EL COLONIALISMO MENTAL
Por Andrés Soliz Rada
Gonzalo Sánchez de Lozada (GSL) se ha convertido en el personaje más atacado y vilipendiado de la política boliviana. Sin embargo, el damnificado podría argüir que si él es tan nefasto ¿por qué fue dos veces presidente constitucional de la República, ganó tres elecciones generales y se impuso en todas las convenciones del Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR), en las que postuló para jefe del partido? No cabe duda que el haber amasado una cuantiosa fortuna mediante el tráfico de influencias y la evasión impositiva explica lo anterior, pero es insuficiente.
En varios pasajes de su vida pública, GSL insinuó que sus éxitos se debían a que la gente apreciaba su acento extranjero, como signo de superioridad frente a los demás ciudadanos. Por esta razón, le gustaba decir que si algún día perdía su acento gringo, no vacilaría en tomar cursos para recuperarlo Añadía que se sentía unido con Max Fernández, el industrial cervecero de origen mestizo, jefe de Unidad Cívica Solidaridad (UCS), porque ambos eran del Wilsterman (equipo de fútbol de la ciudad de Cochabamba) eran industriales y hablaban mal castellano.
Lo cierto es que las denuncias sobre las inmoralidades económicas y éticas de GSL no pesaron para que, en su primer gobierno, co-gobernara con la UCS, con el Movimiento Bolivia Libre (MBL), entidad política que se presentaba como una especie de reserva moral del país, y con el Movimiento Revolucionario Tupaj Katari de Liberación (MRTK-L), encabezado por el intelectual aymara, Víctor Hugo Cárdenas, quien fuera su vicepresidente. Demás está decir que, en este caso, esa corriente aymara fue presentada como un freno a las tropelías gonistas.
Para las elecciones del año 2002, la fama de ladrón de GSL se había extendido a todos los niveles de la sociedad boliviana. El libro que escribí sobre su riqueza mal habida: La fortuna del Presidente, apareció a principios de 1997, y algo tuvo que ver en el esclarecimiento al que hacemos referencia. Lo anterior tampoco fue óbice para que GSL reclutara como candidato vicepresidencial a Carlos Mesa, a quien, en acto solemne y público, entregó un mandato irrevocable para luchar contra la corrupción. Era como si Alfonso Capone, el más conocido de los gansters norteamericanos, hubiera dado un mandato a alguno de sus colaboradores para terminar con las mafias de su país.
Lo cierto es que GSL no sólo ganó esos comicios, aunque por un margen muy estrecho, debido, en parte, al ofrecimiento del Bono Solidario (BONOSOL), convertido, una vez más, en cohecho electoral, como aconteció en 1997, sino que logró el respaldo del Movimiento de Izquierda Revolucionario (MIR) y de Nueva Fuerza Republicana (NFR), fuerzas políticas que, durante la campaña electoral, habían calificado al gonismo, como a uno de los mayores desastres sufridos por el país a lo largo de su historia. El MIR y la NFR atribuyeron su decisión a las presiones de la Embajada norteamericana.
El colonialismo mental, que sirvió para que mucha gente respalde al gringo, el que, supuestamente, como era millonario ya no necesitaba robar, porque era gringo se le facilitarían los contactos internacionales para conseguir ayuda para Bolivia, y porque era gringo estaba mejor capacitado para conducir los destinos del país, opera hoy en día como neutralizador del poder de reacción de los bolivianos frente a las petroleras foráneas.
Ese colonialismo mental hace que la intelectualidad boliviana, en sus niveles más racionales, no considere, ni remotamente siquiera, la posibilidad de reclamar a las transnacionales por burdos delitos como el contrabando del gas al Brasil, evasión de impuestos y groseras violaciones legales, a las que califica de faltas subsanables, algo así como pasarse un semáforo en rojo sin lastimar a nadie, como gusta decir el delegado presidencial Francesco Zaratti. Es lógica la importancia de que los bolivianos recuperemos el manejo de nuestras empresas estratégicas, aunque el primer requisito reside en expulsar al colonialismo extranjero de nuestra propia mente.
Gonzalo Sánchez de Lozada (GSL) se ha convertido en el personaje más atacado y vilipendiado de la política boliviana. Sin embargo, el damnificado podría argüir que si él es tan nefasto ¿por qué fue dos veces presidente constitucional de la República, ganó tres elecciones generales y se impuso en todas las convenciones del Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR), en las que postuló para jefe del partido? No cabe duda que el haber amasado una cuantiosa fortuna mediante el tráfico de influencias y la evasión impositiva explica lo anterior, pero es insuficiente.
En varios pasajes de su vida pública, GSL insinuó que sus éxitos se debían a que la gente apreciaba su acento extranjero, como signo de superioridad frente a los demás ciudadanos. Por esta razón, le gustaba decir que si algún día perdía su acento gringo, no vacilaría en tomar cursos para recuperarlo Añadía que se sentía unido con Max Fernández, el industrial cervecero de origen mestizo, jefe de Unidad Cívica Solidaridad (UCS), porque ambos eran del Wilsterman (equipo de fútbol de la ciudad de Cochabamba) eran industriales y hablaban mal castellano.
Lo cierto es que las denuncias sobre las inmoralidades económicas y éticas de GSL no pesaron para que, en su primer gobierno, co-gobernara con la UCS, con el Movimiento Bolivia Libre (MBL), entidad política que se presentaba como una especie de reserva moral del país, y con el Movimiento Revolucionario Tupaj Katari de Liberación (MRTK-L), encabezado por el intelectual aymara, Víctor Hugo Cárdenas, quien fuera su vicepresidente. Demás está decir que, en este caso, esa corriente aymara fue presentada como un freno a las tropelías gonistas.
Para las elecciones del año 2002, la fama de ladrón de GSL se había extendido a todos los niveles de la sociedad boliviana. El libro que escribí sobre su riqueza mal habida: La fortuna del Presidente, apareció a principios de 1997, y algo tuvo que ver en el esclarecimiento al que hacemos referencia. Lo anterior tampoco fue óbice para que GSL reclutara como candidato vicepresidencial a Carlos Mesa, a quien, en acto solemne y público, entregó un mandato irrevocable para luchar contra la corrupción. Era como si Alfonso Capone, el más conocido de los gansters norteamericanos, hubiera dado un mandato a alguno de sus colaboradores para terminar con las mafias de su país.
Lo cierto es que GSL no sólo ganó esos comicios, aunque por un margen muy estrecho, debido, en parte, al ofrecimiento del Bono Solidario (BONOSOL), convertido, una vez más, en cohecho electoral, como aconteció en 1997, sino que logró el respaldo del Movimiento de Izquierda Revolucionario (MIR) y de Nueva Fuerza Republicana (NFR), fuerzas políticas que, durante la campaña electoral, habían calificado al gonismo, como a uno de los mayores desastres sufridos por el país a lo largo de su historia. El MIR y la NFR atribuyeron su decisión a las presiones de la Embajada norteamericana.
El colonialismo mental, que sirvió para que mucha gente respalde al gringo, el que, supuestamente, como era millonario ya no necesitaba robar, porque era gringo se le facilitarían los contactos internacionales para conseguir ayuda para Bolivia, y porque era gringo estaba mejor capacitado para conducir los destinos del país, opera hoy en día como neutralizador del poder de reacción de los bolivianos frente a las petroleras foráneas.
Ese colonialismo mental hace que la intelectualidad boliviana, en sus niveles más racionales, no considere, ni remotamente siquiera, la posibilidad de reclamar a las transnacionales por burdos delitos como el contrabando del gas al Brasil, evasión de impuestos y groseras violaciones legales, a las que califica de faltas subsanables, algo así como pasarse un semáforo en rojo sin lastimar a nadie, como gusta decir el delegado presidencial Francesco Zaratti. Es lógica la importancia de que los bolivianos recuperemos el manejo de nuestras empresas estratégicas, aunque el primer requisito reside en expulsar al colonialismo extranjero de nuestra propia mente.
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