HUGO VERA MIRANDA
“TODO ESTÁ GRABADO EN EL DISCO DURO DE LA INFANCIA”
Entrevista de Ramón Díaz Eterovic.
Hugo Vera Miranda es un autor que vive la poesía como una manera lúdica y lúcida de enfrentar la vida. Afincado en su ciudad natal de Puerto Natales, pasado los cincuenta años de edad, recoge por primera vez sus poemas en el libro El tigre de la Memoria que acaba de publicar la editorial La Calabaza del Diablo. Nació el año 1951 y su vida ha transcurrido entre su ciudad de origen y Buenos Aires, donde siguió estudios de psicología, trabajó de librero y durante un tiempo editó la revista de poesía El Trauko. Sus poemas han sido publicados en revistas chilenas y extranjeras. También en la antología Poesía InSurgente de Magallanes y algunos de ellos han sido traducidos recientemente al inglés. Edita en la Internet la revista Inmaculada Decepción (inmaculadadecepcion.blogspot.com)
El tigre de la memoria se puede leer como el testimonio de un poeta que procura asirse de los cuernos de la luna mientras la vida lo golpea a mansalva. Diario de ruta, crónica de nuestra época, bofetada al acomodo. No deja indiferente a sus lectores. Propone una poesía escrita desde la lucidez y el coraje. Todo en ella tiene el feroz latido de lo auténtico y al abordar su lectura se adquiere la conciencia de estar frente a un poeta que exhibe sus vísceras -que no se esconde ni disfraza-, y que al exponerse muestra el desasosiego del hombre en medio de la incertidumbre y aparente pérdida de sentido del mundo de hoy.
Conocí a Vera Miranda el año 1985, en Buenos Aires. Veinte años después, aprovechando una reciente y fugaz visita a Puerto Natales, pudimos conversar de su poesía y de El Tigre de la memoria, libro llamado a ser uno de los más destacados entre los publicados en nuestro medio durante los últimos años.
-Pudiendo hacerlo antes, publicas tu primer libro pasado los 50 años. ¿Cuál es la razón de tu silencio, de no desesperar con la publicación de tus textos como suele ocurrir con muchos poetas?
Lo que pasa es que a los 49 años era muy niño aún para publicar un libro. Pasados los 50 sigo siendo niño pero todos mis dientes de leche desaparecieron. Cansado de perder papeles en donde anotaba mis poemas, los agrupé en un sobre papel madera y se los envié a diversas editoriales ubicadas en Tanzania, Madagascar y Burquina Faso. Ninguna respondió. Entonces aparecieron “los chicos” de La Calabaza del Diablo ofreciendo un millón de euros y se llevaron los originales.
-¿Qué representa la memoria en tu poesía?
Todo está grabado en el disco duro de la infancia. El pasado es el permanente presente que aboga su lugar junto al diario transcurrir del melodrama cotidiano. ¿Qué sería de mí sin mí? Sin aquellas formidables cataratas de recuerdos en donde una monja, un bombero y un caballo desenfrenado, cruzan por la calle principal de mi pueblo. Y no estoy hablando de Bergman, sino que de algo que me toco observar un domingo de hace mil años atrás.
-¿Cuál sería la llave que el lector debería tener en cuenta al abrir tu libro?
Lo que trato de decir en el poema es el sentido de una vida desolada que a más de alguno pueda provocarle una carcajada. “Estoy mal, ahora ríanse”, sería el emblema. Obviamente que trato de hacerlo de una manera que no parezca declaración de futbolista después de un partido.
-Las mujeres son una presencia destacada en tu libro. ¿Qué pasa con el diálogo que estableces con ellas en tu poesía?
Las mujeres son un bien absolutamente necesario. Yo no podría caminar un metro sin ellas. Ellas pueden caminar miles de kilómetros sin mí. Nos llevamos cada día peor y en cuanto nos encontramos la fiesta es amplia y el corazón en calma. Puedo cambiar el paraíso por el abrazo de una mujer. Una mujer que perfectamente podría llevarme al infierno. Me gustaría robarles el secreto sagrado.
-Ningún escritor parte de la nada, hay lecturas y relaciones con la literatura de todos los tiempos. En tal sentido, ¿cuáles son los autores con los que dialogas con mayor afinidad?
Tengo mis ángeles protectores y generalmente voy armado con un libro por las calles del pueblo. Nunca salgo sin un libro de Huidobro, Anguita, Rimbaud, Baudelaire, Arango, y otros cómplices. Yo, que hasta los treinta años no había leído ninguno, siempre debo tener a mano un libro. La lista de “mis santos” no son más de diez, en los que se encuentra mi hermano Celine y mi primo Artaud.
-Durante muchos años viviste en Buenos Aires, donde te vinculaste con escritores, editaste una revista, trabajaste de librero. ¿Qué rescatas de toda esa experiencia?
Buenos Aires es una ciudad que merece ser vivida. De ella aprendí el noble valor de la amistad -existen más de 1000 bares que se llaman “La Amistad”-; aprendí el ejercicio del afecto y el despojo, de involucrarme con escritores que no eran “vacas sagradas” a pesar de que sus libros se vendían como caramelos.
-¿Qué significa ser poeta en Puerto Natales y cuál es tu relación con el medio literario?
Ser poeta en Puerto Natales es como ser poeta en Nueva York. Pero antes que poeta soy papá, el tipo que paga sus impuestos, el almacenero de la esquina, el que jugó fútbol por la selección del pueblo y aquel que un día se enamoró de un maniquí. Ser poeta no hace la diferencia. En cuanto a la relación que pueda tener con el medio local es nula. Solo me junto con el escritor Jorge Díaz Bustamante para hablar de mujeres, fútbol y box. El resto de mis horas las ocupo en mis cosas cotidianas y en editar el blog Inmaculada Decepción. En él quise reunir todas las cosas que en literatura me gustaba. A través de Internet publicar lo que no estaba y aquello que estaba y que no tenía un lugar adecuado. De ser algo personal pasó a ser algo grupal y ya van en más de 30.000 las personas que han visitado Inmaculada Decepción
1 comentario
elvira romero -
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