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MIRANDO AL SUR - augusto alvarado

ignacio ramonet


TELESUR, POR FIN

<hr><h2><u>TELESUR, POR FIN</h2></u> Por Ignacio Ramonet
La voz de Galicia


Estoy regresando de Caracas donde el 24 de julio -aniversario del nacimiento de Simón Bolívar- participé como miembro de su Consejo asesor en el lanzamiento de Telesur, el nuevo canal que aspira a proponer un punto de vista latinoamericano en el laberinto de la oferta televisiva mundial. Para los que anhelamos una América Latina independiente no sólo en lo político y en lo económico sino también en lo cultural y lo mediático, el lanzamiento de Telesur (www.telesurtv.net) significa la materialización de un viejo sueño de soberanía informativa.

Si se ha podido realizar ha sido gracias al impulso del presidente Hugo Chávez. Cuatro países -Venezuela (51%), Argentina (20%), Cuba (19%) y Uruguay (10%)- han constituido el capital de la entidad multiestatal, y está previsto que Brasil se sume al proyecto. Los mandatarios de estos países conocen la necesidad de contar con un medio que permita difundir, para los habitantes de esta región, sus valores, divulgar su imagen, debatir con total libertad sus ideas y transmitir sus contenidos.

En América Latina no existía ningún canal autóctono de alcance continental. Los únicos que se captan son las versiones para la audiencia latina de las grandes redes estadounidenses (por ejemplo, CNN en español, Fox News , ESPN , NBC ). Se daba así el caso escandaloso de todo un continente consumiendo una imagen de sí mismo producida fuera de la esfera de su imaginario. Y para colmo, difundida a partir de Estados Unidos que, desde hace más de un siglo, trata de dominar esta región.

Una de las ideas fundadoras es que Telesur pueda tender puentes entre los pueblos del continente. Como dice un documento del canal: «Vernos es conocernos, conocernos es respetarnos, respetarnos es aprender a querernos, y querernos es el primer paso para integrarnos. Si la integración es el propósito, Telesur es el medio».

Algunos ya comparan Telesur (que se puede captar en España, difundido vía el satélite New Skies Satellite NSS 806) con Al Yazira el canal árabe de noticias que emite desde Qatar, y que ha cambiado la percepción de la información en Oriente Medio. El congresista republicano de Florida, Connie Mack, se ha atrevido a calificar a Telesur de «amenaza para Estados Unidos» porque, según él, «trata de minar el equilibrio de poderes en el hemisferio occidental». Y la Cámara de Representantes de Washington no dudó en aprobar, el pasado 20 de julio, una enmienda que autoriza al Gobierno a «iniciar transmisiones de radio y televisión que ofrezcan a los venezolanos una fuente de noticias precisa, objetiva y completa», demostrando así una arrogancia colonial descomunal, y una astronómica ignorancia de la situación mediática de Venezuela. Situación dominada, como se sabe, por unos conglomerados privados omnipoderosos, cómplices habituales de Washington, y que no dudaron en impulsar, el 11 de abril del 2002, un golpe de Estado contra la democracia y el presidente Chávez. Frente a tantos abusos, Telesur es la respuesta. Constituye la primera tentativa seria de liberación audiovisual y de descolonización mediática. Por fin.


EL PONTÍFICE DEL PUEBLO

<hr><h2><u>EL PONTÍFICE DEL PUEBLO</h2></u> Por Ignacio Ramonet

La Voz de Galicia
- 4 de abril de 2005

Nadie sabe si la historia clasificará a Juan Pablo II como conservador o no. Ha sido conservador en su relación con el Opus Dei, en sus amonestaciones sobre la moral sexual, las parejas que utilizan la píldora o el preservativo, los homosexuales, los Estados que legalizan el aborto y la eutanasia. También ha sido conservador en su obstinación en rechazar el acceso de las mujeres al sacerdocio, el matrimonio de los curas, en el perfil de los obispos que ha nombrado, o en su actitud hostil hacia los teólogos modernistas y en particular hacia los partidarios latinoamericanos de la teología de la liberación.

Pero ha tenido otros aspectos desconcertantes: su compromiso en favor del diálogo interreligioso con los protestantes, los judíos y los musulmanes; sus llamamientos repetidos para la anulación de la deuda de los países pobres y sus invitaciones a construir un mundo más solidario. También hay que recordar sus denuncias repetidas de la guerra de Irak, así como su deseo de ver a la Iglesia y a las organizaciones católicas participar de modo masivo en las manifestaciones populares de protesta contra esa guerra.

Algunos se sorprendieron de esa actitud tan antibelicista del difunto Papa. Olvidaban que Juan Pablo II se percató muy pronto de que la invasión de Irak, en marzo del 2003, podía haber sido interpretada en muchos países del Sur como un conflicto entre ricos y pobres, o como un enfrentamiento de civilizaciones.

Oponiéndose a esa guerra, el Papa fallecido consiguió evitar que los musulmanes del mundo la interpretasen como un choque entre cristianos y musulmanes.

Y también, de esa manera, Juan Pablo II quiso subrayar que el cristianismo ya no es reductible a Occidente. Si, hace cincuenta años, las tres primeras naciones católicas del mundo eran Francia, Italia y Alemania, hoy lo son Brasil, México y Filipinas. La mayoría de los católicos viven ahora en el Sur. El catolicismo se ha convertido en una religión del tercer mundo, en una fe de los pobres. Por eso, entre las especulaciones que circulan sobre la identidad del próximo Papa, muchos apuestan sobre la posibilidad de que el sucesor de Juan Pablo II sea, por vez primera en la historia milenaria de la Iglesia, un no europeo, un latinoamericano o un asiático.

En los Evangelios, los pobres ocupan un lugar central. La Iglesia siempre ha estado preocupada, acosada o atormentada por la cuestión de los pobres. Juan Pablo II decidió hacer suya la causa de los pobres y desafiar la globalización liberal. Por eso condenó muchas veces, de manera radical, el ultraliberalismo económico. Ya en 1987, en la encíclica Sollicitudo Rei Socialis, afirmaba que un crecimiento económico que no respetaba los derechos de los trabajadores «no era digno del hombre». En 1991, en Centessimus Annus, denunció los estragos de la globalización: despidos, precarización, salarios indecentes, marginalización de los inmigrantes y explotación de los países del Sur. En el 2001, ante la Academia Pontificia de Ciencias Sociales, declaró que «la globalización es una inundación destructora que amenaza las normas sociales». Llegó a afirmar, como lo hacen los altermundialistas , que eran legítimas «las luchas contra un sistema económico que establece la superioridad absoluta del capital y de la propiedad de los instrumentos de producción sobre la libertad y la dignidad del trabajo del hombre».

En innumerables ocasiones, Juan Pablo II recordó que consideraba los derechos sociales, económicos y culturales como indivisibles. Y lamentó que estos derechos reciban mucha menos atención que los derechos políticos. Estimaba que había violación de los derechos de los más humildes cuando los medios financieros se oponían a la supresión de la deuda externa de los países pobres. En 1998 declaró que había una contradicción entre liberalismo económico y cristianismo, y repitió que «la pobreza constituye una de las situaciones que violan de la manera más grave el pleno ejercicio de los derechos humanos».

Hijo de una familia de trabajadores, Juan Pablo II deja el recuerdo de un Papa del pueblo, defensor de los derechos de los trabajadores. Queda ahora por esperar que el futuro pontífice no sea menos progresista frente a la globalización. Pero que lo sea muchísimo más en materia de doctrina y de moral.


¿MATAR A CHÁVEZ?

Por Ignacio Ramonet - La Voz de Galicia

23-02-2005

Roger Noriega, el sub-secretario de Estado norteamericano para América latina, declaró el pasado 13 de febrero, en el canal CNN en español, que «es causa de preocupación de nuestros socios en las Américas y también para la gente venezolana» la adquisición por el gobierno del presidente de Venezuela Hugo Chávez, de un lote de 100 mil fusiles de asalto AK-47 y de 40 helicópteros a Rusia. Añadió que el «rearme de Venezuela es muy preocupante». Ya en enero, la nueva secretaria de Estado, Condoleezza Rice, había acusado a Hugo Chávez de ejercer «una influencia desestabilizadora en Latinoamérica». Y el propio presidente Bush, en diciembre 2004, insistió en que esas compras de armas «deberían ser un motivo de preocupación para los venezolanos».

Venezuela, uno de los principales abastecedores de hidrocarburos de Estados Unidos, ha desmentido que se encuentre en una carrera armamentística y ha recordado que Washington se niega a venderle los repuestos para sus cazas de combate F-16 por lo que Caracas está pensando en comprar aviones Mig a Rusia y Toucan a Brasil.
Pero esta nueva ofensiva verbal confirma la voluntad estadounidense de hostigar al presidente Chávez. Su clara victoria electoral en el referéndum revocatorio del 15 de agosto de 2004 ha demostrado que cuenta con el apoyo mayoritario de los ciudadanos. Cosa que se volvió a demostrar en los comicios regionales de octubre pasado. Ninguna maniobra sucia - ni siquiera la tentativa de golpe de Estado de abril del 2002 apoyada por Washington - ha conseguido frenar el proyecto de transformación social, en un marco de democracia y libertad, que está impulsando Hugo Chávez. Y su éxito personal en el Foro social de Porto Alegre, donde más de quince mil jóvenes entusiastas aclamaron su discurso, lo ha convertido en la figura de proa de toda la izquierda latinoamericana.

Razón más que suficiente para que los halcones de Washington acentúen sus presiones contra él. Aun no han colocado a Venezuela entre los «seis bastiones de la tiranía mundial» pero se percibe que ya encabeza la lista de espera. Y aunque todavía no se atreven a usar contra Caracas el ahora habitual argumento de poseer «armas de destruccion masiva» ya vemos como están tratando de convertir, mediante una ofensiva de propaganda mediática, un lote de armas ligeras en un «peligro para la seguridad del hemisferio»…

Hay que temer que la próxima etapa sea el crimen de Estado, el asesinato de Hugo Chávez. El vicepresidente venezolano José Vicente Rangel ha exhibido fotografías que demuestran la existencia en Homestead, Florida, de un campo de entrenamiento de paramilitares destinados a incursionar en Venezuela y que actúan sin problemas con las autoridades estadounidenses. Algunos de estos terroristas ya están obrando en territorio venezolano. Prueba de ello: el 2 de mayo del año pasado, fue detenido en los alrededores de Caracas un grupo de 91 paramilitares colombianos, ligados a la CIA, cuyo objetivo principal era matar a Chávez. El jefe del grupo, José Ernesto Ayala Amado «comandante Lucas» admitió, según su propia confesión, que su misión consistía en «cortar la cabeza de Chávez».

En las filas de la oposición se estimula esta vía del magnicidio. El 25 de julio de 2004, en pleno debate sobre el referéndum revocatorio, el ex-presidente Carlos Andrés Pérez, en una entrevista publicada en El Nacional, diario de Caracas, no dudó en confesar: “Estoy trabajando para sacar a Chávez [del poder]. La violencia nos permitirá sacarlo. Chávez debe morir como un perro.”

Otro opositor, Orlando Urdaneta, el 25 de octubre de 2004, en el canal 22 de Miami dio orden, en directo, a los suyos de pasar al acto : «La única salida para Venezuela es que hay que eliminar a Chávez: una persona con un fusil y mira telescópica, y ya está.»

El reciente asesinato del fiscal Danilo Anderson deja claro que no se trata de palabrería. Y que halcones de la talla de George W. Bush, Condoleezza Rice o Roger Noriega retomen ahora, a su vez, las amenazas es signo innegable de que el proyecto de matar a Chávez está en marcha. Es tiempo de denunciarlo para disuadirlos de llevarlo a cabo. Si no, por las venas abiertas de América latina, volverán de nuevo a correr ríos de sangre.


QUIJOTES DE HOY

<hr><h2><u>QUIJOTES DE HOY </h2></u> Por Ignacio Ramonet - La Voz de Galicia

Publicado el Viernes 18/02/05

EN EL MARCO del Foro Social Mundial de Porto Alegre, ante unos cinco mil jóvenes y junto con José Saramago, Eduardo Galeano y Federico Mayor Zaragoza, el 29 de enero pasado intervine en un panel titulado: El Quijote hoy: utopía y política, sin duda el evento más concurrido del Foro, si se exceptúan las intervenciones especiales de los presidentes Lula y Chávez.

Decía Napoleón de su general Miranda (un venezolano precursor de los Libertadores): «Es un Quijote, pero no está loco». Aunque la cuestión de la locura de Alonso Quijano es asunto sin resolver y sigue siendo objeto de apasionadas discusiones entre especialistas, yo pienso que en el Foro Social Mundial también hay muchos Quijotes -y muchas Quijotas- que tampoco están locos ni locas.

¿Era el Quijote un utopista? En el sentido propio de la palabra no lo creo. Aunque es posible que Cervantes hubiese oído hablar de Utopía, el célebre libro de Tomás Moro editado en latín en 1516 y traducido al inglés en 1551, o sea más de medio siglo antes de la publicación del Quijote. Pero la primera versión castellana de la Utopía sólo se publicaría en 1637, en Córdoba, veintiún años después de la muerte de Cervantes.

Un utopista, en el mero sentido del término, es aquel que desea construir una ciudad ideal, una sociedad perfecta. Una utopía es un proyecto político, un esquema preciso para edificar una República feliz. Tomás Moro, que murió decapitado, describe un mundo ideal, en paz perpetua, detalla con precisión cómo debe ser su Constitución, cómo debe funcionar su economía (la propiedad privada no existe), describe su urbanismo, las relaciones entre los ciudadanos y relata los pormenores de la vida cotidiana de los habitantes de esa isla llamada Utopía (del griego utopos: ningún lugar).

No es el caso del Quijote. Éste no lucha por imponer un modelo de República ideal. Lo que no soporta son las injusticias. Él no quiere hacer entrar el mundo tal como es en un marco preconcebido, sino «enderezar entuertos», es decir: cambiar las cosas. Más (o menos) que utopista, el Quijote es sin duda un altruista, ofrece su valor, su esfuerzo, su generosidad -y la ofrece gratis-, para combatir las injusticias en el mundo. Es, como todos los caballeros andantes , un justiciero itinerante. No lucha por un mundo ideal. Porque todos los «mundos ideales» acaban defraudando. Y a estas alturas de la historia sabemos que todas las utopías realizadas fracasaron, a veces de espantosa manera.

El Quijote piensa que otro mundo es posible pero no tiene un programa preciso, maniático, dogmático de cómo debe ser ese mundo. Y no quiere obligar a nadie a entrar por la fuerza en el corsé de un eventual nuevo mundo feliz.

La analogía principal entre el Quijote y el Foro Social Mundial reside en el hecho de que el Foro es un proyecto desquiciado pero que se ha podido realizar. En sí es una especie de utopía circunstancial, provisoria y efímera. Porque el Foro es la asamblea de la humanidad. No es la asamblea de los gobiernos o de los Estados (eso es la ONU) sino la asamblea de la gente del planeta. Con toda su diversidad. Es Babel reconstruida. Una Babel armoniosa y fraterna. Con un objetivo delirante: cambiar y transformar el mundo. El objetivo del Foro no es el Foro en sí mismo. El objetivo no es que el Foro tenga lugar una vez al año como una especie de feria social mundial o de festival mundial de la crítica de la globalización. No, el propósito del Foro es enderezar los entuertos de este planeta, que son incontables. Son tantos que un solo Quijote no bastaría para combatirlos. Por eso se juntaron una vez más este año, en Porto Alegre, batallones de Quijotes y de «Quijotas». Porque, sin fanatismos, ni dogmatismos, ni violencias, quieren cambiar este mundo. Y hacerlo más justo, más solidario y más fraterno.


NIÑOS SIN JUGUETES

<hr><h2><u>NIÑOS SIN JUGUETES</h2></u> Ignacio Ramonet

La Voz de Galicia
- 23 12 2004

Es habitual, por esta época de finales de año, que se evoque la cuestión de los regalos a los niños. En nuestros países, el acoso comercial y la tiranía publicitaria han transformado el placer de obsequiar en una obligación autoritaria de la que casi nadie se puede librar. Muchas familias sacrifican lo esencial y aceptan posponer gastos indispensables para respetar el rito colectivo de inundar de juguetes a los menores. Un estudio reciente revela que cada hogar europeo gastará estas navidades una suma media de 320 euros en obsequios. Esto significa que la Unión Europea de los Quince, por ejemplo, consagrará la astronómica cantidad de 30.000 millones de euros en compras de regalos.

Con ese dinero se podrían construir, por ejemplo, unos 125 grandes hospitales ultramodernos en Europa, o más de 30.000 dispensarios médicos en los países pobres. También se podrían cavar unos 15 millones de pozos en África que darían agua potable a centenares de millones de personas. Y en un mundo en el que la mitad de la humanidad vive con menos de dos euros diarios y en el que -según un nuevo informe de la FAO- 815 millones de personas sufren de hambre, se les podría dar comida a unas 3.000 millones de personas durante, por lo menos, cinco días. Una manera de verdad solidaria de celebrar las fiestas.

En el océano de miseria que caracteriza nuestro mundo, los menores son los que mas sufren. Según la Unicef, la mitad de los pequeños del planeta, o sea mil millones de niñas y niños, padecen privaciones extremas a causa de tres males principales: la pobreza, las guerras y el sida. Cabe recordar que nueve de cada diez niños que nacen hoy en el mundo lo hacen en países pobres. Y mientras nos disponemos a mimar con exceso a nuestros escasos pequeños, a empacharlos con dulces y a asfixiarlos con regalos caros, los demás menores padecen -según Carol Bellamy, la directora general de la Unicef- de siete privaciones básicas: alojamiento, acceso a servicios higiénicos, agua potable, información, cuidado médico, escuela y alimentación.

Unos 700 millones de niños conocen por lo menos dos de estas siete privaciones. Uno de cada seis tiene hambre. Uno de cada siete no ha conocido el mínimo cuidado médico. Uno de cada cinco no bebe agua potable. Además, hay unos 180 millones que trabajan como adultos en las peores condiciones. Centenares de miles han sido alistados a la fuerza en los numerosos conflictos del planeta, viéndose obligados a hacer uso de las armas y a cometer crímenes de sangre. Las niñas, en estos conflictos, son a menudo objeto de violaciones, lo cual, además, extiende la propagación del sida. Esta enfermedad es responsable de unos 15 millones de huérfanos en el mundo, el 80% de ellos en África subsahariana. Los niños son también las víctimas principales de las guerras; representan el 45% de los 3,6 millones de personas muertas en todos los conflictos durante los años 1990.

Esta infernal situación de la mayoría de los menores del mundo no es una fatalidad. Nadie puede considerar eso normal. Nuestra solidaridad, en estos días en que nuestro cariño hacia los niños es más manifiesto, debería expresarse apoyando las campañas a favor de consagrar el 0,7% de la riqueza de los países ricos a la ayuda a los desfavorecidos. O sosteniendo nuestra proposición de crear una tasa internacional, un IVA planetario y solidario, para empezar a poner fin al escándalo de la pobreza. Eso sí que sería, para la mayoría de los niños de la Tierra, un fabuloso regalo de navidad.