POEMAS DE RAMÓN DÍAZ ETEROVIC
MUCHACHAS COMUNES
Alguien como yo también las ama.
Las veo
cuando van rumbo a la fábrica,
o tras las cajas de un supermercado
contando treinta monedas
que no le pertenecen.
A veces ríen
simples y momentáneas
como flores
que no resistirán el invierno.
A su manera son felices,
y sé
que alguien como yo
también las ama.
TARDES EN EL CAFÉ
Todas las tardes
se observan entre los vahos del Café.
Algunas veces se sonríen
y otras, no.
Ella es la señora,
él,
Julito, el garzón.
GATO DE BARRIO
El gato
me observa
desde
su rebeldía azul.
Suave,
arisco,
como dulce enigma.
Adormilado en sus recuerdos
él entiende
mis dolores cotidianos,
la pequeña muerte que me espera
cuando cada mañana
abro la puerta de mi casa
y me clausuro.
AUTORRETRATO DEL OTRO
Hay un hombre que recorre por las noches
las calles de un país que no se nombra.
Se parece a mí, a otros, a todos.
A veces sueña y a veces ríe,
mientras mira sus dientes en una vitrina.
Le gusta detenerse en las esquinas,
explorar sombras y temores,
ocultar su rostro a los extraños.
Al amanecer reniega de sí mismo
y de sus pecados inconfesables.
Regresa a su casa.
Bebe un café, lava su cara
y aprisiona su corbata entre los dedos.
Luego,
despojado de su verdad y de sus sueños
sale a recorrer las calles,
enmascarado.
DESPUÉS DE TODO
Después de todo,
y pese a la vida misma,
la esperanza
me acompaña y mal aconseja.
Después de todo,
y pese a la vida misma,
la esperanza
me obliga a rayar la muralla prohibida.
ESTE DÍA
Me rompo de tristezas
y silencio.
Escribo un número por las mañanas
y atisbo el sol tras una nube de cifras
y expedientes.
A media mañana,
clandestino,
enhebro un verso
como una sombra
sin destino.
Soy
y no soy.
Me rompo de tristezas
y silencio.
Palpo tres monedas en mis bolsillos
y pienso en la muchacha del café
que me desea un buen día
y luego se olvida de mi nombre.
VIDA
I
Voz, pequeña voz
que dentro de mí se apaga.
II
¿Para qué tanto afán?
A la muerte nadie renuncia.
III
Sueño del niño que jugó en un columpio del sur,
con sus mejillas sonrosadas por el viento
y el nombre de su madre como único verbo cierto.
IV
Mi madre.
Como extraño su fresco aroma a esperanza.
Sus dulces ojos de niña que soñaba
con terrones de azúcar y muñecas.
V
Verbos y naufragios.
Agua,
inútil oficio
de la palabra.
Dudas,
temblores,
risas.
Vivo y es suficiente.
VI
Un año se suma a otro
y sigo viviendo en la boca del lobo.
Alguien como yo también las ama.
Las veo
cuando van rumbo a la fábrica,
o tras las cajas de un supermercado
contando treinta monedas
que no le pertenecen.
A veces ríen
simples y momentáneas
como flores
que no resistirán el invierno.
A su manera son felices,
y sé
que alguien como yo
también las ama.
TARDES EN EL CAFÉ
Todas las tardes
se observan entre los vahos del Café.
Algunas veces se sonríen
y otras, no.
Ella es la señora,
él,
Julito, el garzón.
GATO DE BARRIO
El gato
me observa
desde
su rebeldía azul.
Suave,
arisco,
como dulce enigma.
Adormilado en sus recuerdos
él entiende
mis dolores cotidianos,
la pequeña muerte que me espera
cuando cada mañana
abro la puerta de mi casa
y me clausuro.
AUTORRETRATO DEL OTRO
Hay un hombre que recorre por las noches
las calles de un país que no se nombra.
Se parece a mí, a otros, a todos.
A veces sueña y a veces ríe,
mientras mira sus dientes en una vitrina.
Le gusta detenerse en las esquinas,
explorar sombras y temores,
ocultar su rostro a los extraños.
Al amanecer reniega de sí mismo
y de sus pecados inconfesables.
Regresa a su casa.
Bebe un café, lava su cara
y aprisiona su corbata entre los dedos.
Luego,
despojado de su verdad y de sus sueños
sale a recorrer las calles,
enmascarado.
DESPUÉS DE TODO
Después de todo,
y pese a la vida misma,
la esperanza
me acompaña y mal aconseja.
Después de todo,
y pese a la vida misma,
la esperanza
me obliga a rayar la muralla prohibida.
ESTE DÍA
Me rompo de tristezas
y silencio.
Escribo un número por las mañanas
y atisbo el sol tras una nube de cifras
y expedientes.
A media mañana,
clandestino,
enhebro un verso
como una sombra
sin destino.
Soy
y no soy.
Me rompo de tristezas
y silencio.
Palpo tres monedas en mis bolsillos
y pienso en la muchacha del café
que me desea un buen día
y luego se olvida de mi nombre.
VIDA
I
Voz, pequeña voz
que dentro de mí se apaga.
II
¿Para qué tanto afán?
A la muerte nadie renuncia.
III
Sueño del niño que jugó en un columpio del sur,
con sus mejillas sonrosadas por el viento
y el nombre de su madre como único verbo cierto.
IV
Mi madre.
Como extraño su fresco aroma a esperanza.
Sus dulces ojos de niña que soñaba
con terrones de azúcar y muñecas.
V
Verbos y naufragios.
Agua,
inútil oficio
de la palabra.
Dudas,
temblores,
risas.
Vivo y es suficiente.
VI
Un año se suma a otro
y sigo viviendo en la boca del lobo.
3 comentarios
francisco casado -
pablo jeria -
Pablo Jeria
javier -