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MIRANDO AL SUR - augusto alvarado


LA IDENTIDAD DESCONCERTADA

<hr><h1><u>LA IDENTIDAD DESCONCERTADA</h1></u>

Por Enrique Lacolla


La fabricación de falsos problemas sirve para mantener el debate sobre la Nación en un terreno sin salida

Un asombroso despacho de la agencia oficial de noticias, emitido el mismo día en que se conmemoraba el Día de la Hispanidad o de la Raza (como se guste denominar al 12 de Octubre) puso una vez más de relieve la peculiar separación entre la comprensión de la realidad y la realidad misma, que aflige a nuestra búsqueda identitaria.

En el despacho de marras se define la conquista y la colonización de América como "el genocidio más grande de la historia". En él se alude al "exterminio" de las poblaciones indígenas, al "aplastamiento cultural de su cosmovisión milenaria", al "apetito imperial desplegado por los españoles" y a su "soberbia eurocéntrica".

Por un lado es imposible no poner de relieve la contradicción que se establece entre este enfoque emanado de una agencia oficial, y la celebración, asimismo oficial, del 12 de Octubre.

Pero lo sustancial del problema no reside allí sino más bien en el redespliegue que en él se hace de la leyenda negra que ha envuelto a la epopeya del descubrimiento y colonización de América, iniciada por las justificadas y nobilísimas denuncias de Fray Bartolomé de las Casas -es decir, por un religioso español que se batía por un trato digno a las poblaciones indígenas explotadas por el conquistador-, aprovechadas por los protagonistas de la Reforma protestante, que las utilizaron para ponerlas al servicio de los rivales imperialistas de la Corona española. Quienes por cierto tuvieron mucho más éxito que esta en la tarea de sojuzgar al mundo.

Esa visión maniquea de la historia, en la proyección que encuentra en el imperialismo moderno, sigue implementando estos argumentos con una finalidad muy distinta de aquella a la que aparenta servir. El humanitarismo indigenista, en efecto, más allá de la ingenuidad de muchos de sus voceros o de la legitimidad de muchos reclamos puntuales, no está concebido para acudir en socorro de las poblaciones sumergidas de la América latina sino más bien para propulsar las formas modernas de una neobalcanización que prorrogue la división del continente, producida tras la independencia de España y por impacto no tanto de las insuficiencias estructurales que afligían al proyecto unitario, como por la violencia que sobre este ejercieron el imperialismo inglés y el incipiente imperialismo norteamericano.

Ahora se trata no tanto de estimular los nacionalismos de campanario, como de buscar una cuña para multiplicarlos, introduciendo el nacionalismo étnico, último vector descubierto para propagar la disgregación de las voluntades populares y romper los frentes nacionales capaces de suministrar un remedio a la degradación de la vida colectiva que padecemos.

¿Genocidio o mestizaje? Todo esto, así enunciado, es demasiado crudo. Pero como muchas aproximaciones historicistas al problema han demostrado, la conquista española no fue un genocidio (como el que sí practicaron los anglosajones contra los pieles rojas en el Oeste norteamericano), sino un proceso complejo, lleno de horrores pero también de intercambios y mestizajes que dieron lugar a una civilización completamente nueva.

Lo que debe afligirnos ante alegatos como el elaborado por la agencia oficial, es la persistencia de la visión importada de nuestra realidad, que anida en los sectores progresistas de cuño setentista, justo los que estarían llamados, por su experiencia y por su disposición combativa, a librar una batalla contra un enemigo muy distinto.

Pero quizá presumir de su disposición combativa o de su eventual entusiasmo es una ilusión. De hecho, la propensión a fabricar falsos problemas y a tomar por asalto la realidad sin conocerla o movidos por el solo prejuicio, lo que puede estar testimoniando es sobre cierta incapacidad para pensar dialécticamente. Esto acarreó desastres en el pasado; deberíamos cuidarnos de que no vuelva a pasar.

La identidad indoamericana es impensable sin España que, de forma consciente o inconsciente, nos entregó una religión, una lengua y un torrente sanguíneo que, al mezclarse hasta extremos indiscernibles con los originarios o con los que luego llegaron al continente, dieron lugar a una nueva cultura. ¿O los argentinos vamos a presumir que descendemos de Túpac Amaru?

La historia es un crisol de influencias. La lucha contra el privilegio y la sobreexplotación de las masas americanas no pasa por la exaltación de las particularidades (aunque se deba respetarlas en lo que tienen de genuino), sino por la creación de la solidaridad. Por la igualación en democracia antes que por la diferenciación o la exhumación, que tiene mucho de invención, de falsos problemas.

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