A VEINTINUEVE AÑOS DEL 24 DE MARZO DE 1976
Con las banderas de Hipólito Yrigoyen, Jorge Abelardo Ramos y Juan Domingo Perón
Por Alberto Guerberof
Causa Popular
Al cumplirse 29 años del golpe de estado del 24 de marzo de 1976, además del justo repudio y de las consignas que lo condenan, es imperioso formular algunas reflexiones políticas, dirigidas principalmente a jóvenes y adolescentes, en busca de una explicación sobre aquella tremenda derrota nacional y sobre su significado.
La conspiración oligárquica
Hay que empezar por recordar que, un año y medio antes de la instalación por la fuerza de la Junta Militar, la muerte del General Perón había sumido al peronismo y al gobierno popular en una profunda crisis de la que ya no saldría. El legado del gran patriota, que había encabezado el retorno del movimiento nacional tras 18 años de proscripción, fue progresivamente abandonado por unos o tergiversado por otros, sin encontrar en todo caso en ninguno de los sectores dirigentes que se proclamaban sus herederos, la energía, la lucidez y la resolución necesarias para defenderlo y aplicarlo en las difíciles circunstancias de la época. Circunstancias que se vinculaban con el agotamiento del impulso histórico que nutrió al ciclo de revoluciones nacionales que irrumpió en buena parte del Tercer Mundo en la segunda posguerra mundial.
En ese marco no tardó en empezar a urdirse en los centros imperialistas de poder, en las oficinas y despachos de los grandes banqueros, de las multinacionales y de la vieja oligarquía, una vasta conspiración que, como en 1930 y 1955, arrastró con facilidad al sistema de los partidos políticos conservadores o progresistas y a las cúpulas liberal-oligárquicas de las Fuerzas Armadas. El terrorismo jaqueando a un gobierno comatoso proporcionó la excusa necesaria. El gobierno de Isabel Perón cayó finalmente abatido por el golpe oligárquico-imperialista.
Al cabo de casi tres décadas y a poco que se encare un balance objetivo de lo acontecido, se impone una primera apreciación: el "proceso" cívico-militar del 76, lejos de haber sido derrotado con la restauración constitucional de 1983 como postula una banal retórica democratista, triunfó ampliamente y en toda la línea en la obtención de sus objetivos principales.
El programa, que en el orden económico, social y político se propuso llevar adelante, siguió vigente sin ser modificado por ninguno de los gobiernos posteriores hasta fines de la década del 90. En sus últimas declaraciones públicas el ex-ministro Martínez de Hoz consideró al plan de Cavallo como una continuación y profundización de su propia gestión. La entrega masiva del patrimonio público, el desmantelamiento del Estado, la apertura importadora, la desindustrialización, la reducción drástica del papel social y político de la clase trabajadora y la liquidación de sus conquistas y organizaciones, han sido objetivos invariables y permanentes del "proceso", tanto como del alfonsinismo y del menemismo.
Los partidos políticos y el "proceso"
No sorprende entonces que la condena al golpe del 24 de marzo por parte de la mayoría de los dirigentes políticos adquiera un carácter ambiguo, cuando no sea la expresión de una franca hipocresía. En toneladas de declaraciones, artículos y reportajes será difícil encontrar algo parecido a un análisis, y menos todavía sobre la naturaleza social y política del justicialismo y del golpe que lo derribó. En el mismo instante en que se proclama la necesidad de "no olvidar" de preservar la "memoria", se esconde deliberadamente al conocimiento de las nuevas generaciones el papel de ciertos sectores sociales y de casi todos los partidos políticos en la preparación del clima del golpe, en su realización y en la participación directa en el gobierno de la dictadura.
En cambio, una cuidadosa campaña ha convertido a las Fuerzas Armadas en responsables exclusivas de aquel régimen siniestro. Lo cierto es que a estas últimas, impregnadas del espíritu antinacional que las envolvía desde la "revolución libertadora", les correspondió la tarea sucia: la represión brutal, realizada con la bárbara metodología aprendida en los manuales de instrucción amablemente proporcionados por los ejércitos de las potencias occidentales democráticas (que la utilizaron sin contemplaciones en Argelia, Vietnam e Irak). Cínicas, hambreadoras y asesinas, resultaron ser las mismas potencias que a continuación alentaron y respaldaron el desarrollo de los organismos de derechos humanos.
Pero el régimen militar no pudo desplegar su poder despótico ni cometer toda clase de abusos de no contar con el apoyo y participación -en grueso número- de los partidos también "democráticos". Es hora de recordar, en tributo a la verdad y en homenaje a las víctimas de la juventud civil y militar que se inmolaron en aquella pesadilla del terror y el contraterror, a los 300 intendentes de la UCR (La Nación, 25/3/79) cedidos sin pestañear a la dictadura, a los embajadores de ese partido, entre otros Tomas de Anchorena en París, Hidalgo Solá en Venezuela, al secretario general de la presidencia de Videla, el radical Ricardo Jofre, al gobernador de Catamarca, Castillo, a Jorge Vanossi, "constitucionalista" eminente que nunca deja de ponerse la toga para hablar, pero olvida recordar que fue asesor de la CAL, entidad que daba forma a los decretos y leyes de la Junta Militar. Fue seguramente contemplando tan generosa participación que Ricardo Balbín diría por aquellos días desde La Rioja: "Videla es un soldado de la democracia".
Los radicales no estuvieron solos. El partido Demócrata Progresista ocupó presuroso el Ministerio de Educación y la intendencia de Rosario junto a innumerables puestos menores. Más aleccionador resultó todavía el papel jugado por el partido Socialista Democrático, de nutrida experiencia en materia de colaborar con golpes y dictaduras oligárquicas, en particular con la "revolución fusiladora" de 1955. Su jefe en 1976, Américo Ghioldi, fue designado embajador en Portugal y a su muerte sucedido en el cargo por Walter Constanza, dirigente del mismo partido. Otro socialista democrático, Luis Pan, practicaba el colaboracionismo con la Junta asumiendo como interventor de EUDEBA, donde su primera medida fue sacar de circulación y guillotinar ediciones enteras de libros del revisionismo histórico recientemente editados. Es un deber señalar que es a este partido al que pertenecen personajes con patente de demócratas, que alcanzan cierta notoriedad por estos días: el diputado nacional Alfredo Bravo y el candidato a intendente porteño Norberto La Porta (que agrega a su curriculum un fructífero paso por la gerencia de compras del Hogar Obrero). Por la misma época, otro voluminoso idealista salido de las filas de los herederos de Juan B. Justo, Simón Lázara, con el tiempo devenido vocero personal del ex presidente Alfonsín, recorría Europa defendiendo en la tribuna de la Internacional Socialista a la dictadura de Videla como el "mal menor".
En el cuadro de apoyos civiles del "proceso" se destacó el Partido Comunista. Con la variante de que mientras sus máximos dirigentes justificaban el golpe y se aplicaban con ternura a catalogar a Videla y Viola como militares "democráticos", señalando que el verdadero peligro provenía de una presunta ala militar pinochetista, muchos de sus afiliados engrosaban las listas de presos y desaparecidos. Eran los días en que comenzaba a crecer el comercio con la URSS. La lista sería interminable.
Entre las pocas voces, en cambio, que lucharon decididamente en defensa del gobierno constitucional a despecho de sus errores y contra el "proceso", condenando las provocaciones de las organizaciones terroristas y la represión, estaba el Frente de Izquierda Popular, manteniendo en alto la bandera caída de la revolución nacional. Pero la relación de fuerzas ya era totalmente desfavorable. Por eso, de nada vale repudiar el golpe de hace 29 años sin desentrañar las causas de fondo del mismo, la alianza social que lo llevó a cabo, los respaldos políticos con que contó, la actitud de la prensa comercial, fiel termómetro de la opinión de las clases dominantes, y la injerencia de los centros extranjeros de poder. Procediendo de esta manera se podrá descorrer el velo con que en los últimos actos conmemorativos se tapaba o minimizaba el hecho esencial: el golpe del 76 se organizó para derribar a un gobierno popular aunque débil y sin voluntad de defenderse a sí mismo, y crear las condiciones que condujeran a liquidar al peronismo como movimiento nacional. No es casual que quienes agotan la cuestión en la denuncia de las violaciones a los derechos humanos ignoran y encubren el cinismo de la partidocracia semicolonial que tras sostener al régimen militar, esperanzado en su tarea de demolición del movimiento nacional, sólo toman distancia y lo abandonan cuando éste se enfrenta en Malvinas con el imperialismo. Los partidos democráticos apostaron y ayudaron a la derrota militar argentina con todo tipo de maniobras tendientes a una salida "democrática". Tampoco puede obviarse, como se hace, el papel jugado por Montoneros y el ERP y la instrumentación que de sus atentados y acciones terroristas en gran escala hicieron fuerzas extranacionales que al mismo tiempo azuzaban a los mandos militares lanzándolos a una represión masiva, distrayendo su atención mientras que el equipo civil de Martínez de Hoz entregaba la soberanía nacional, enfeudaba al país al capital financiero internacional y suprimía las conquistas obreras.
Veintinueve años después: no volver a confundir al enemigo
Veintinueve años después, ignorar todo lo acontecido y a todos los actores de entonces para denostar indiscriminadamente a los "milicos" , no es sino un burdo engaño criminal maquinado en nombre de una democracia formal y de un derechohumanismo abstracto frente a la realidad desgarradora de un país convertido en colonia miserable del imperialismo mundial, quebrantada la voluntad nacional de forjar un destino propio.
Para no volver a cometer los errores del pasado, para no repetir las tragedias vividas, no hay solución que no provenga de los argentinos mismos, del decantamiento crítico de la propia experiencia, del rechazo de los cantos de sirena que desvían la mirada del enemigo principal, el imperialismo extranjero. Esa es la verdad que debe restablecerse para unir férreamente a los sectores que se procura dividir y enfrentar, porque de ello depende en buena medida la posibilidad de preparar la lucha por una nueva revolución nacional que rehaga de pies a cabeza esta sociedad argentina exhausta de injusticia, dependencia y humillación.
2 comentarios
Alejandro -
Me tienen podrido los seudoizquierdistas que apoyaron a Perón, Galtieri y demás mierda.
Clandestina -
Volveré leerlo