CONFESIONES DE BRYCE ECHENIQUE
A 13 años de Permiso para Vivir, el tomo uno de su autobiografía, el autor de Un Mundo para Julios abre su segundo álbum de recuerdos, que titula Permiso para Sentir. El libro llega esta semana a estanterías locales. "Escribir como si uno estuviera muerto" fue la premisa de Bryce. El resultado es un texto cargado de humor, nostalgia e infidencias: un relato de 600 páginas por donde aparecen y desaparecen amores, amigos, alumnas y, sobre todo, Perú, el país del que salió -y al que está siempre volviendo- hace 40 años
Andrés Gómez Bravo
La Tercera (Chile) 2 de Octubre de 2005
La escena ocurrió en Puerto Rico. Alfredo Bryce Echenique oficiaba de profesor invitado en la universidad local cuando el amor se atravesó en su camino: una sensual morena de ojos verdes. La atracción fue fulminante y no hubo resistencia posible: "Primero hubo una sonrisa y después nos saltamos al cuello y a los labios y a los brazos, y así sucesivamente", cuenta. El problema para el escritor peruano es que entonces no era un hombre libre, y cuando el rector de la universidad -un señor no muy letrado- se cruzó con él y su nuevo amor en un bar, Bryce tuvo que echar mano a la ficción: "Le presento a... a... a la escritora chilena Isabel Allende!".
Bryce mató así dos pájaros de un tiro: salió del paso y dejó muy contento al rector, que creyó haber conocido a la best seller chilena. "Y dejé muy bien parada a Isabel, porque esa chica era guapísima", añade al teléfono desde su casa en Barcelona.
La anécdota está en Permiso para Sentir, segundo tomo de sus memorias. Un libro traspasado de humor y nostalgia que lanza esta semana en España y, simultáneamente, llega a librerías chilenas.
A 13 años de Permiso para Vivir, primer volumen de su autobiografía, el autor de Un Mundo para Julios pide licencia para declarar sentimientos. Con honestidad y esa ironía que es el sello Bryce, el libro es una confesión de 600 páginas por donde aparecen y desaparecen amores, amigos, alumnas, paisajes y, sobre todo, Perú, el país del que salió hace 40 años. Y al que siempre está volviendo.
Una paliza
Dos grandes secciones forman el libro: Por Orden de Azar, que Bryce define como "una miscelánea de recuerdos" guiada por el caos, y Che te Dice la Patria, título de un cuento de Ernest Hemingway que utiliza para hablar y declarar su amor, pena y odio por Perú.
Bryce estampa varios epígrafes que preparan al lector para lo que viene, como: "La felicidad no existe. Hay que tratar de ser feliz sin ella" (Jerry Lewis) o "Avanza Perú, gol de Brasil" (anónimo). Pero el que guía todo su texto es de Henry de Montherlant: "Es preciso escribir como si uno fuera amado, como si uno fuera comprendido, y como si uno estuviera muerto".
Y eso es lo que intenta el narrador peruano con estas memorias a las que prefiere llamar antimemorias: escribir sin recaudos.
El libro se publicó hace dos meses en Perú y los lectores y los personajes mencionados por Bryce pueden atestiguar cuán fiel ha sido el autor a Montherlant: hubo cartas de protesta en los diarios, algunos familiares se ofendieron y hasta recibió amenazas de querellas.
"En general se comentó que era una visión muy auténtica, dura, pero novedosa: la de un hombre que ha estado lejos del país más de 30 años y ve lo que los peruanos ya no ven, porque lo tienen incorporado a su sistema nervioso. Dijeron que dolía, pero que era sincero", recuerda Bryce desde su departamento en España.
Es cierto: Permiso para Sentir entrega una visión dura, a menudo cruel, pero sobre todo dolida de Perú. Es la tristeza y la rabia de Julius -aquel niño de familia aristócrata, sensible e inteligente- que ve su antiguo mundo irremediablemente perdido.
Tras dejar Lima rumbo a París, Bryce volvió en forma intermitente a su ciudad. Hasta 1999, cuando decidió retornar. Llegó ilusionado, pero el aterrizaje fue brusco.
"Asistí al final de Fujimori. Fue algo feroz, ese régimen destruyó Perú", afirma. Y le dio una bienvenida aleccionadora: poco después de rechazar una condecoración del gobierno, Bryce sufrió un secuestro express. No lo difundió entonces, pero ahora lo cuenta.
"Fue una paliza que me dieron y marcó mi vuelta al Perú. Me pescaron cuando salí a caminar, me subieron a una camioneta y me dijeron que no me metiera en política. Después me tiraron de nuevo a la calle", relata.
¿Por qué no lo denunció?
Imagínese: eso ocurría a diario. La corrupción llegaba a límites increíbles.
Lima sin limeños
Las cosas parecieron cambiar con Alejandro Toledo, pero éste no pudo con la fuerza del resentimiento. "Toledo es el cholo de mierda que todos los peruanos llevamos dentro, nos avergüenza Toledo, ha llegado demasiado lejos", escribe Bryce. O lo que es lo mismo: es el blanco del racismo solapado peruano.
"Toledo es increíblemente impopular. Ha hecho cosas estupendas en macroeconomía, pero nadie le reconoce sus logros. Ojalá lo suceda un presidente serio", dice el escritor, que también se mofó del mandatario y su señora, Eliane Karp, cuando en una entrevista bromeó que ella -antropóloga de profesión- había cumplido su sueño al casarse con "su tesis".
"Sí, es verdad", comenta Bryce entre risas. "Es que ella ha tenido muchas metidas de pata. Es la típica intelectual europea que exalta a los blancos de San Isidro. Es la típica alumna mía de mayo del '68, revolucionaria cuando de América Latina se trataba", señala.
Pero su frase ingeniosa no tuvo repercusiones: "Me imagino que le han dicho cosas peores", especula.
Lo que sí tuvo repercusión fue el retrato que hace de su hermano Eduardo, ya muerto, al que describe como un "vago maravilloso", estafador y mujeriego. "Tuve la tristeza y el placer de reunirme con el hijo de Eduardo, que vino a hablarme a nombre de todos los hermanos. La conversación fue hermosa, pero dura para ambos. No es que estés mintiendo, me dijo, nadie lo ha sufrido a él como nosotros. Yo también lo sufrí, le dije, lo conocí 25 años antes".
Pero más allá de este episodio, lo que le duele a Bryce es constatar que la ciudad en que creció ya no existe. "La Lima de hoy es mucho menos alegre y viva, mucho menos humana y habitable que la que dejé hace tres largas décadas", escribe. Lima ahora es chicha: "Chicha es el señor presidente, el tráfico, la música, el gusto, el clima, la televisión peruana, el equipo peruano de fútbol (...) chicha es el medio ambiente, chicha es el alma, chicha es la idiosincrasia, chicha la corrupción y la degradación moral".
En Lima ya no hay limeños, afirma Bryce, "todo el mundo es provinciano. Los valores tradicionales de la historia del Perú no existen. No aman Lima".
El lado cómico
Pero no todo es Perú en el libro. También hay espacio para la literatura y los amigos escritores. Aunque José Donoso lo reconoció como miembro del "boom junior" y él mantiene amistad con todos los sobrevivientes, Bryce nunca se sintió parte. "Ellos escribieron novelas muy grandes, dictaban clase, pero a los maestros del boom les faltaba algo: era el humor, muy típico de esta sociedad", cuenta.
Por eso fue tan importante para él conocer a Julio Cortázar: "Cortázar fue la gran influencia de mi vida literaria, aunque los logros hayan sido totalmente distintos. Me reveló lo que yo llevaba dentro, me enseñó a liberarme de todo estreñimiento literario y a usar la intuición y a ver el lado cómicamente grave de la realidad", dice.
Con todo, en Perú le ocurrió algo bueno: escribió El Huerto de mi Amada, la novela con que ganó el Premio Planeta y gracias al cual hoy puede vivir seis meses en España y otros seis en su país. Y de rebote originó su próxima obra: "Se llama Las Obras Infames de Pancho Marambio y es sobre la estafa que me hizo un falso arquitecto al restaurar mi casa en Barcelona. Es un exorcismo". Y aún habrá más memorias: "Va a haber un tercer volumen y se va a llamar Arrabal de Senectud", adelanta.
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