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MIRANDO AL SUR - augusto alvarado


CELEBRACIÓN SIN LUCES

Por José Steinsleger
La Jornada
- Jueves 12 de mayo de 2005

"Envueltos en el torbellino de este tiempo de guerra, condenados a una información unilateral, sin la suficiente distancia respecto de las grandes transformaciones que ya se han consumado o empiezan a consumarse y sin vislumbrar el futuro que va plasmándose, caemos en desorientación sobre el significado de las impresiones que nos asedian y sobre el valor de los juicios que nos formamos".

En un escrito de inicios de la Primera Guerra Mundial, Sigmund Freud agrega: "Creemos poder decir que nunca antes un acontecimiento había destruido tanto el costoso patrimonio de la humanidad, ni había arrojado a la confusión a tantas de las más claras inteligencias, ni echado tan por tierra los valores superiores. Hasta la ciencia ha perdido su imparcialidad exenta de pasiones..." (La desilusión provocada por la guerra, 1915).

El padre del sicoanálisis se sorprendería al ver que hoy, avanzando un nuevo siglo, los hijos y nietos del humanismo burgués continúan rindiendo acrítico tributo a aquellas "claras inteligencias" confundidas. Thomas Mann exigía a los intelectuales explicar, santificar y profundizar los sucesos guerreros. En un poema, el "místico" Hermann Hesse enviaba mensajes de amor a los soldados y 93 intelectuales y científicos de primera línea (Max Planck, Gerard Hauptmann, Wilhelm Röentgen) firmaron un comunicado exaltando "... la santa herencia de un Goethe, un Beethoven y un Kant".

El imperio alemán perdió la primera guerra (1914-1918; 8 millones de muertos, 20 millones de heridos) y 25 años después perdió la segunda (1939-1945; 55 millones de muertos, 35 millones de heridos, 3 millones de desaparecidos). Después vino la tercera, más solapada, contra todos los pueblos "subdesarrollados", y anteayer, en Moscú, los jefes de la cuarta guerra mundial (guerra "preventiva" contra los pobres del mundo) ya no hablaban de "guerra" sino de "paz", "libertad" y "democracia".

De haber estudiado a Lenin, Freud hubiese entendido que al imperialismo no le basta con aceitar una política calculada de exterminio y saqueo mundial. Y si el humanismo burgués de nuestros días tuviese algo de la ética y moral que asegura tener, pondría el acento en las causas y razones que engendraron a Hitler, en lugar de acomodar y reacomodar la memoria y la historia de los pueblos con el lema de batalla de Thomas Hobbes (1588-1679): "pensar es calcular". ¿Qué hubiese sido aquel cabo de brocha gorda sin la cuerda que le dieron conservadores, liberales y socialdemócratas europeos?

El alemán Friedrich Nietzsche compró el huevito de la violencia y la ley del más fuerte: "No os avergonzéis del odio y de la envidia que anidan en vuestros corazones. Es bueno el odio y bueno ser envidiado. ¿Es la buena causa la que inclusive santifica la guerra? Yo digo que es la buena guerra la que santifica todas las causas" (Zaratustra).

Luego, el francés Georges Sorel puso el huevito a hervir, el italiano Gabrielle D'Annunzio le echó la sal, Benito Mussolini se lo comió, Hitler lo escupió y la banda de George W. Bush lo globalizó. Huevo infecto que rechaza las ideas igualitarias, propugna la idea del hombre superior y aboga por la violencia; la ideología nazifascista sigue vigente porque Estados Unidos, Israel y la Unión Europea la ejecutan a diario en los pueblos que somete y explota.

El llamado humanismo occidental se apoya políticamente en dipsómanos incurables, como Winston Churchill. "Si yo fuese italiano -decía de Mussolini el inglés- estoy seguro de que lo habría apoyado de principio a fin en su victoriosa batalla contra los bestiales apetitos del leninismo... No pude menos que sentirme fascinado, como tantos otros, por su cortesía, su sencillez, la calma y serenidad con la que afronta tantas cargas y peligros" (1933).

En tanto, el abuelo de George W. Bush, los Rockfeller y los banqueros sionistas de Wall Street hacían negocios con los Krupp y Thyssen, posibilitando lo que el Tratado de Versalles prohibía: el rearme alemán.

Con británica hipocresía, en las postrimerías de la Segunda Guerra Mundial, Churchill dijo, refiriéndose a Mussolini: "¿Cómo es posible que un hombre, un hombre solo, haya precipitado a Italia en tan horrible tragedia?"

Lo mismo que hoy, a 60 años de la victoria del pueblo soviético y la resistencia europea sobre el nazifascismo, se preguntan quienes omiten las causas que llevaron a Hitler al poder, y prefieren creer que la guerra es inherente a la condición humana, y no una política pensada contra la vida con el propósito (ya no tan confuso) de perpetuar todas las formas de exclusión y dominación de los hombres
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