PERDÓN, VIOLETA
José Steinsleger
A Safa Karim, de once años, y a su mamá de velo negro les enviamos los versos de una canción de Violeta Parra (1917-66), madre nuestra de la tierra nuestra:
Cuando yo salí de aquí
dejé mi corazón en la cuna
creí que l'mamita Luna
me l'iba a cuidar a mí.
Safa agoniza en el hospital Hindi de Bagdad. "La niña -dice el colega Robert Fisk- sangra por dentro y se retuerce en la cama con un enorme vendaje en el vientre y... cuatro pañuelos corrientes y sucios que la sujetan de muñecas y tobillos a la cama. Gime y se revuelve en la cama, luchando a la vez contra el dolor y el cautiverio..."
En el mismo lugar, Fisk describe el estado de Saadia Hussein al-Shomari, de 50 años, "...cuyo largo cabello se desparramaba sobre la toalla en la cual estaba recostada, con la cara, los senos, las pantorrillas, los brazos, las piernas, el vientre y los pies llenos de agujeritos...". A Saadia le enviamos el adagio del Concierto para clarinete en la, de Mozart, y versos de Violeta también:
Miren como nos hablan
del paraíso
cuando nos llueven balas
como granizo.
Safa y Saadia fueron alcanzadas por las esquirlas de las bombas de fragmentación (cluster bomb o de racimo). Durante la guerra Irán-Irak (1980-88), con el visto bueno de Ronald Reagan y la CIA, ambos países se arrojaron mutuamente estas bombas de uso prohibido por su alto poder destructivo, que la invasión de Washington sigue arrojando a discreción sobre miles de civiles iraquíes.
Desde la guerra de Vietnam, Estados Unidos emplea en todas sus guerras las bombas de racimo, compuestas por centenares de pequeñas bombas del tamaño de una bebida gaseosa, que se arrojan en paracaídas y se esparcen en un área de 500 metros cuadrados antes de que el proyectil llegue al suelo.
En Laos, más de 25 años después del fin de la guerra en Vietnam, unas 500 mil toneladas de estas bombas no han explotado y esperan a su víctima; en las islas Malvinas los ingleses lanzaron más de 100 con mil 500 latas de este tipo, que también pueden estallar 24 y 72 horas después de haber sido sembradas.
En Afganistán las latas tienen un color amarillo vistoso. El mismo color de los paquetes "humanitarios" que arroja la Agencia Internacional para el Desarrollo de Estados Unidos (AID), por lo que son una atracción para incautos, niños y agricultores.
El modelo se fabrica con base en un generador para hacerlas explotar; fue inventado por el chileno Carlos Cardoen en los años 70. Cardoen vendió bombas de racimo a Etiopía durante la guerra de Mengistu contra los civiles de Eritrea; a los racistas sudafricanos a quienes ayudó a burlar el embargo de armas mediante la colocación de etiquetas made in Chile; a Zimbabwe en su lucha contra la guerrilla rebelde; a los fascistas croatas en la guerra contra Yugoslavia, y después se puso a experimentar con bombas de "combustible aire", llamadas la "bomba atómica del pobre".
En Estados Unidos la empresa Allian Techsystems, de Minesotta, produce desde 1984 las bombas de racimo CBU-87, como las usadas en Afganistán e Irak.
Graduado en ingeniería metalúrgica por la Universidad de Utah, Cardoen empezó con la fabricación de minas antitanques. En 1981 obtuvo la licencia suiza de la Mowag para armar dos prototipos de vehículos blindados anfibios (Piraña), casquillos de artillería y cohetes.
En la gerencia general de Industrias Cardoen de Santiago destacaban en los años 80 dos grandes fotografías. En la una figuraba el inventor estrechando la mano del presidente Saddam Hussein; en la otra el personaje sonríe junto al general Augusto Pinochet, quien en 1977 pidió a las empresas locales suplir el faltante tras la prohibición internacional de vender armas a la dictadura fascista.
Cardoen tiene una filosofía profunda y enternecedora: "Las armas no deberían existir. El problema está en los seres humanos que las utilizan", repite en las entrevistas como si fuese discípulo de Sun Tse, Mao o el general vietnamita Nguyen Giap. "Sin embargo -añade-, sería una grave irresponsabilidad cerrar o terminar con la fabricación de armamentos."
Los gobiernos de la concertación, a los que ha regalado millones de dólares, y en particular el presidente Ricardo Lagos, ponderan a Cardoen como un "hombre de éxito". Y además, súper culto.
La semana pasada Isabel y Ángel Parra, hijos de Violeta que ya no distinguen "el negro del blanco", agradecieron al alcalde pinochetista Joaquín Lavín el comodato por 30 años donde funcionará el Museo Violeta Parra, sostenido por la Fundación Cardoen.
"¡Por fin un museo para que se le devuelva la obra de Violeta al pueblo de Chile!", dijo Ángel. "La obra de Violeta nos pertenece a todos los chilenos", declaró Lavín. En los años 60 Nicanor, hermano de la poetisa, publicó el famoso antipoema La izquierda y derecha unidas/ jamás serán vencidas. Fue escrito mientras Violeta cantaba acerca de lo que se tiene que hacer:
cuando nos venden la patria
como si fuera alfiler
quiero un hijo guerrillero
que la sepa defender.
México D.F. 9 de abril de 2003
La Jornada
A Safa Karim, de once años, y a su mamá de velo negro les enviamos los versos de una canción de Violeta Parra (1917-66), madre nuestra de la tierra nuestra:
Cuando yo salí de aquí
dejé mi corazón en la cuna
creí que l'mamita Luna
me l'iba a cuidar a mí.
Safa agoniza en el hospital Hindi de Bagdad. "La niña -dice el colega Robert Fisk- sangra por dentro y se retuerce en la cama con un enorme vendaje en el vientre y... cuatro pañuelos corrientes y sucios que la sujetan de muñecas y tobillos a la cama. Gime y se revuelve en la cama, luchando a la vez contra el dolor y el cautiverio..."
En el mismo lugar, Fisk describe el estado de Saadia Hussein al-Shomari, de 50 años, "...cuyo largo cabello se desparramaba sobre la toalla en la cual estaba recostada, con la cara, los senos, las pantorrillas, los brazos, las piernas, el vientre y los pies llenos de agujeritos...". A Saadia le enviamos el adagio del Concierto para clarinete en la, de Mozart, y versos de Violeta también:
Miren como nos hablan
del paraíso
cuando nos llueven balas
como granizo.
Safa y Saadia fueron alcanzadas por las esquirlas de las bombas de fragmentación (cluster bomb o de racimo). Durante la guerra Irán-Irak (1980-88), con el visto bueno de Ronald Reagan y la CIA, ambos países se arrojaron mutuamente estas bombas de uso prohibido por su alto poder destructivo, que la invasión de Washington sigue arrojando a discreción sobre miles de civiles iraquíes.
Desde la guerra de Vietnam, Estados Unidos emplea en todas sus guerras las bombas de racimo, compuestas por centenares de pequeñas bombas del tamaño de una bebida gaseosa, que se arrojan en paracaídas y se esparcen en un área de 500 metros cuadrados antes de que el proyectil llegue al suelo.
En Laos, más de 25 años después del fin de la guerra en Vietnam, unas 500 mil toneladas de estas bombas no han explotado y esperan a su víctima; en las islas Malvinas los ingleses lanzaron más de 100 con mil 500 latas de este tipo, que también pueden estallar 24 y 72 horas después de haber sido sembradas.
En Afganistán las latas tienen un color amarillo vistoso. El mismo color de los paquetes "humanitarios" que arroja la Agencia Internacional para el Desarrollo de Estados Unidos (AID), por lo que son una atracción para incautos, niños y agricultores.
El modelo se fabrica con base en un generador para hacerlas explotar; fue inventado por el chileno Carlos Cardoen en los años 70. Cardoen vendió bombas de racimo a Etiopía durante la guerra de Mengistu contra los civiles de Eritrea; a los racistas sudafricanos a quienes ayudó a burlar el embargo de armas mediante la colocación de etiquetas made in Chile; a Zimbabwe en su lucha contra la guerrilla rebelde; a los fascistas croatas en la guerra contra Yugoslavia, y después se puso a experimentar con bombas de "combustible aire", llamadas la "bomba atómica del pobre".
En Estados Unidos la empresa Allian Techsystems, de Minesotta, produce desde 1984 las bombas de racimo CBU-87, como las usadas en Afganistán e Irak.
Graduado en ingeniería metalúrgica por la Universidad de Utah, Cardoen empezó con la fabricación de minas antitanques. En 1981 obtuvo la licencia suiza de la Mowag para armar dos prototipos de vehículos blindados anfibios (Piraña), casquillos de artillería y cohetes.
En la gerencia general de Industrias Cardoen de Santiago destacaban en los años 80 dos grandes fotografías. En la una figuraba el inventor estrechando la mano del presidente Saddam Hussein; en la otra el personaje sonríe junto al general Augusto Pinochet, quien en 1977 pidió a las empresas locales suplir el faltante tras la prohibición internacional de vender armas a la dictadura fascista.
Cardoen tiene una filosofía profunda y enternecedora: "Las armas no deberían existir. El problema está en los seres humanos que las utilizan", repite en las entrevistas como si fuese discípulo de Sun Tse, Mao o el general vietnamita Nguyen Giap. "Sin embargo -añade-, sería una grave irresponsabilidad cerrar o terminar con la fabricación de armamentos."
Los gobiernos de la concertación, a los que ha regalado millones de dólares, y en particular el presidente Ricardo Lagos, ponderan a Cardoen como un "hombre de éxito". Y además, súper culto.
La semana pasada Isabel y Ángel Parra, hijos de Violeta que ya no distinguen "el negro del blanco", agradecieron al alcalde pinochetista Joaquín Lavín el comodato por 30 años donde funcionará el Museo Violeta Parra, sostenido por la Fundación Cardoen.
"¡Por fin un museo para que se le devuelva la obra de Violeta al pueblo de Chile!", dijo Ángel. "La obra de Violeta nos pertenece a todos los chilenos", declaró Lavín. En los años 60 Nicanor, hermano de la poetisa, publicó el famoso antipoema La izquierda y derecha unidas/ jamás serán vencidas. Fue escrito mientras Violeta cantaba acerca de lo que se tiene que hacer:
cuando nos venden la patria
como si fuera alfiler
quiero un hijo guerrillero
que la sepa defender.
México D.F. 9 de abril de 2003
La Jornada
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