Mujeres como ellas
José Steinsleger
A los 30 años, en la miseria y con tres hijos tras abandonar a un esposo violento y conservador, Flora Tristán se embarcó en Burdeos en Le Mexicain, hizo escala en Valparaíso y llegó a Arequipa en 1833. A los 30 años también, divorciada y con dos hijos del poeta chileno Jorge Tellier (1935-95), Sybila Arredondo se embarcó en Valparaíso y llegó a Lima en 1966. Flora buscaba el apoyo de un tío español que presumía ser descendiente de los Borgia y del emperador Moctezuma. Sybila llegó en mejores condiciones, enamorada del narrador José María Arguedas (1911-69), a quien conoció en una conferencia que dictó en la Universidad de Chile (UCH) y con quien contrajo matrimonio en 1967.
De nombre libertario, Flora fue pionera de las luchas revolucionarias de Francia, abuela del pintor Paul Gauguin y autora de la frase "La emancipación de los trabajadores será obra de los propios trabajadores", escrita cuatro años antes de que Marx y Engels la empleasen en el Manifiesto Comunista (La Unión Obrera, 1843).
De nombre que evoca a las pitonisas que en Grecia antigua protegían las bellas artes, hija de la escritora chilena Matilde Ladrón de Guevara y ahijada de la poeta Gabriela Mistral, Sybila se había graduado de antropóloga en el Instituto Pedagógico de la UCH. Y en el Perú del uno y el otro siglo, cuando en las calles de Arequipa y Lima los indios iban presos por tocar la quena (flauta quechua), ambas se hicieron revolucionarias.
Flora regresó a Europa cuando el tío la desconoció como sobrina "legítima". De la experiencia brotaron las famosas páginas de Peregrinaciones de una paria (París, 1838) y la mirada penetrante acerca de la clase obrera de Inglaterra, que anteceden a las de Engels, mientras en el capítulo peruano describe la vida social y política del país recién liberado de la corona española, sin que por eso cambien las estructuras que Sybila observó en la sierra peruana 133 años después.
Contratada por la Universidad de Huancayo durante el apogeo de las guerrillas de Hugo Blanco en el sur y de Luis de la Puente Uceda en el norte, Sybila se incorporó a una generación de militantes de la izquierda peruana y lo hizo en las comunidades indígenas y en las barriadas pobres de Lima. En tanto, Arguedas viajaba seguido a Chile para atender sus depresiones crónicas con la siquiatra Lola Hoffman, "...medio devorado por el despertar de mis antiguos males que esperaba estallarían en iluminación al contacto con la mujer amada... que vino entre muchos truenos, duelos y relámpagos" (Tercer diario, 18/05/69). Arguedas se suicidó en Chosica, en las afueras de Lima, en la misma casa que compartía con Sybila, testigo de sus alegrías y pesares. Mientras el cuerpo bajaba a tierra, el violinista indígena Máximo Damián Huamani ejecutó Huallpa wajari (La muerte del danzante).
Después Sybila leyó para sí la carta de despedida: "¡Quédate en el Perú! Nuestro amor es uno solo con el amor a este país encantado y terrible, de tanto poder y cadenas que tiene. A través mío aprendiste a amar su música y sus danzas, su campesinado quechua, tan dulce, tan puro e inquebrantablemente fuerte... Y enciende el acero de tus nervios y tu ánimo" (28/11/69).
Sybila se quedó. Y aquel Perú que Flora Tristán describió en Peregrinaciones..., el "...de la clase alta profundamente corrompida", el del cosmopolitismo pongo de los escritores que condenaron a Arguedas por su "indigenismo arcaico", se ensañó con la mujer del más grande narrador peruano del siglo xx.
Sybila Arredondo pasó un total de 14 años en prisión. En marzo de 1985 el presidente Alan García la acusó de ser "una de las mujeres más peligrosas del Perú" y fue absuelta porque nada le pudieron comprobar. En junio de 1990 la acusaron de haber trasladado 200 kilos de dinamita en un Volkswagen... En 1995, durante el gobierno de Alberto Fujimori, un "tribunal sin rostro" la condenó a 15 años de prisión. Uno de los firmantes de la condena, esbirro del tenebroso Vladimiro Montesinos, está preso hoy por corrupción.
Negándose a renunciar a su nacionalidad adoptiva para ser liberada ("traición a la patria" fue uno de los cargos), perturba entender cómo Sybila aguantó el régimen carcelario en el que fue apaleada, torturada y aislada, a más de sobrevivir a dos matanzas en el penal de Chorrillos.
"¿De dónde sale esta fuerza tuya?", le preguntó un periodista en Santiago de Chile, luego de ser liberada en diciembre pasado. Con el cabello blanco y 67 años cumplidos, Sybila respondió: "La fuerza sale de lo colectivo... hay que dar gracias por lo que uno sufra o haga para las mayorías. Hay que saber lo bueno que uno tiene y darlo a los demás".
Agotada y enferma, Flora Tristán dijo antes de morir, a los 41 años: "Siento que amo a la humanidad más que nunca". Sybila piensa regresar a Lima, donde sus planes son trabajar en las obras completas de Arguedas y "...buscar soluciones y apoyo a los miles de presas y presos políticos del Perú".
A los 30 años, en la miseria y con tres hijos tras abandonar a un esposo violento y conservador, Flora Tristán se embarcó en Burdeos en Le Mexicain, hizo escala en Valparaíso y llegó a Arequipa en 1833. A los 30 años también, divorciada y con dos hijos del poeta chileno Jorge Tellier (1935-95), Sybila Arredondo se embarcó en Valparaíso y llegó a Lima en 1966. Flora buscaba el apoyo de un tío español que presumía ser descendiente de los Borgia y del emperador Moctezuma. Sybila llegó en mejores condiciones, enamorada del narrador José María Arguedas (1911-69), a quien conoció en una conferencia que dictó en la Universidad de Chile (UCH) y con quien contrajo matrimonio en 1967.
De nombre libertario, Flora fue pionera de las luchas revolucionarias de Francia, abuela del pintor Paul Gauguin y autora de la frase "La emancipación de los trabajadores será obra de los propios trabajadores", escrita cuatro años antes de que Marx y Engels la empleasen en el Manifiesto Comunista (La Unión Obrera, 1843).
De nombre que evoca a las pitonisas que en Grecia antigua protegían las bellas artes, hija de la escritora chilena Matilde Ladrón de Guevara y ahijada de la poeta Gabriela Mistral, Sybila se había graduado de antropóloga en el Instituto Pedagógico de la UCH. Y en el Perú del uno y el otro siglo, cuando en las calles de Arequipa y Lima los indios iban presos por tocar la quena (flauta quechua), ambas se hicieron revolucionarias.
Flora regresó a Europa cuando el tío la desconoció como sobrina "legítima". De la experiencia brotaron las famosas páginas de Peregrinaciones de una paria (París, 1838) y la mirada penetrante acerca de la clase obrera de Inglaterra, que anteceden a las de Engels, mientras en el capítulo peruano describe la vida social y política del país recién liberado de la corona española, sin que por eso cambien las estructuras que Sybila observó en la sierra peruana 133 años después.
Contratada por la Universidad de Huancayo durante el apogeo de las guerrillas de Hugo Blanco en el sur y de Luis de la Puente Uceda en el norte, Sybila se incorporó a una generación de militantes de la izquierda peruana y lo hizo en las comunidades indígenas y en las barriadas pobres de Lima. En tanto, Arguedas viajaba seguido a Chile para atender sus depresiones crónicas con la siquiatra Lola Hoffman, "...medio devorado por el despertar de mis antiguos males que esperaba estallarían en iluminación al contacto con la mujer amada... que vino entre muchos truenos, duelos y relámpagos" (Tercer diario, 18/05/69). Arguedas se suicidó en Chosica, en las afueras de Lima, en la misma casa que compartía con Sybila, testigo de sus alegrías y pesares. Mientras el cuerpo bajaba a tierra, el violinista indígena Máximo Damián Huamani ejecutó Huallpa wajari (La muerte del danzante).
Después Sybila leyó para sí la carta de despedida: "¡Quédate en el Perú! Nuestro amor es uno solo con el amor a este país encantado y terrible, de tanto poder y cadenas que tiene. A través mío aprendiste a amar su música y sus danzas, su campesinado quechua, tan dulce, tan puro e inquebrantablemente fuerte... Y enciende el acero de tus nervios y tu ánimo" (28/11/69).
Sybila se quedó. Y aquel Perú que Flora Tristán describió en Peregrinaciones..., el "...de la clase alta profundamente corrompida", el del cosmopolitismo pongo de los escritores que condenaron a Arguedas por su "indigenismo arcaico", se ensañó con la mujer del más grande narrador peruano del siglo xx.
Sybila Arredondo pasó un total de 14 años en prisión. En marzo de 1985 el presidente Alan García la acusó de ser "una de las mujeres más peligrosas del Perú" y fue absuelta porque nada le pudieron comprobar. En junio de 1990 la acusaron de haber trasladado 200 kilos de dinamita en un Volkswagen... En 1995, durante el gobierno de Alberto Fujimori, un "tribunal sin rostro" la condenó a 15 años de prisión. Uno de los firmantes de la condena, esbirro del tenebroso Vladimiro Montesinos, está preso hoy por corrupción.
Negándose a renunciar a su nacionalidad adoptiva para ser liberada ("traición a la patria" fue uno de los cargos), perturba entender cómo Sybila aguantó el régimen carcelario en el que fue apaleada, torturada y aislada, a más de sobrevivir a dos matanzas en el penal de Chorrillos.
"¿De dónde sale esta fuerza tuya?", le preguntó un periodista en Santiago de Chile, luego de ser liberada en diciembre pasado. Con el cabello blanco y 67 años cumplidos, Sybila respondió: "La fuerza sale de lo colectivo... hay que dar gracias por lo que uno sufra o haga para las mayorías. Hay que saber lo bueno que uno tiene y darlo a los demás".
Agotada y enferma, Flora Tristán dijo antes de morir, a los 41 años: "Siento que amo a la humanidad más que nunca". Sybila piensa regresar a Lima, donde sus planes son trabajar en las obras completas de Arguedas y "...buscar soluciones y apoyo a los miles de presas y presos políticos del Perú".
0 comentarios