PETROCARIBE
Por Ángel Guerra Cabrera
www.rodelu.net
El petróleo es un recurso finito que podría haber servido durante mucho más tiempo de fuente de energía para la humanidad. Pero debido al irracional ritmo de derroche del carburante por las sociedades capitalistas de consumo -en particular Estados Unidos- y la insaciable demanda de nuevos gigantes industriales, como China e India, lo más que puede durar es unos 30 años a partir de ahora. Debido a que la producción mundial ha entrado ya en una fase de declive y la demanda continúa aumentando incesantemente, la tendencia actual es a una elevación desmesurada de precio. Los altos precios amenazan con acarrear terribles consecuencias económicas, políticas y sociales a los países del tercer mundo no productores de crudo, que se ven imposibilitados de adquirirlo en los mercados internacionales. Agobiados por el saqueo de sus recursos, el bajo precio de sus materias primas, el intercambio desigual y la carga imposible de la deuda externa, el alza de los precios de los energéticos podría excluir de la economía mundial a estos estados, con frecuencia pequeños y carentes de fuentes significativas de ingresos en divisas, como viene ocurriendo en Africa, el Caribe, América Central y zonas de América Latina, donde la expulsión de migrantes está en el orden del día.
En este panorama, la creación de Petrocaribe, a iniciativa del presidente venezolano, Hugo Chávez, adquiere enorme importancia histórica al convertirse en el primer acuerdo energético de naturaleza solidaria con fines de desarrollo social firmado entre un grupo de estados de cualquier región del mundo. La organización quedó integrada por Antigua y Barbuda, Bahamas, Belice, Cuba, Dominica, República Dominicana, Granada, Guyana, Jamaica, San Vicente y las Granadinas, Santa Lucía, San Cristóbal y Nevis, Surinam y Venezuela. Petrocaribe será una instancia de suministro del crudo venezolano a precios justos, con bajo interés y créditos a largo plazo, más favorable para los importadores que los pactos de Caracas y San José; sólo por esto sería un gran paso de avance. Pero sus objetivos van bastante más allá e incluyen la planificación e integración de la política energética de estos 14 países, a cargo de un comité ministerial, que contemplará desde la exploración y extracción hasta el transporte, nuevas capacidades de refinación, desarrollo de la petroquímica, comercialización, capacitación y asistencia tecnológica, así como la creación de compañías estatales de energía donde no existan. Entre sus bases está el desarrollo de fuentes alternativas de energía renovable, algo que sería suicida dejar de la mano en las circunstancias en que el fin del crudo está a una generación de distancia.
La organización recién creada se concibe, según el acta constitutiva, en el espíritu de la Alternativa Bolivariana para América (Alba), como un cimiento en la solidaridad, la cooperación, la complementación y el desarrollo económico entre los países caribeños. A decir del canciller venezolano, Alí Rodríguez, Petrocaribe intenta tomar como referencia en las relaciones bilaterales del área las que actualmente existen entre Venezuela y Cuba, regidas en su totalidad por el Alba. Este marco de relaciones en torno a un producto de la excepcional importancia estratégica del petróleo y de la idea de la integración energética caribeña contrasta poderosamente con el interés exclusivo por la ganancia, obtenida mediante la depredación y el afán balcanizador, que marca los vínculos económicos extendidos por las trasnacionales petroleras a todos los confines por la globalización neoliberal. Constituye, además, un precedente de gran significación y un poderoso estímulo a la integración solidaria de América Latina y el Caribe, en contraposición con instrumentos colonialistas como son los tratados de libre comercio.
Mientras el Area de Libre Comercio para las Américas (ALCA) pondría el último clavo al grillete de la esclavitud de nuestra América, la Alba sería una gran fuerza liberadora y multiplicadora de energías, la única capaz de conducirla al desarrollo con soberanía, autodeterminación y dignidad. El gobierno del presidente Hugo Chávez se ha tomado muy en serio la revitalización práctica del ideario de Bolívar, quien se dio cuenta con penetrante visión de futuro de la indispensable unión de nuestros pueblos latinoamericanos en una Patria Grande, única forma de sobrevivir soberanamente en el juego de los grandes poderes mundiales.
Publicado en La Jornada el 7 de julio de 2005
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El petróleo es un recurso finito que podría haber servido durante mucho más tiempo de fuente de energía para la humanidad. Pero debido al irracional ritmo de derroche del carburante por las sociedades capitalistas de consumo -en particular Estados Unidos- y la insaciable demanda de nuevos gigantes industriales, como China e India, lo más que puede durar es unos 30 años a partir de ahora. Debido a que la producción mundial ha entrado ya en una fase de declive y la demanda continúa aumentando incesantemente, la tendencia actual es a una elevación desmesurada de precio. Los altos precios amenazan con acarrear terribles consecuencias económicas, políticas y sociales a los países del tercer mundo no productores de crudo, que se ven imposibilitados de adquirirlo en los mercados internacionales. Agobiados por el saqueo de sus recursos, el bajo precio de sus materias primas, el intercambio desigual y la carga imposible de la deuda externa, el alza de los precios de los energéticos podría excluir de la economía mundial a estos estados, con frecuencia pequeños y carentes de fuentes significativas de ingresos en divisas, como viene ocurriendo en Africa, el Caribe, América Central y zonas de América Latina, donde la expulsión de migrantes está en el orden del día.
En este panorama, la creación de Petrocaribe, a iniciativa del presidente venezolano, Hugo Chávez, adquiere enorme importancia histórica al convertirse en el primer acuerdo energético de naturaleza solidaria con fines de desarrollo social firmado entre un grupo de estados de cualquier región del mundo. La organización quedó integrada por Antigua y Barbuda, Bahamas, Belice, Cuba, Dominica, República Dominicana, Granada, Guyana, Jamaica, San Vicente y las Granadinas, Santa Lucía, San Cristóbal y Nevis, Surinam y Venezuela. Petrocaribe será una instancia de suministro del crudo venezolano a precios justos, con bajo interés y créditos a largo plazo, más favorable para los importadores que los pactos de Caracas y San José; sólo por esto sería un gran paso de avance. Pero sus objetivos van bastante más allá e incluyen la planificación e integración de la política energética de estos 14 países, a cargo de un comité ministerial, que contemplará desde la exploración y extracción hasta el transporte, nuevas capacidades de refinación, desarrollo de la petroquímica, comercialización, capacitación y asistencia tecnológica, así como la creación de compañías estatales de energía donde no existan. Entre sus bases está el desarrollo de fuentes alternativas de energía renovable, algo que sería suicida dejar de la mano en las circunstancias en que el fin del crudo está a una generación de distancia.
La organización recién creada se concibe, según el acta constitutiva, en el espíritu de la Alternativa Bolivariana para América (Alba), como un cimiento en la solidaridad, la cooperación, la complementación y el desarrollo económico entre los países caribeños. A decir del canciller venezolano, Alí Rodríguez, Petrocaribe intenta tomar como referencia en las relaciones bilaterales del área las que actualmente existen entre Venezuela y Cuba, regidas en su totalidad por el Alba. Este marco de relaciones en torno a un producto de la excepcional importancia estratégica del petróleo y de la idea de la integración energética caribeña contrasta poderosamente con el interés exclusivo por la ganancia, obtenida mediante la depredación y el afán balcanizador, que marca los vínculos económicos extendidos por las trasnacionales petroleras a todos los confines por la globalización neoliberal. Constituye, además, un precedente de gran significación y un poderoso estímulo a la integración solidaria de América Latina y el Caribe, en contraposición con instrumentos colonialistas como son los tratados de libre comercio.
Mientras el Area de Libre Comercio para las Américas (ALCA) pondría el último clavo al grillete de la esclavitud de nuestra América, la Alba sería una gran fuerza liberadora y multiplicadora de energías, la única capaz de conducirla al desarrollo con soberanía, autodeterminación y dignidad. El gobierno del presidente Hugo Chávez se ha tomado muy en serio la revitalización práctica del ideario de Bolívar, quien se dio cuenta con penetrante visión de futuro de la indispensable unión de nuestros pueblos latinoamericanos en una Patria Grande, única forma de sobrevivir soberanamente en el juego de los grandes poderes mundiales.
Publicado en La Jornada el 7 de julio de 2005
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