EL MENSAJE DE LA REVOLUCIÓN BOLIVARIANA
La Jornada, México D.F. Miércoles 25 de agosto de 2004
Por José Steinsleger
Luego de 20 años de saqueo neoliberal y empobrecimiento masivo, democracia de mercado y exaltación tecnocrática del "pensamiento cero", la octava ratificación del presidente Hugo Chávez en la República Bolivariana de Venezuela obliga a la revisión, entre otras interrogantes, de una inquietud central: ¿hacia dónde van y qué anhelan los pueblos de América Latina y el Caribe?
Anexión o soberanía, independencia o globalización subordinada, imperialismo o liberación, democracia y gobernabilidad, integración socioeconómica o libre mercado sin más, homogeneidad o identidad cultural representan, apenas, algunos de los complejos asuntos que plantea el proceso político de Venezuela, cuna de la primera independencia americana. ¿Volver a empezar? Sí, pero no de cero.
De Bolívar en adelante, los pueblos latinoamericanos nunca dejaron de exigir respeto a la singularidad de sus luchas. Aguas de un manantial que incluye, por qué no, las contradictorias experiencias de procesos como los encabezados por el mexicano Lázaro Cárdenas, el argentino Juan Domingo Perón, el peruano Juan Velasco Alvarado (1968), el panameño Omar Torrijos (1969) y el brasileño Getulio Vargas, nacionalista conservador y después liberal y que hoy, hace 50 años, se suicidó tras entender tardíamente que el imperialismo yanqui y sus aliados nativos son enemigos jurados de la humanidad.
Surgido de arriba, el nacionalismo de Vargas tuvo como propósito acabar con el poder de los caudillos oligárquicos regionales (1930); el de Cárdenas surgió de abajo, retomando las causas populares de la Revolución Mexicana (1934), y el de Perón fue engendrado tras medio siglo de luchas de un movimiento obrero que, llegado el momento (1945), entendió los términos de la contradicción que anarquistas, socialistas y comunistas no vieron con la lucidez que Cuba proyectó a partir de 1959: imperialismo o nación.
Hijos de su época, hombres cultos y militares patriotas los tres, Vargas, Cárdenas y Perón impulsaron grandes transformaciones sociales que dejaron huella profunda en la conciencia nacional de sus sociedades. Sin embargo, fueron políticamente derrotados a causa de un esquema idealizado de unidad nacional y alianza de clases que el imperialismo y las oligarquías acabaron por someter y doblegar.
¿Una revolución, la venezolana, "nacionalista"? En efecto. Con el añadido de que, a diferencia de los nacionalismos apuntados, el pensamiento bolivariano se está pensando (valga la redundancia) como lo pensaron Hidalgo y Morelos, Artigas y San Martín, Sucre y Morazán, Sandino y el Che hasta cristalizar en el oxígeno ético de Salvador Allende, el zapatismo chiapaneco, los campesinos sin tierra de Brasil, los indígenas de Ecuador, los indomables pueblos de Bolivia y la sangre a raudales que desde hace medio siglo derrama la insurgencia en Colombia.
Cualquier enfoque aproximativo al proceso político venezolano exige limpiarse de prejuicios y de vuelos doctorales. Los bolivarianos aseguran que se hallan inmersos en una revolución. Si esto es así (y los hechos indican que así es) sería imposible entender su mensaje desde enfoques reduccionistas que conllevan la subestimación del rol creativo de los pueblos.
Un ejemplo de reduccionismo sería el modo simplista con que ahora, ante la contundente derrota de la oligarquía venezolana, se expresan los déspotas ilustrados que atribuyen la victoria de Hugo Chávez a la ingente disponibilidad de recursos provenientes del petróleo. Dicen que su ascendiente popular ("populismo", según ellos) les recuerda los años en que el peronismo aprovechó los altos precios impuestos por la Segunda Guerra Mundial a productos como la carne, el trigo y el cereal.
Ya no saben qué decir. Pero lo que nunca dirán es que en 20 años de discursos "democráticos" y seminarios a granel, en los que se debatieron temas como la "equidad" y las virtudes del ciudadano ideal, el pillaje neoliberal giró 300 mil millones de dólares a los bancos extranjeros, sepultando en la miseria a 80 por ciento del pueblo venezolano.
A diferencia de otros ensayos nacionalistas, el mensaje de la revolución bolivariana a los pueblos del continente carece de fisuras: hay una experiencia política acumulada, una voluntad de auténtica emancipación económica, un vigoroso legado cultural, una larga y dolorosa historia política de caminos recorridos y compartidos. Sería criminal, por ende, que las dirigencias esclarecidas de América Latina y el Caribe vuelvan a perderse en los laberintos ideológicos, las soledades políticas y las utopías de redención sin destino.
Por José Steinsleger
Luego de 20 años de saqueo neoliberal y empobrecimiento masivo, democracia de mercado y exaltación tecnocrática del "pensamiento cero", la octava ratificación del presidente Hugo Chávez en la República Bolivariana de Venezuela obliga a la revisión, entre otras interrogantes, de una inquietud central: ¿hacia dónde van y qué anhelan los pueblos de América Latina y el Caribe?
Anexión o soberanía, independencia o globalización subordinada, imperialismo o liberación, democracia y gobernabilidad, integración socioeconómica o libre mercado sin más, homogeneidad o identidad cultural representan, apenas, algunos de los complejos asuntos que plantea el proceso político de Venezuela, cuna de la primera independencia americana. ¿Volver a empezar? Sí, pero no de cero.
De Bolívar en adelante, los pueblos latinoamericanos nunca dejaron de exigir respeto a la singularidad de sus luchas. Aguas de un manantial que incluye, por qué no, las contradictorias experiencias de procesos como los encabezados por el mexicano Lázaro Cárdenas, el argentino Juan Domingo Perón, el peruano Juan Velasco Alvarado (1968), el panameño Omar Torrijos (1969) y el brasileño Getulio Vargas, nacionalista conservador y después liberal y que hoy, hace 50 años, se suicidó tras entender tardíamente que el imperialismo yanqui y sus aliados nativos son enemigos jurados de la humanidad.
Surgido de arriba, el nacionalismo de Vargas tuvo como propósito acabar con el poder de los caudillos oligárquicos regionales (1930); el de Cárdenas surgió de abajo, retomando las causas populares de la Revolución Mexicana (1934), y el de Perón fue engendrado tras medio siglo de luchas de un movimiento obrero que, llegado el momento (1945), entendió los términos de la contradicción que anarquistas, socialistas y comunistas no vieron con la lucidez que Cuba proyectó a partir de 1959: imperialismo o nación.
Hijos de su época, hombres cultos y militares patriotas los tres, Vargas, Cárdenas y Perón impulsaron grandes transformaciones sociales que dejaron huella profunda en la conciencia nacional de sus sociedades. Sin embargo, fueron políticamente derrotados a causa de un esquema idealizado de unidad nacional y alianza de clases que el imperialismo y las oligarquías acabaron por someter y doblegar.
¿Una revolución, la venezolana, "nacionalista"? En efecto. Con el añadido de que, a diferencia de los nacionalismos apuntados, el pensamiento bolivariano se está pensando (valga la redundancia) como lo pensaron Hidalgo y Morelos, Artigas y San Martín, Sucre y Morazán, Sandino y el Che hasta cristalizar en el oxígeno ético de Salvador Allende, el zapatismo chiapaneco, los campesinos sin tierra de Brasil, los indígenas de Ecuador, los indomables pueblos de Bolivia y la sangre a raudales que desde hace medio siglo derrama la insurgencia en Colombia.
Cualquier enfoque aproximativo al proceso político venezolano exige limpiarse de prejuicios y de vuelos doctorales. Los bolivarianos aseguran que se hallan inmersos en una revolución. Si esto es así (y los hechos indican que así es) sería imposible entender su mensaje desde enfoques reduccionistas que conllevan la subestimación del rol creativo de los pueblos.
Un ejemplo de reduccionismo sería el modo simplista con que ahora, ante la contundente derrota de la oligarquía venezolana, se expresan los déspotas ilustrados que atribuyen la victoria de Hugo Chávez a la ingente disponibilidad de recursos provenientes del petróleo. Dicen que su ascendiente popular ("populismo", según ellos) les recuerda los años en que el peronismo aprovechó los altos precios impuestos por la Segunda Guerra Mundial a productos como la carne, el trigo y el cereal.
Ya no saben qué decir. Pero lo que nunca dirán es que en 20 años de discursos "democráticos" y seminarios a granel, en los que se debatieron temas como la "equidad" y las virtudes del ciudadano ideal, el pillaje neoliberal giró 300 mil millones de dólares a los bancos extranjeros, sepultando en la miseria a 80 por ciento del pueblo venezolano.
A diferencia de otros ensayos nacionalistas, el mensaje de la revolución bolivariana a los pueblos del continente carece de fisuras: hay una experiencia política acumulada, una voluntad de auténtica emancipación económica, un vigoroso legado cultural, una larga y dolorosa historia política de caminos recorridos y compartidos. Sería criminal, por ende, que las dirigencias esclarecidas de América Latina y el Caribe vuelvan a perderse en los laberintos ideológicos, las soledades políticas y las utopías de redención sin destino.
0 comentarios