EL REY CRESO
por Pablo Huneeus
www.pablo.cl
Ante la muerte por cáncer de Andrónico Luksic Abaroa, el cuarto hombre más rico de América Latina y 132 en el ranking mundial (4.200 millones de dólares), y el derrumbe por corrupción del general de ejército que también se hizo millonario en dólares, una mano amiga me abrió un pasaje de Heródoto (Siglo V antes de nuestra era)
Es el capítulo XXX del primero de Los Nueve Libros de la Historia, donde Solón, arconte de Atenas, compara al rey Creso con un patriota.
El deseo de contemplar y ver mundo, hicieron que Solón partiese de su patria y fuese a visitar al rey Amasis en Egipto, y al rey Creso en Sardes. Este último le hospedó en su palacio, y al tercer o cuarto día de su llegada dio orden a los cortesanos para que mostrasen al nuevo huésped todas las riquezas y preciosidades que se encontraban en su tesoro.
Luego que las hubo visto y observado prolijamente por el tiempo que quiso, le dirigió Creso este discurso:
Ateniense, a quien de veras aprecio, y cuyo nombre ilustre tengo bien conocido por la fama de la sabiduría y ciencia política, y por lo mucho que has visto y observado con la mayor diligencia, respóndeme, caro Solón, ¿Entre tantos hombres, has visto alguno completamente dichoso?
Creso hacía esta pregunta porque se creía el hombre más feliz del mundo. Pero Solón, enemigo de la lisonja y que solamente conocía el lenguaje de la verdad, le respondió:
Sí señor, he visto a un hombre feliz, Tello, el ateniense.
Sorprendido el rey, insta de nuevo.
¿Y por qué motivo juzgas a Tello el más venturosos de todos?
Por dos razones, señor, le responde Solón, una, porque floreciendo su patria, vio prosperar a sus hijos, todos hombres de bien, y crecer a sus nietos en medio de la más risueña perspectiva; y la otra, porque gozando en el mundo de una dicha envidiable, le cupo la muerte más gloriosa, cuando en la batalla de Eleusina, que dieron los atenienses contra los fronterizos, ayudando a los suyos y poniendo en fuga a los enemigos, murió en el lecho del honor con las armas victoriosas en la mano, mereciendo que la patria le distinguiese con un monumento nacional en el lugar mismo donde murió.
Copyright Pablo Huneeus
0 comentarios