AMÉRICA LATINA Y EL COLONIALISMO INTELECTUAL
AMÉRICA LATINA Y EL COLONIALISMO INTELECTUAL
Por Guillermo Horacio Lamuedra
(...) Pero los esfuerzos civilizadores del colonialismo para imponer patrones culturales a los pueblos de Asia y África sólo alcanzaron éxito con una pequeña minoría de nativos. Tal como señala Blas Alberti: Europa actuó allí desde afuera, como saqueadora; se instaló en enclaves coloniales, pero no contaminó profundamente, ni mucho menos, la cultura local La independencia de esos pueblos, luego de la Segunda Guerra Mundial, supuso el rescate de la propia originalidad cultural, privada por el dominio extranjero, de manifestarse en toda su plenitud, pero preexistente en el espíritu del pueblo. Allí lo extranjero es lo ajeno, lo extraño a la propia identidad.
Muy distinta es la situación en América Latina; ella es el resultado de una confluencia de culturas y etnias, la síntesis de cinco siglos de mestizaje y de un proceso de sincretismo cultural que se inicia con el descubrimiento y la conquista. Se distinguen básicamente el aporte indígena, el del negro esclavo y el español-portugués, junto con el de corrientes inmigratorias más recientes. Por lo tanto la contribución europea es parte indisoluble de nuestra identidad. Como apunta Blas Alberti: en el propio proceso formativo de la sociedad latinoamericana, la cultura aparece necesariamente como un nexo estructural, no ya como un efecto extraño y ajeno, como ocurre en el caso de los países de Asia y África, sino como parte del cuerpo de la misma sociedad (1). Pero aquí surge el problema. Porque desde Europa nos llegan ideas, filosofías y corrientes de pensamiento diversas: liberalismo, positivismo, marxismo y otros muchos ismos, que suelen aplicarse acríticamente en nuestro sufrido continente a realidades muy diferentes a las de las metrópolis de origen. Su imitación simiesca es a menudo nefasta y ardua la tarea de adaptarlos a su ámbito real. Coincidimos con el autor citado en esta dificultad: Y nosotros debemos soportar a la vez la carga de esos discursos en el propio esfuerzo que hacemos para criticarlos, para disolverlos y para plantear un encuentro con nuestra propia identidad a través de esa misma cultura (2).
Pero el esfuerzo por desenmascarar los mitos de ideologías importadas, la versión falsificada de la historia, el engañoso dilema de civilización y barbarie y construir a partir de allí un auténtico pensamiento nacional, es imprescindible. Si en la India eran los administradores británicos los encargados de inculcar al nativo la superioridad europea, en América Latina un complejo aparato cultural busca que nosotros mismos nos autodenigremos. En las semicolonias, con una independencia política aparente y una subordinación económica verdadera, se requiere la presencia de un fenómeno espiritual que posibilite la perpetuación del sometimiento. En el plano cultural, la colonización pedagógica es el instrumento destinado a impedir la toma de conciencia de la dominación oligárquica e imperialista, ocultando que la opulencia del progreso se forma a costa de la miseria del atraso. Procura, en un sentido más vasto, impedir la estructuración de un pensamiento autónomo. (3)
Notas:
1 - Blas Alberti: El colonialismo intelectual Revista Amauta Abril 1989.
2 Ibid.
3 Honorio Alberto Díaz Encuesta sobre Sarmiento a cien años de su muerte Revista Amauta Abril 1989.
(*) Tomado de su libro Breve Historia del Imperialismo (de la caza de esclavos a la globalización) Plexo Libros Buenos Aires, 2002.
(...) Pero los esfuerzos civilizadores del colonialismo para imponer patrones culturales a los pueblos de Asia y África sólo alcanzaron éxito con una pequeña minoría de nativos. Tal como señala Blas Alberti: Europa actuó allí desde afuera, como saqueadora; se instaló en enclaves coloniales, pero no contaminó profundamente, ni mucho menos, la cultura local La independencia de esos pueblos, luego de la Segunda Guerra Mundial, supuso el rescate de la propia originalidad cultural, privada por el dominio extranjero, de manifestarse en toda su plenitud, pero preexistente en el espíritu del pueblo. Allí lo extranjero es lo ajeno, lo extraño a la propia identidad.
Muy distinta es la situación en América Latina; ella es el resultado de una confluencia de culturas y etnias, la síntesis de cinco siglos de mestizaje y de un proceso de sincretismo cultural que se inicia con el descubrimiento y la conquista. Se distinguen básicamente el aporte indígena, el del negro esclavo y el español-portugués, junto con el de corrientes inmigratorias más recientes. Por lo tanto la contribución europea es parte indisoluble de nuestra identidad. Como apunta Blas Alberti: en el propio proceso formativo de la sociedad latinoamericana, la cultura aparece necesariamente como un nexo estructural, no ya como un efecto extraño y ajeno, como ocurre en el caso de los países de Asia y África, sino como parte del cuerpo de la misma sociedad (1). Pero aquí surge el problema. Porque desde Europa nos llegan ideas, filosofías y corrientes de pensamiento diversas: liberalismo, positivismo, marxismo y otros muchos ismos, que suelen aplicarse acríticamente en nuestro sufrido continente a realidades muy diferentes a las de las metrópolis de origen. Su imitación simiesca es a menudo nefasta y ardua la tarea de adaptarlos a su ámbito real. Coincidimos con el autor citado en esta dificultad: Y nosotros debemos soportar a la vez la carga de esos discursos en el propio esfuerzo que hacemos para criticarlos, para disolverlos y para plantear un encuentro con nuestra propia identidad a través de esa misma cultura (2).
Pero el esfuerzo por desenmascarar los mitos de ideologías importadas, la versión falsificada de la historia, el engañoso dilema de civilización y barbarie y construir a partir de allí un auténtico pensamiento nacional, es imprescindible. Si en la India eran los administradores británicos los encargados de inculcar al nativo la superioridad europea, en América Latina un complejo aparato cultural busca que nosotros mismos nos autodenigremos. En las semicolonias, con una independencia política aparente y una subordinación económica verdadera, se requiere la presencia de un fenómeno espiritual que posibilite la perpetuación del sometimiento. En el plano cultural, la colonización pedagógica es el instrumento destinado a impedir la toma de conciencia de la dominación oligárquica e imperialista, ocultando que la opulencia del progreso se forma a costa de la miseria del atraso. Procura, en un sentido más vasto, impedir la estructuración de un pensamiento autónomo. (3)
Notas:
1 - Blas Alberti: El colonialismo intelectual Revista Amauta Abril 1989.
2 Ibid.
3 Honorio Alberto Díaz Encuesta sobre Sarmiento a cien años de su muerte Revista Amauta Abril 1989.
(*) Tomado de su libro Breve Historia del Imperialismo (de la caza de esclavos a la globalización) Plexo Libros Buenos Aires, 2002.
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