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MIRANDO AL SUR - augusto alvarado


SOBRE LA EDUCACIÓN EN CHILE

<hr><h2><u>SOBRE LA EDUCACIÓN EN CHILE</h2></u>

EL JAGUAR PORRO



por Andrés Monares - El Mostrador

Una reciente medición que dejó al descubierto el bajísimo nivel de los conocimientos matemáticos de los jóvenes chilenos, provocó una ola de alegatos contra la educación del país. Cuando en realidad no son una novedad los malos resultados educacionales en Chile. No queramos engañarnos rasgando recién ahora vestiduras. Que salgan a la luz pública pésimas cifras de alguna prueba específica cada cierto tiempo es otra cosa. De tal modo, por nuestro nivel quedamos apenas en lista de espera para ser jaguares (y para qué decir por inversión en educación).

Por unos diez años he trabajado con jóvenes de dos “mundos” diferentes. Mundos que les han entregado recursos y posibilidades muy distintas. Por un lado, con universitarios que en su mayoría provienen de la educación secundaria pagada privada: los más con grandes potencialidades a la vez que con una débil formación general. Por otro, con jóvenes que pasaron por el sistema municipalizado de educación, donde un número no menor son verdaderos analfabetos funcionales. Y, en el caso de muchos jóvenes con talento, esas instituciones municipalizadas no tienen la capacidad o los recursos (ni a veces las ganas) de desarrollarlo.

No obstante, a pesar de las diferencias en ambos grupos se deja notar una generalizada y tremenda falta de información, una deplorable capacidad de expresión oral y escrita, de análisis, de establecer relaciones certeras y más aún de crítica. Su sociedad y el mundo les son lejanos o ajenos, con sus vagas nociones no pueden comprenderlos ni menos enjuiciarlos. A lo que hay que sumar que están insertos en una cultura donde disentir y discutir es mal mirado, y hasta una forma indebida de desafío a la autoridad del educador.

Aunque no pretendo situar mi experiencia como una muestra estadística totalmente válida, tampoco creo que sea poco generalizable. Más todavía con las mediciones internacionales y nacionales que dan cuenta de nuestra ignorancia. Entonces, ¿no es hora que después de tantos años de vigencia de la educación municipalizada se acepte su fracaso?. Porque a los años de la dictadura hay que sumarle los de democracia.

En cuanto a la educación básica y secundaria privada pagada, por tanto para una minoría, tampoco su formación sería ni de lejos óptima. Simplemente pareciera que se realiza un buen entrenamiento, de hecho mejor que el de las instituciones municipalizadas, para contestar antaño la PAA y hoy la PSU. Y en el caso de la educación superior, también limitada a quien pueda pagarla, hay sospechas razonables sobre cuál es el peso real de un título hoy.

Después de tantos resultados deplorables, creo que llegó la hora de preguntarse qué educación queremos dar a nuestros niños y jóvenes. Porque el mercado autorregulado -¿el mejor asignador de planes de estudio?- es un hecho que no sirve tampoco en este ámbito. El modelo implementado desde mediados de la década del setenta del siglo pasado a la fecha es entrenar mano de obra con ciertos rudimentos de lo que antiguamente se llamó educación liberal. Fuera de eso, o por eso mismo, la política educacional ha sido no tener política educacional. El resultado está a la vista. Así, por obvio que suene, se debería abrir un debate racional, sensato y general que fije prioridades, roles del Estado y los privados, y planes de financiamiento. Porque el tema no compete exclusivamente a los padres, ni menos sólo a los empresarios. Es un problema de la nación. En realidad, como es una discusión por el futuro de todos, interesa hasta a los que ya estudiaron. Hay que ponerse serios y dejar de confiar ciegamente en las señales irracionales del “mercado laboral” para guiar el “mercado educacional”.

Aquí creemos en la formación de ciudadanos virtuosos capacitados en diversos ámbitos técnico-profesionales para satisfacer las necesidades de sus compatriotas y desarrollar al país en su conjunto. Porque Chile no es sólo economía. Incluso básicamente es un sistema sociopolítico que requiere algo más que analfabetos funcionales que produzcan y hedonistas que consuman. Porque en Chile viven millones de personas más fuera de las élites empresariales y como cualquiera tienen requerimientos materiales, de salud, artísticos, recreacionales, etc. Porque Chile es una nación particular y la educación permite su reproducción como esa entidad cultural particular que es o que aspiramos que sea.

La actual educación para el mercado es simple entrenamiento. Es crear brutos hábiles. Es fabricar en serie algo parecido a las focas de un circo que realizan piruetas mecánicamente a cambio de un pescado. Entrenar exclusivamente o con grosera preeminencia para el trabajo, es un aprendizaje para esclavos: para quienes están condenados a vivir sólo para producir. Es negar la riqueza de la vida humana, es sentenciar a los chilenos a la vacuidad.

Pero además, lo que no es un detalle menor, ese tipo de “educación” es un medio efectivo para facilitar que el Estado siga en manos de los “especialistas”, no de los ciudadanos. Aquellos pueden así continuar gobernando y legislando a favor de los grupos económicos bajo la cantinela del bien común. Pues, una mala educación permite engañar a los ignorantes. Por ejemplo, a principios del siglo XXI se ufanan de la ley que rebaja la jornada laboral, ¡cuando ése fue un logro del movimiento obrero de Europa y Estados Unidos en el siglo XIX!.

El apagón cultural en dictadura fue fruto de una política que buscó banalizar el país para minimizar la posibilidad de pensamiento crítico y distraernos de la realidad: si no había pan, por lo menos de circo no podíamos quejarnos. Actualmente, es resultado de una política nefasta que busca consagrar nuestra vida a la producción que crea riqueza (y no vamos a preguntar para quién)
.

En ese contexto hay que destacar también la responsabilidad de los medios que, en tanto son los actuales referentes masivos, no sólo sostienen la superficialidad sino que la ensalzan y multiplican al punto de dejarnos casi sin otro tipo de oferta. Basta escuchar a esa especie de Corte de los Milagros intelectual que aparece en televisión: novias y amigas de, animadores, modelos, periodistas, actores, cantantes y otros tipos de famosillos. Del mismo modo, una buena
cuota de responsabilidad la tiene parte importante del periodismo que ha rebajado la profesión a nivel de pasatiempo. Han asumido un rol de comparsa del sistema que es un insulto para las pretensiones de ser un cuarto poder.

En ese escenario general el jaguar seguirá siendo porro por mucho tiempo. En verdad, seguirá sin ser jaguar.

(*) Andrés Monares. Antropólogo, profesor en la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas de la Universidad de Chile.

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