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MIRANDO AL SUR - augusto alvarado


ADELITA

<hr><h1><u>ADELITA</h1></u>

El presidente provisional General Eulalio Gutiérrez, acompañado de los generales Pancho Villa( a su izquierda) y Emiliano Zapata (a su derecha) durante el banquete ofrecido en Palacio Nacional después de la entrada triunfal
de las fuerzas convencionistas a la ciudad de México.

 

 

Esta semblanza pertenece al libro de Kintto Lucas, Mujeres del Siglo XX, Editorial Abya Yala, Quito, 1997.

Ciudad de México, 1963.

Ella mira el papel firmado por el presidente y sonríe.

Lo lee una y otra vez para convencerse que es verdad, y una y otra vez vuelve a sonreír. El papel, que es algo así como una carta, dice que ahora tiene una pensión por haber sido veterana de guerra, y dice que se reconoce su valor, y que se agradece el servicio a la revolución... Ella lo deja caer al piso y recuerda el siglo en sus inicios, que es como recordar sus años jóvenes. Y escucha a Zapata cuando dice: ’Luchamos por la tierra y no por ilusiones que no dan de comer’, y ve a la división del norte con Pancho Villa, y se quema con aquel sargento que acarició su piel y puso fuego en sus noches, escalando su cuerpo hasta la locura. Y recuerda y olvida... Y ya no sabe de donde viene, entonces se cree que todo es una ilusión, como la revolución, que ahora es institucional.

Y antes de olvidar toda la poca memoria que le queda sigue recordando...

El hambre era de casi todos y la comida de casi ninguno. Los días estaban fregados, pero de repente comenzó el alboroto. Y ella, que andaba chamaquita, se metió a la pelea, que era contra Porfirio Díaz (un general de muchos años mandando, lleno de latas y latones). Que era también contra la abundancia de falta de comida.

Y ya a los catorce años ella andaba en ese lío, como andaban tantas, y cargaba su fusil como si fuera un niño parido de sus entrañas, y un sargento villista de nombre Antonio, se metió en su cuerpo y lo exploró, y ella exploró el de él. Y su historia se hizo corrido, que es como si fuera imagen de México. Y ella, La Adelita, se hizo vida en los cantadores del país que decían: ’Popular entre la tropa era Adelita,/ la mujer que el sargento idolatraba,/ porque a más de ser valiente era bonita/ y hasta el mismo coronel la respetaba./ Y se oía que decía, aquel que tanto la quería:/ Si Adelita se fuera con otro/ la seguiría por tierra y por mar./ Si es por mar en un buque de guerra,/ si es por tierra en un tren militar’. Y su historia no fue solo canto, también se hizo himno en la división del norte. Y las bandas de música lo tocaron, y los soldados lo silbaron y los cantadores de cada parte lo hicieron de ellos, que fue como hacerlo de todos los mexicanos...

Ahora, después de 32 años trabajando para el Estado, mira ese papel donde le dicen que le otorgan un premio que se llama pensión; mira una foto de su regimiento; mira a lo lejos como queriendo encontrar los años; mira los sueños, que de tanto tiempo caminado se institucionalizaron, que es como volverse viejo siendo joven; y el corrido surge en su pensar.

Y como vino, el recuerdo se fue... Y la pensión, y la memoria, y las geografías, se hicieron una sola. Y ya nadie supo de que rincón de México era, y ya todos la hicieron nacer en su lugar. Y ella fue la imagen-mujer de la revolución, que es como decir una poesía surgida de las llamas, que supieron quemar en el lecho y la batalla...

Adela Velarde. Para algunos es solo una leyenda, para otros el personaje femenino con mayor proyección en la revolución mexicana. Según cuentan, y quedó guardado en la memoria de los tiempos, era una enfermera que a los 14 años militó en las tropas de Pancho Villa, donde el sargento Antonio del Río Armenta interpretaba en su honor, la canción ’La Adelita’. Más allá de la leyenda o la realidad, algunas décadas después de terminada la revolución, Adela Velarde o ’La Adelita’, quien trabajaba en una oficina pública, recibió una pensión como veterana de guerra, por su servicio a la revolución.


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