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MIRANDO AL SUR - augusto alvarado

osvaldo wegmann


EL FINADO "PANCHO MAÑAS"

<h1><hr><u>EL FINADO "PANCHO MAÑAS"</h1></u>

La familia Bustamante Bravo es una de las más antiguas y conocidas de Puerto Natales. En “Mirando al Sur” iremos poco a poco publicando recuerdos de esta familia, tan ligada al progreso de la zona como al Partido Socialista de Chile. El primero de ellos, don Francisco Bustamante Hernández, es retratado en la crónica que publicamos a continuación, cuyo autor es el notable periodista magallánico Osvaldo Wegmann Hansen. Osvaldo Wegmann falleció en Punta Arenas el 21 de diciembre de 1987.

En mis mocedades trabajé también en la ganadería, pero activamente, recorriendo los campos tras las ovejas y durante una temporada entera metido en el galpón de esquila. El último año fue en estancia “Bories”, en 1945. Por el cargo que desempeñaba me correspondía un dormitorio solo y comer junto a los capataces. Ahí conocí a varios hombres de campo, chilenos y extranjeros, de las más diversas personalidades, todos ellos tipos muy especiales, que me resultaban más pintorescos que algún personaje de cuento o novela. Entre ellos estaba Pancho Mañas, que era campañista de la estancia.

Francisco Bustamante Hernández, así se llamaba, había nacido en Ancud en 1902. A los 7 años llegó a Punta Arenas con sus padres, que vinieron atraídos por la fama que tenía Magallanes de ser tierra de promisión. Aquí asistió al Liceo durante algunos años, hasta que murieron sus progenitores. Entonces fue que los esposos Sánchez Novoa, antiguos y conocidos vecinos de Última Esperanza, se lo llevaron a Puerto Natales, donde quedaría para siempre.

Muy jovencito entró a trabajar a la firma Braun y Blanchard, que tenía una gran bodega frente al viejo muelle, la cual fue incendiada durante los tristes sucesos del año 1919. Él era niño de los mandados. Pero no se sentía bien. Veía a la gente que llegaba del campo a caballo, las carretas que arribaban cargadas de lana de las esquilas, oía contar historias de la vida en las estancias y sintió deseos de irse él también. Un día conoció a un gringo de la Sociedad Explotadora de Tierra del Fuego, quien advirtió su inquietud, y se lo llevó a la sección “El Tranquilo” de la estancia “Bories”, donde se empleó como mozo de la “casa grande” (la casa del administrador).

Pero él no fue al campo a trabajar de mozo. Eso podía hacerlo también en el pueblo. Él quería desempeñarse campo afuera y de a caballo: montar pingos chúcaros, amansar, compartir emociones con los viejos baqueanos. Así se lo dijo al míster, a quien veía todos los días mientras lo atendía en el comedor. Y el míster lo entendió y le dio la oportunidad: poco tiempo después pasó a ser campañista de la sección. Esto duró hasta que cumplió los 19 años. Entonces volvió a Punta Arenas a hacer su servicio militar en el Regimiento “Pudeto”. Tenía afición a la música, por lo que ingresó a la banda. El año pasó pronto y fue licenciado. Entonces volvió a Puerto Natales  y a sus faenas de campo, primero en la estancia “Bories” y luego, de nuevo en “El Tranquilo”, esta vez para “bagualear”, trabajo que consistía en capturar vacunos en estado salvaje que abundaban en la región, hasta la frontera con Argentina. En estas peligrosas labores, que tenían el atractivo de una hermosa aventura para la juventud de su tiempo (1923), eran sus compañeros Ismael Lobos, Eduardo Arenas (“Toque Huarro”), Segundo Rogel (“El Chueco”) y “Churria” Ojeda, personajes famosos en las historias de los viejos pioneros natalinos.

En lo que más se lució fue como amansador. Cuando trabajaba en los corrales de estancia “Bories”, llegaba a mirarlo la gente del pueblo. Los turistas le sacaban fotografías. Él no se inquietaba. Era un hombre tranquilo, con la sonrisa siempre a flor de labios. Le preguntaron varias veces cómo se las arreglaba para domar potros tan bravos, y el respondía: “Es puras mañas, no más”. Le pusieron “Pancho Mañas”. Él no se enojaba.

Se había casado con Dominga Bravo, hija del famoso cabo Bravo, de la policía. Tuvo cinco hijos. Uno de ellos fue delegado de Dorotea, otro regidor de la comuna, un tercero militar, hoy en retiro después de treinta años de servicios.

Francisco Bustamante trabajó en la Explotadora como encargado de hacienda hasta que le expropiaron la última estancia y se disolvió la sociedad. Él postuló a un lote cuando vino la última reforma agraria. A pesar de sus méritos no lo tomaron en cuenta. Me acuerdo de “Pancho Mañas” porque hace pocos días dejó de existir en Puerto Natales, a la edad de 80 años. Y como tras la paletada… Yo lo recuerdo como compañero de trabajo en mis mocedades.

(*) Tomado de “De Ayer y de Hoy” – Crónicas de Osvaldo Wegmann Hansen – Recopilación de Jorge Díaz Bustamante – Punta Arenas, 1999. Obra financiada con el aporte del Fondo de Desarrollo de la Cultura y las Artes.


LOS OLVIDADOS: AGENTES DE LA POESÍA SECRETA

<HR><H2><U>LOS OLVIDADOS: AGENTES DE LA POESÍA SECRETA</H2></U>

Que el diablo se lleve a los endemoniados. La exhumación de los poetas debería sorprendernos

.

Por Enrique Lafourcade
El Mercurio
, domingo 24 de julio de 2005

Consumismo, rapiña, obscenidades, asaltos conforman parte sustantiva del pan nuestro. En los cincuenta barrios del gigantesco Santiago a medio demoler, a medio construir, sobreviven ángeles y demonios. Adolescentes integrando sectas de neonazistas expertos en masacrar prostitutas gordas, de elásticos mini-trapos rosados, penosas estatuas solitarias de la lujuria y la codicia en medio de la niebla. Vendedoras de drogas. Aparecen fantasmales endemoniados que por orden de Satanás masacran sacerdotes. Flota un aire venenoso en este nuevo Chile exaltado en forma irresponsable por cierta prensa, por la radio y la televisión. Estos medios informativos privilegian el terror, la fealdad, la lujuria. Es el Chile nuevo a medio morir saltando, a tanto morir llorando.

Antídotos y viejos remedios

Resulta extremadamente dañina la acción visual y sonora de "los medios" que han descubierto en la comunicación exacerbada de los antivalores de la condición humana un seguro modo de ganar dinero vendiendo avisos. Hay en marcha un "animamoto" que intoxica a este país de seres inocentes que sobreviven en una suerte de intemperie ética. En estos últimos días, cuando nieves y terremotos empiezan a tranquilizarse, yo sugiero el consumo entusiasta, voraz, de la poesía. Droga espiritual de perennes virtudes.

No, necesariamente, de los poetas públicos, premiados hasta el escándalo, oficiales. Y un sí rotundo a los poetas secretos. En mis manos uno de los maravillosos libros de Braulio Arenas. "La Mandrágora" es una antología lírica llena de antídotos. No resisto la tentación de algunas citas: "El amor pesa tanto como la realidad que desaloja". El poeta escuchó muchas voces que provenían de su casa fantasma. Todo allí resulta extrañeza, interrogaciones: "¿Y qué he hecho yo, durante mi vida, sino dar vueltas sobre mi corazón, sobre la palabra que la aurora me ha dado...?". "Leo y releo en trance sus descubrimientos. En un poema dedicado a André Breton cito: "Ellos se convidaban para reír/ para hablar del pasado/ para conocer la vida en todos sus detalles". Otro: "Con un ¡perdón, voy a tomar la juventud!/ como quien toma el último tranvía de la noche..."/ "¿y para qué señor?/ para conocer la muerte en todos sus detalles".

Arenas estremece. Al menos algo me pasa con sus palabras que respiran, llenas de suspiros y risas: "Los espejos evaporados que entonces/ sustituían a puertas de vaivén,/ esos espejos rondaban a la muchacha como alas de la sal volando en el desierto./ Un hombre llegaba de tan lejos/ inmóvil frente a ti,/ él te interrogaba, los espejos respondían/ movían sus alas los espejos/ ellos respondían con un vaivén de imágenes./ Los espejos imitados por las aves/ se desplazaban raudos por el cielo/ se desplazaban con un vaivén de amor/ ellos siempre parecían lucir sus alas nuevas/ como los sueños de sal de la muchacha".

Exclamación: ¡qué maravilla! Arenas, Braulio el mago convierte en oro todo lo que escribe. Vivió (vive) como un poeta del tiempo eterno, completo. Recatado, llega sin hacer ruido para quedarse, respirando la poesía que no puede ver a la prosa ni en pintura. Este invierno no está tan malo como dicen el viento y las lluvias. Aparecen huellas de San Braulio. Y jóvenes y viejos poetas privados viviendo sus ensueños en versos repletos de músicas de alas como Francisco Véjar y su recién publicado libro "Bitácora del emboscado", del que cito: "Hay algo subterráneo en Santiago/ rostros inimaginables, muchachas rapadas, ciegos/ seres que como nosotros creen alejarse por un instante/ del frío, del miedo y de la muerte".

La nueva re-evolución

Hay grandes poetas secretos, hay tanta poesía secreta por descubrir. En el fondo del sueño respiran Braulio Arenas, Jorge Teillier y muchos más. Son los príncipes olvidados que desde lo hondo de los resplandores de sus palabras nos embellecen la vida, y tal vez, en este áspero Chile, podrían ayudarnos a disminuir los miasmas. El aire, hoy, se llena de efluvios malignos. Chile se ha convertido en un cuerpo enfermo, pródigo en materias corruptas y aguas estancadas.

Contra estas atmósferas, la purificadora acción de los olvidados. No hay que olvidarse de los poetas. Ya iremos desenterrándolos del Suelo para devolverlos al Cielo
."

UN POEMA DE JORGE TEILLIER



RETRATO DE MI PADRE, MILITANTE COMUNISTA

En las tardes de invierno
cuando un sol equivocado busca a tientas
los aromos de primaveras perdidas
va mi padre en su Dodge 30
por los caminos ripiados de la Frontera
hacia aldeas que parecen guijarros o perdices echadas.

O llega a través de barriales
a las reducciones de sus amigos mapuches
cuyas tierras se achican día a día,
para hablarles del tiempo en que la tierra
se multiplicará como los panes y los peces
y será de verdad para todos.

Desde hace treinta años
grita "Viva la Reforma Agraria"
o canta "La Internacional"
con su voz desafinada
en planicies barridas por el puelche,
en sindicatos o locales clandestinos,
rodeado de campesinos y obreros,
maestros primarios y estudiantes,
apenas un puñado de semillas
para que crezcan los árboles de mundos nuevos.

Honrado como una manta de Castilla
lo recuerdo defendiendo al Partido y a la Revolución
sin esperar ninguna recompensa
así como Eddie Polo -su héroe de infancia-
luchaba por Perla White.

Porque su esperanza ha sido hermosa
como cieruelos florecidos para siempre
a orillas de un camino,
pido que llegue a vivir en el tiempo
que siempre ha esperado,
cuando las calles cambien de nombre
y se llamen Luis Emilio Recabarren o Elías Lafferte
(a quien conoció una lluviosa mañana de 1931 en Temuco,
cuando al Partido sólo entraban los héroes).

Que pueda cuidar siempre
los patos y las gallinas,
y vea crecer los manzanos
que ha destinado a sus nietos.

Que siga por muchos años
cantando la Marsellesa el 14 de julio
en homenaje a sus padres que llegaron de Burdeos.
Que sus días lleguen a ser tranquilos
como una laguna cuando no hay viento,
y se pueda reunir siempre con sus amigos
de cuyas bromas se ríe más que nadie,
a jugar tejo, y comer asado al palo
en el silencio interminable de los campos.

En las tardes de invierno
cuando un sol convaleciente
se asoma entre el humo de la ciudad
veo a mi padre que va por los caminos ripiados de la Frontera
a hablar de la Revolución y el paraíso sobre la tierra
en pueblos que parecen guijarros o perdices echadas.

("Muertes y Maravillas")


JOAQUÍN EDWARDS BELLO (1887-1968)

<hr><h2><u>JOAQUÍN EDWARDS BELLO (1887-1968)</h2></u> Autor de numerosas novelas, cuentos y crónicas, Joaquín Edwards Bello nació en el puerto de Valparaíso en 1887. Estudió en el colegio Mac Kay y luego en el Liceo Eduardo de la Barra.

Crítico incansable de las costumbres aristocráticas, grupo al que él mismo pertenecía, desde muy joven Edwards Bello se sintió atraído por las letras. A los 14 años fundó la revista La Juventud y luego El Pololo. Desde 1919 trabajó como periodista en el diario La Nación y colaboró en otras revistas y publicaciones.

A los 23 años publicó su primer libro titulado “El Inútil”. Tal fue el escándalo causado, que el escritor debió escapar del país y viajó a Brasil. Con el tiempo fueron apareciendo nuevos título como “Tres Meses en Río de Janeiro”, “El Roto”, “El Chileno en Madrid” y “La Chica del Crillón”.

En 1932 recibió el Premio Atenea de la Universidad de Concepción, en 1934 el Premio Marcial Martínez y el año 1943 recibió el Premio Nacional de Literatura. Pero Joaquín Edwards Bello no se quedó ahí. En 1958 fue nominado Hijo Ilustre de Valparaíso y un año después recibió el Premio Nacional de Periodismo.

Sin embargo el final de este escritor estuvo marcado por la tragedia. Víctima de una hemiplejia, debió pasar los últimos ocho años de su vida postrado en cama, hasta que el 19 de febrero de 1968 se quita la vida con un disparo.

Otras importantes obras de Edwards Bello son “La Tragedia del Titanic”, “Metamorfosis”, “Valparaíso, la Ciudad del Viento” y “Criollos en París”.


JOAQUÍN EDWARDS BELLO (1887-1968)

<hr><h2><u>JOAQUÍN EDWARDS BELLO (1887-1968)</h2></u> Autor de numerosas novelas, cuentos y crónicas, Joaquín Edwards Bello nació en el puerto de Valparaíso en 1887. Estudió en el colegio Mac Kay y luego en el Liceo Eduardo de la Barra.

Crítico incansable de las costumbres aristocráticas, grupo al que él mismo pertenecía, desde muy joven Edwards Bello se sintió atraído por las letras. A los 14 años fundó la revista La Juventud y luego El Pololo. Desde 1919 trabajó como periodista en el diario La Nación y colaboró en otras revistas y publicaciones.

A los 23 años publicó su primer libro titulado “El Inútil”. Tal fue el escándalo causado, que el escritor debió escapar del país y viajó a Brasil. Con el tiempo fueron apareciendo nuevos título como “Tres Meses en Río de Janeiro”, “El Roto”, “El Chileno en Madrid” y “La Chica del Crillón”.

En 1932 recibió el Premio Atenea de la Universidad de Concepción, en 1934 el Premio Marcial Martínez y el año 1943 recibió el Premio Nacional de Literatura. Pero Joaquín Edwards Bello no se quedó ahí. En 1958 fue nominado Hijo Ilustre de Valparaíso y un año después recibió el Premio Nacional de Periodismo.

Sin embargo el final de este escritor estuvo marcado por la tragedia. Víctima de una hemiplejia, debió pasar los últimos ocho años de su vida postrado en cama, hasta que el 19 de febrero de 1968 se quita la vida con un disparo.

Otras importantes obras de Edwards Bello son “La Tragedia del Titanic”, “Metamorfosis”, “Valparaíso, la Ciudad del Viento” y “Criollos en París”.


JOAQUÍN EDWARDS BELLO (1887-1968)

<hr><h2><u>JOAQUÍN EDWARDS BELLO (1887-1968)</h2></u> Autor de numerosas novelas, cuentos y crónicas, Joaquín Edwards Bello nació en el puerto de Valparaíso en 1887. Estudió en el colegio Mac Kay y luego en el Liceo Eduardo de la Barra.

Crítico incansable de las costumbres aristocráticas, grupo al que él mismo pertenecía, desde muy joven Edwards Bello se sintió atraído por las letras. A los 14 años fundó la revista La Juventud y luego El Pololo. Desde 1919 trabajó como periodista en el diario La Nación y colaboró en otras revistas y publicaciones.

A los 23 años publicó su primer libro titulado “El Inútil”. Tal fue el escándalo causado, que el escritor debió escapar del país y viajó a Brasil. Con el tiempo fueron apareciendo nuevos título como “Tres Meses en Río de Janeiro”, “El Roto”, “El Chileno en Madrid” y “La Chica del Crillón”.

En 1932 recibió el Premio Atenea de la Universidad de Concepción, en 1934 el Premio Marcial Martínez y el año 1943 recibió el Premio Nacional de Literatura. Pero Joaquín Edwards Bello no se quedó ahí. En 1958 fue nominado Hijo Ilustre de Valparaíso y un año después recibió el Premio Nacional de Periodismo.

Sin embargo el final de este escritor estuvo marcado por la tragedia. Víctima de una hemiplejia, debió pasar los últimos ocho años de su vida postrado en cama, hasta que el 19 de febrero de 1968 se quita la vida con un disparo.

Otras importantes obras de Edwards Bello son “La Tragedia del Titanic”, “Metamorfosis”, “Valparaíso, la Ciudad del Viento” y “Criollos en París”.


EL MILODÓN Y EL LOCO

<h2><hr><u>EL MILODÓN Y EL LOCO</h2></u> Por Osvaldo Wegmann Hansen

La Prensa Austral
7 de mayo de 1981

Alimentando sueños de utopía el quimérico Albert Conrad murió loco, pobre y solitario. Se encontró un día su cadáver, tendido sobre el piso de la cabaña que habitaba en el valle del Río de las Vueltas. Junto a su tesoro, consistente en pedazos de cuarzo, que el insano recogía en sus largas exploraciones, se hallaron las más extrañas piedras sin valor. Ahora el sitio se denomina "Valle del Milodón" y, junto al Río de las Vueltas, en territorio argentino, cerca de la vieja y derruida cabaña, se levanta la alta reja de madera de una sepultura, con una cruz y una inscripción que dice: "Alberto Conrad (Q.E.P.D.), fallecido en febrero de 1931". No se sabe el día que murió, porque al hallar el cadáver, ya estaba descompuesto.

En el año 1894, poco después de arribar a estas latitudes, en busca de campos para iniciar la ganadería en la región, el capitán de la Marina Mercante alemana Hermann Eberhard, descubrió en la ladera del cerro Benítez, a 17 kilómetros al noroeste de Puerto Natales, una curiosa caverna, que poco tiempo después también llevó su nombre.

El año 1895, atraídos por el interés que Última Esperanza despertaba en Magallanes, llegaron a la región en viaje de estudios, el geólogo sueco Otto Nordenksjold, el sabio inglés Dusen y el zoólogo Ohlin. Un marinero alemán llamado Alberto Conrad, que trabajaba con el capitán Eberhard, sirvió a los cientistas como guía, para explorar la zona, en busca de motivos de estudio, como ser ejemplares de flora y fauna y sobre todo piezas de origen volcánico. Entonces Conrad los llevó a la extraña caverna, descubierta hacía poco tiempo por Eberhard y un guardiamarina inglés y les mostró semienterrados, los restos fósiles del milodón, despejados por Conrad. El animal prehistórico sería después de estudios, un desdentado del género glossotherium, llamado milodón, idénticos a los que Darwin descubrió en su época al sur de Bahía Blanca.

Expediciones científicas posteriores, como la de Hauthal, Roth, Lehmann y Nietche, encontraron todavía restos de ese animal prehistorico lo mismo que Emperaire muchos años después. Hallaron además esqueleto de un tigre desaparecido, félix listai, el terrible "tigre dientes de sable" que atacaba a los milodones. Todos estos huesos fueron llevados al Museo de la Plata y en mayor proporción al Museo de Londres donde aún estarían encajonados, según averiguaciones hechas en los últimos años por altos funcionarios de Magallanes.

La caverna del Milodón cobró gran importancia, en especial de parte de viajeros, de periodistas y de hombres de estudio. La caverna vecina, la cueva chica, en la que correteé en la infancia, es más impresionante, porque es estrecha, oscura,
penetra en el cerro como un túnel, desciende y no se le conoce fin. Sobre ella se han hecho detalladas descripciones en libros, revistas y diarios nacionales y extranjeros.

Los curiosos que han logrado llegar hasta ella han querido siempre llevar un recuerdo y es así como a martillazos han destruido las estalactitas y estalacmitas de esta caverna y de la otra, para llevárselas como trofeos. De esta manera el gran atractivo de las cuevas, sobre todo de la chica, se va perdiendo y si no se toma una determinación enérgica, se terminará con la obra de cientos de años de la naturaleza.

La gente tenía una idea errónea de lo que fue el Milodón, pues creía que se trataba de un animal de proporciones gigantescas. Era grande sí, pero no tanto. Las dimensiones reales las da la estatua confeccionada en los últimos años por el escultor natalino Harald Krusseel, la que después de ser exhibida en el Museo de la Patagonia, fue trasladada definitivamente a la entrada de la gran cueva. Allí está, erguida, natural, idéntica, tal como lo vieron los hombres primitivos hace 10 mil años, con sus garras enormes, con que cogía las hojas de los árboles.

Lo que falta, para darle más vida y animación al paisaje, es una escultura del hombre primitivo, junto a la fogata, frente al Milodón, como fue realmente la vida en Ültima Esperanza en esos tiempos.

Recopilación de Jorge Díaz Bustamante

Tomado de Milodon City Cha Cha Cha