clases, pero tenemos nuestra propia lucha de clases en nuestro propio país".
Para América Latina, especialmente para el tercio de habitantes que hunde sus raíces en los millones de esclavos traídos de Africa occidental, la difusión del pensamiento de Amílcar Cabral resulta indispensable y un modo de profundizar en obras como las de Alejo Carpentier, Stephen Alexis, Nicomedes Santa Cruz, Pedro Mir, Nicolás Guillén, Fernando Ortiz, Toña La Negra, Aimé Cesaire, Derek Walcott, Gilberto Gil, Wilfredo Lam y tantos otros.
Así lo entendió la pequeña comunidad afroargentina que en el paupérrimo barrio suburbano de Dock Sud, pegado a Buenos Aires, organizó un ciclo de homenaje en memoria del trigésimo aniversario del asesinato de Cabral. Diezmados como carne de cañón en la guerra del Paraguay (1865-70) y durante la epidemia de fiebre amarilla, en Argentina, oficialmente, no hay negros. Mas debe El Proletario, primer periódico socialista en el río de La Plata (1858), al intelectual Lucas Fernández, de ascendencia guineana.
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