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MIRANDO AL SUR - augusto alvarado


BOLIVIA: EL “GONISMO” DE PAZ ESTENSSORO

<hr><h2><u>BOLIVIA: EL “GONISMO” DE PAZ ESTENSSORO</h2></u> Por Andrés Soliz Rada

Nadie duda que Gonzalo Sánchez de Lozada (GSL), mentor del “gonismo” en la política nacional, sea el principal responsable de la debacle de Bolivia y de los riesgos de desintegración que hoy la amenazan. Sin embargo, la mayor culpabilidad moral pesa sobre Víctor Paz Estensoro (VPE), el cuatro veces Presidente de la República, líder histórico de la Revolución Nacional de 1952 y el más importante de los hombres públicos del Siglo XX boliviano.

Sólo VPE, con su peso en la historia reciente, pudo detener a GSL, el filibustero que ve al país como una ubre a la que hay lactar hasta el agotamiento ¿Por qué VPE no lo detuvo? La respuesta a esta inquietud se halla en el libro “El Ocaso de la Revolución Nacional Boliviana”, de Augusto Cuadros Sánchez, dirigente histórico del Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR) y, durante décadas, uno de los hombres más cercanos a VPE. Cuadros Sánchez revela que GSL, quien, desde 1961, ya había acumulado una enorme e ilegal fortuna en la atividad minera, fue el principal contribuyente de las campañas presidenciales de VPE en las elecciones de 1978, 1979, 1980 y 1985.

VPE no podía ignorar que GSL se hizo multimillonario mediante el alquiler de los yacimientos estatales de mina “Porco”, por cuya explotación no pagó, durante 18 años, el alquiler pactado de 700 dólares mensuales, pero que le redituaron ingresos por alrededor de 54 millones de dólares, entre 1961 y 1978 (ver mi libro “La Fortuna del Presidente”). Como retribución, VPE hizo a GSL diputado nacional entre 1982 y 1985 y Presidente del Senado de la República.

En 1986, fue su Ministro de Planeamiento, cuyas funciones utilizó para acaparar los yacimientos de Mina “Bolivar”, en Oruro, las colas y desmontes del cerro del Potosí, el oro del norte paceño y la mina Milluni, también de La Paz, en tanto su hermano, Antonio Sánchez de Lozada, quien debía fiscalizar sus acciones, era el Contralor General de la República.

VPE y GSL, con el asesoramiento del economista Jeffry Sachs, introdujeron, desde 1985, las políticas neoliberales, que frenaron la hiperinflación, pero iniciaron la agonía del Estado nacional. De manera paralela, GSL, con la obvia autorización de VPE, obtuvo recursos de la Embajada norteamericana y organismos internacionales para pagar sobresueldos a ministros y otros altos funcionarios, con lo que rompió el principio de lealtad al Estado que deben tener los servidores públicos.

En 1989, VPE se retiró la política activa con la designación de “jefe perpetuo del MNR”. GSL, quien también financió los congresos partidarios, fue proclamado “jefe del partido” y candidato presidencial. Al ganar los comicios de 1993, liquidó las empresas estratégicas del Estado y desangró al país con la transferencia gratuita a las transnacionales de las reservas fiscales de gas y de petróleo, evaluadas en mas de 10 mil millones de dólares, además de entregarles la propiedad de los hidrocarburos en boca de boca de pozo y rebajarles las regalías del 50 al 18%.

Frente a estos sucesos, VPE, quien murió el año 2001, con plena lucidez, se redujo a comentar que la liquidación de YPFB sería “la madre de las batallas”.Fueron los años 1993 y 1994, en los que VPE debió detener la demencia privatizadora de GSL. Pudo decir a GSL, y si no lo escuchaba tenía la opción de dirigirse al país, que por ese camino Bolivia caería en el caos y la desintegración.

Para un político de la trayectoria de VPE, esa previsión era obvia. Pese a lo anterior, pudo más su complicidad con GSL por el financiamiento de sus campañas electorales. Hoy en día, GSL es el personaje más denostado en Bolivia. Nadie lo baja de ladrón, sinvergüenza y vende patria. Enfrenta, además, un juicio de responsabilidades por genocidio, violación a los derechos humanos e incalculables daños económicos al Estado. VPE, en cambio, conserva su aureola de estadista. Los denuestos contra GSL son correctos y se los tiene bien merecidos. En cambio, las loas a VPE deberían reducirse a los límites de su silencio cómplice frente al “gonismo”.

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