TERRITORIO CELESTE
LA POESÍA DE PABLO GUÌÑEZ
Por Aristóteles España
El autor de Fundación de las Aguas, (Ediciones del Grupo Fuego de la Poesía, 1973), uno de los principales libros de la poesía chilena contemporánea, acaba de editar Territorio Celeste (Ediciones del Concolorcorvo, Colección Papel de Poesía, Santiago, 2004).
Se trata de un espacio lleno de rituales y sueños donde la soledad es la principal protagonista, como en una película. El poeta recorre los ríos de Heráclito, río lentísimo dentro de la flecha, dice, para conversar con el Cuerpo de Dios. Es decir, poesía de la religiosidad vista desde el punto de vista de un hablante desesperado por conocer su destino. Juegan los rayos, la voz de los ángeles se deslizan por un cielo lleno de fantasmas, hay un coro de hombres y mujeres que cierra los ojos frente al cielo; es la sombra de Dios dicen los cánticos. Es un himno de gloria. La vida, la plenitud de un ser que ama sus temblores y su relación con la muerte. La idea es atrapar el tiempo, detener los instantes de magia.
Pablo Guíñez nos habla de días de piedra y de luna entre los árboles del rayo. Las paredes de sus círculos personales tiemblan en humos verdes, en territorios donde la religiosidad es un país sin fronteras. Por sus poemas atraviesan insectos, colibríes, pájaros de sus mundos de infancia, pétalos, árboles enormes que cobijan zorzales, jotes, toda la lluvia del sur de Chile.
El poeta nació a la vida literaria chilena en la década del 50 apadrinado nada menos que por Juvencio Valle y Nicomedes Guzmán. Este último dijo de su obra: Pablo tiene un vigor conceptual único, ausencia de imágenes demasiado trabajadas, instinto lírico que trasciende en una expresión serena, transparente y cordial. Juvencio Valle lo situó de inmediato entre los grandes de su generación junto a Jorge Teillier, Rolando Cárdenas y Enrique Lihn.
Otra de las particularidades de su propuesta lírica es el juego. En todos sus poemas se siente un aire de alegría por conversar con las palabras. Los adjetivos, los adverbios; todo está donde debe estar. La misma construcción de los escenarios del poema; es un artesano que conoce su oficio, lo domina, por lo tanto las lecturas de su vida aparecen nítidas y resplandecientes sin que se noten las influencias; al contrario, incorpora a su acervo, poesía nórdica, poesía lárica, pero sin el hálito teilleriano. Aparecen otras cosmogonías, otros refugios, otros pueblos perdidos, en otras latitudes.
Junto a Gonzalo Rojas y Neruda, es el único autor chileno que tiene uno de los mejores poemas a las piedras reales y metafísicas; las piedras rodeadas de hojas, de ancianas con ojos de pajaritos, piedras con cáscaras y manos que sostienen el aire del universo, dice en su poema Transparencia.
Pablo Guíñez nació en Lumaco en 1926. Pertenece a la Generación del 50, término creado por Pedro Lastra y que comprende autores nacidos a partir de 1925 a 1939. Estudió en el Instituto Pedagógico de la Universidad de Chile y ha ejercido la docencia en la capital chilena. Autor de Miraje solitario (Santiago, 1952); Ocho poemas para una ventana (Santiago, 1956); Afonía total (Santiago, 1967); Fundación de las Aguas (Santiago, 1973); Territorio Celeste (Santiago, 2004). Fue fundador del Grupo Literario La Fraternidad del Agua, entre 1973 y 1973. Obtuvo el Premio de la Federación de Estudiantes de la Universidad de Concepción en 1967 y ha sido un permanente animador de talleres de creación literaria en las universidades de su país y en la Sociedad de Escritores de Chile.
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