16 DE JUNIO DE 1955
LA OLIGARQUÍA CONTRA EL PUEBLO
JORGE ABELARDO RAMOS NARRA LA MASACRE.
EN ELLA SE ANUNCIA LA OSCURA NOCHE QUE PRONTO ENVOLVERÁ A LOS ARGENTINOS.
FUE EL PRELUDIO DE LA REVOLUCIÓN LIBERTADORA, QUE DEVOLVIÓ AL PODER A LOS AGENTES Y PERSONEROS DE LA ANTIPATRIA, DE LOS PARTIDOS POLÍTICOS SEUDO-DEMOCRÁTICOS Y DE LAS EMBAJADAS IMPERIALISTAS
Causa Popular - 15 de junio de 2005
La atmósfera social es irrespirable. Se ha llegado al límite. Monseñor Tato y Monseñor Novoa son detenidos por la policía y expulsados del país. Cuatro días más tarde, al mediodía del 16 de junio, la aviación militar debía rendir un homenaje al Libertador, sobrevolando su tumba en la Plaza de Mayo. El singular homenaje consistió en bombardear por sorpresa a la Casa de Gobierno. Pero también cayeron bombas en la Plaza de Mayo y sobre el Ministerio de Hacienda, en la avenida Paseo Colón. Fue un mediodía de horror. Perón rehusó dar a conocer las víctimas del bombardeo aéreo. Cifras extraoficiales de la época hacían ascender a 400 los muertos. Mientras bombardeaban los aviones, el Capitán de Fragata Argerich, al frente de un grupo de infantes de marina, intentaba matar al presidente en una irrupción de comando a la Casa de Gobierno. A pocos centenares de metros de la Casa Rosada, se reunían los jefes del fracasado golpe de mano. El edificio del Ministerio de Marina había sido rodeado por tropas y tanques leales al gobierno. En su interior se encontraban los Almirantes Benjamín Gargiulo, Samuel Toranzo Calderón y el propio Aníbal Olivieri, Ministro de Marina, plegado a la rebelión. Los acompañaban el nacionalista conservador Luis de Pablo Pardo, el radical Miguel Ángel Zavala Ortiz, los conservadores Adolfo Vicchi, Alberto Venegas Lynch y el industrial Raúl Lamuraglia, aquel del famoso cheque de la UIA en 1945. Perón se había refugiado en el Ministerio de Ejército. Las Fuerzas Armadas permanecieron leales, salvo la Marina. Algunos complotados en el Ejército, como el General Bengoa y el General Aramburu, nada pudieron hacer.
El drama culminó cuando el Almirante Benjamín Gargiulo, jefe del movimiento, se suicidó en su despacho del Ministerio de Defensa. Diversos grupos católicos, organizados por Mario Amadeo y fuertemente armados, se concentraron esa mañana en la Plaza, pero el fracaso del movimiento los privó de toda posibilidad de actuar.
Por la noche, una multitud de trabajadores enfurecidos acudió a la Plaza de Mayo, devastada por la aviación militar. El espectáculo era impresionante. Decenas de vehículos particulares, ómnibus y colectivos, aparecían destruidos por las bombas en Paseo Colón e Hipólito Yrigoyen junto al Ministerio de Hacienda, entre grandes manchas de sangre. Dicho edificio conservó largos años después los impactos de las ametralladoras aéreas. El despacho del Presidente Perón y un sector de la parte central de la sede gubernativa resultaron destruidos. La ferocidad del ataque y el claro origen social que lo inspiraba quedaban a la vista.
Entre el fuego del mediodía y las llamas de la noche entablaban su duelo dos grandes bloques sociales: la oligarquía, ahora reforzada por la Iglesia, y el gobierno peronista, ya debilitado por la defección de una parte de las Fuerzas Armadas. Un estado de angustia generalizada ganó todos los estratos de la sociedad argentina. Cabe agregar que la derrota de la Marina constituía en modo alguno una victoria para Perón. El malestar profundo de un conflicto no resuelto envenenaba la vida nacional. Había que seguir adelante o depositar la esperanza en un enigmático statu quo.
Revolución y Contrarrevolución en la Argentina Jorge Abelardo Ramos.
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